Las elecciones y consultas interpartidistas del 11 de marzo estuvieron marcadas por el fraude, las trampas, compra de votos y constreñimiento al votante, dejando al descubierto lo obsoleto, los grandes vacíos y falta de transparencia del sistema electoral colombiano. No obstante, el caballito de batalla del establecimiento colombiano y sus altos funcionarios sigue siendo Venezuela que cuenta con un sistema electoral elogiado por el expresidente de Estados Unidos, Jimmy Carter, como el mejor del mundo.
A lo largo y ancho del país, como han evidenciado decenas de denuncias de ciudadanos en vídeos, fotos y registros se observa cómo a la consulta entre Petro-Caicedo le escondieron el tarjetón, no lo entregaban, decían que se había acabado o inducían a la gente a votar por la consulta de la derecha. De otro lado, el escándalo en algunos puestos de votación donde supuestamente se agotaron los tarjetones de la consulta entre Duque-Ramírez-Ordóñez, llevó al Registrador Nacional del Estado, Juan Carlos Galindo, a autorizar fotocopias de estos como si se tratara de la elección del representante estudiantil de un colegio. Decisión que demuestra la improvisación y falta de planificación en una organización estatal de este nivel, dejando al desnudo las graves fallas del sistema electoral, convirtiendo un asunto tan importante para una democracia como son sus elecciones libres, transparentes y seguras en el hazme reír de todo mundo.
Lo más increíble de este escándalo es la afirmación del Minhacienda Mauricio Cárdenas, de que sobraron 20 millones de tarjetones. El mismo ministro que ha dicho que se propone reconstruir Venezuela cuando el gobierno que representa de Santos, ni siquiera ha cumplido los acuerdos con las Farc con la importancia histórica que tienen; ni ha sido capaz de proteger la vida de los líderes sociales que son asesinados diariamente; ni de reconstruir la Guajira, departamento donde mueren miles de niños anualmente de pobreza absoluta y de hambre; ni el puerto de Buenaventura, Tumaco o el departamento del Chocó, ni el de Arauca; ni el norte del país donde decenas de municipios carecen de escuelas, hospitales, vías, viviendas dignas para la gente, servicios fundamentales como agua potable, energía y saneamiento básico. Entonces, ¿el gobierno tiene los recursos con qué reconstruir Venezuela, pero no los recursos para salvar del hambre y la hambruna a miles de niños de la Guajira, Chocó y otros departamentos, ni tampoco con qué reconstruir los departamentos más necesitados del país? Está bien que crean pendejos a la mayoría de colombianos, para eso controlan su opinión, pero ante otros pueblos del continente son la burla.
A lo anterior se suma la renuncia del presidente de Perú, Pedro Pablo Kuckzynski, aceptada por el Congreso por 105 votos a favor, 11 en contra y 4 abstenciones que ha hecho trizas la conspiración regional de la derecha del continente. Ya no están en la misma situación de hace unos meses cuando amenazaron a Venezuela con no permitirle asistir y participar en la VIII Cumbre de las Américas que se realizará en Lima, entre el 13 y 14 de abril próximo. Santos y Macri de Argentina han tomado nota, ya no se sienten tan cómodos con un Perú sumido en una profunda crisis política y de legitimidad por la salida de PKK. ¿Irán a la Cumbre de las Américas?
La nueva situación que se presenta a nivel regional, modifica las predicciones del ex presidente de Ecuador, Rafael Correa, de que el continente camina hacia la restauración neoconservadora, cambian en cuanto a Perú y, de paso, fracturan la alianza de la derecha que encabezaba PPK contra los gobiernos progresistas.
Muchos se han preguntado, ¿por qué en Perú renuncia su presidente señalado de corrupción y de comprar su permanencia en el poder evitando la destitución cuando negoció con Kenji Fujimori (senador e hijo del ex presidente Alberto Fujimori) el indulto humanitario a su padre condenado a 25 años de cárcel por crímenes de lesa humanidad, mientras en Colombia con escenarios peores, no se produce la renuncia de ningún presidente?
Aquí la corrupción como en otros países también es sistémica, es decir, es el modelo político, social y económico mismo que nos gobierna, adobada con una alta dosis de inmoralidad por aquellos funcionarios acostumbrados a saltarse las normas y pasarse por la faja el deber ético; una práctica socialmente aceptada que se ha hecho costumbre, reproduciéndose dentro del sistema, sus instituciones y la sociedad.
La diferencia con el Perú en este caso, es que aquí las élites que han tenido el poder se encubren entre ellas y han creado un modelo para que los poderes que deberían juzgarlos (Fiscalía, altas Cortes, Comisión de Investigación y Acusación de la Cámara de Representantes) no lo hagan, ni se atrevan siquiera a levantarles la inmunidad de que gozan como aforados (altos dignatarios o funcionarios del Estado con un fuero especial); y en lugar de hacerles un juicio y condenarlos por crímenes, desfalcos del erario público o corrupción, lo que hacen es absolberlos con el conocido y amañado procedimiento de vencimiento de términos. Como quien dice, en Colombia es muy barato robar, violar las leyes y ser corrupto para las élites gobernantes.
Podría decirse que mientras en Perú un presidente se puede caer o ser condenado por crímenes de lesa humanidad (Fujimori) o corrupción (PPK), en Colombia se afianzan en el poder. Por eso es insostenible seguir afirmando que Colombia es la democracia más antigua y estable del continente, a no ser que se le agregue que también es la más corrupta y laxa con sus gobernantes.
