El mundo está dividido sobre la imagen que dejará Fidel Castro en la historia de la humanidad. Algunos lo ven como un criminal despiadado que se perpetuo en el poder por cinco décadas a costa del bienestar de todo un pueblo, otros lo ven como el gran líder de la revolución contra el capitalismo, que se mantuvo pese al fuerte embargo económico impuesto por Estados Unidos, campañas anti-marxistas de nivel planetario y más 640 atentados fallidos contra su vida. Sea como sea el Comandante es un personaje histórico, pero lo que debemos preguntarnos no es si su imagen es buena o mala, sino si tuvo sentido tanta lucha, tan dolor, tanto derramamiento de sangre.
Haciendo un rápido balance sobre quienes ganaron la revolución, a grandes rasgos se puede ver que el capitalismo es el gran vencedor. Con la mayoría de los países a su favor, el sistema capitalista domina y manipula casi todo lo que está a su alcance. El comunismo ha fracasado más por la tiranía de sus líderes que por su filantrópica filosofía. Pero el gran perdedor en esta revolución no es el comunismo, el gran perdedor es la democracia.
El sistema capitalista ha abrazado a la democracia como mecanismo ideal para garantizar que todo individuo tenga la libertad de poder comprar y vender lo que quiera. No es por el deseo humanista de que cada persona tenga sus libertades, sino porque es muy rentable para el sistema que cada persona, individualmente tome decisiones de compra de cuanta cosa se le antoje, para estimular al máximo el consumo.
Esta percepción equivocada del verdadero sentido de las libertades que trae la democracia, han construido en la modernidad una democracia falsa, una democracia hiperreal, como la llamaría Jean Baudrillard, una democracia virtual.
En esta democracia virtual, los derechos y las libertades de las personas, solo están garantizadas en la dimensión jurídica, en el papel. En las constituciones de los países y los miles de artículos que las reglamentan, la democracia se dibuja espectacularmente en su forma más hermosa, a semejanza de cómo se ven las vivas en la televisión; maquilladas, con todas las facciones refinadas y con trucos de cámara para realzar sus curvas.
En la vida real esta democracia es una total contradicción y solo es viable para unos pocos. Aunque todos tenemos derecho a la alimentación, algunos tiene el privilegio y la libertad de gastar millones en comprar basura para la navidad, otros muchos no tienen derecho ni a tener hambre, porque no tienen nada para comer-parafraseando a Facundo Cabral-. Aunque todos tienen derecho a la educación, unos pocos tienen la libertad de elegir en estudiar en Harvard o el MIT pero la mayoría escasamente puede terminar la secundaria y colocarse a trabajar en lo que le salga.
Esta es la democracia virtual que ha confeccionado el capitalismo, una a su medida, una que siempre esté dispuesta a comprar, pero que este lo suficientemente obnubilada con las maravillas tecnológicas y los grandes espectáculos deportivos, para que no se alborote, para que esté dormida solo soñando en las cosas que posiblemente algún día pueda llegar a comprar.