Cada minuto que pasa en la República Bolivariana de Venezuela aumenta la tensión y la propensión a la anarquía, en un país que procuraba alcanzar los más altos índices en atención social en todos los sectores de la población, desde un sistema conocido como socialismo del siglo XXI, el cual va a contravía de los intereses particulares o capitalistas.
Propensión al caos que no surge del fracaso como lo dijera tan deslealmente el presidente Juan Manuel Santos, quien gracias al apoyo decidido e irrestricto de Hugo Chávez Frías y Nicolás Maduro logró acuerdos de paz con la guerrilla más antigua del mundo y recibir por ello el Premio Nobel de la Paz 2016, sino desde una arremetida mediática de muchos de los grandes medios de comunicación de todo el mundo, los cuales en su gran mayoría pasaron a ser la voz de unos propietarios pertenecientes a la élite del capitalismo; grandes empresarios a quienes poco les importa cuántos muertos o heridos arrojen las violentas protestas que buscan derrocar el gobierno legítimamente constituido, ni cuanta destrucción y pérdida material se produzca en el afán de alcanzar un poder que fue perdido tras el fracaso y derrota de gobiernos adecos y copeyanos.
Las hordas de alentados manifestantes que en cualquiera de los países pseudodemocráticos fueran reprimidas con una mayor violencia y estigmatizadas por esos mismos medios parcializados, en la Venezuela actual son presentados como ‘la máxima expresión de valentía’, los ‘dignos representantes de la democracia’, los ‘magnánimos combatientes de la libertad’ y tantas otras falacias con las cuales enervan o soliviantan a una población angustiada que miraba con impotencia cómo se iba extraviando el sueño de una sociedad con la mayor atención en salud, educación, vivienda, infraestructura vial y otros no menos importantes rubros con los cuales, hasta hace muy poco fue reconocido el vecino país por los máximos organismos mundiales desde sus oficinas para el desarrollo sostenible, pero que nunca se dieron a conocer a la opinión pública del mundo occidental.
El resultado de ese bombardeo informativo ha producido en la desprevenida ‘afición’, una actitud similar a la de los asistentes al circo romano en tiempos del esplendor del imperio con mayor grado de crueldad conocida hasta antes de imponerse el capitalismo salvaje, el cual de manera sutil ha sabido inocularse cual virus en la voluntad heterónoma de los seres del tercer milenio. Afición que muestra su placer y deleite ante hechos reprobables para cualquier mente sana y ante el silencio cómplice de una intelectualidad sumisa, corrupta o inepta, que debería al menos llamar a la reflexión por lo que, a la manera de un huracán, representa en el horizonte próximo.
Es común ver y leer en las redes sociales la vehemencia obscena con la cual se expresan hasta las mismas comunidades religiosas o cristianas, o quienes se hacen llamar humanistas, develando su inusitado fanatismo contra ‘la dictadura’, como la titula la gran prensa alienante; sorprende por demás, pues llega a superar el comprensible desconocimiento de las dinámicas de la política internacional o mejor, los macabros intereses del capital mundial, que pueda tener ese enorme éxodo de venezolanos que hoy habita en todos los rincones de Colombia y Latinoamérica, pues si reniegan aun habiendo sido beneficiarios del gobierno socialista, lo hacen por verse sometidos a la cruel migración en su lucha por la subsistencia.
Todo el poder del cine y de la televisión basado en antivalores, en la magnificación de la guerra y sus actores, en la exaltación de la inmoralidad; toda la sublimación desde unas producciones aberrantes de quienes han ejercido la maldad desde sus distintos ámbitos de poder, todas las crónicas, reportajes, noticias y hasta columnas periodísticas de opinión, han ido acondicionando a la población para que no sólo no se asombre con la realidad, sino que no logre adversarla y, lo que es peor, que se sume al comité de aplausos y grite enardecida, hoy como ayer, desde las tribunas de la sinrazón.
Es inconcebible que se oculte el apoyo de los millones que respaldan el gobierno debido al mayoritario incremento en la inversión social y que sólo se divulgue lo que expresa la población defensora de los intereses de quienes hasta ayer eran unos pocos y hoy son más, gracias a las otras guerras: la económica, que desapareció el dinero circulante o lo sometió a la devaluación; la alimenticia, consolidada desde el bachaqueo o venta más allá de sus fronteras de los productos de la canasta básica y el acaparamiento de toneladas de alimentos; o la de los medicamentos, sin suministros de los principios activos que requiere el sector farmacéutico para producir en los laboratorios oficiales a muy bajos costos. Es aquí donde cabe preguntar: ¿Cuánto equilibrio informativo muestran tales medios? O a qué le apuestan mientras desconocen las virtudes y magnifican o crean falsas apreciaciones de un gobierno que no será el mejor del planeta, pero sí dio muestras de sensibilidad, pese a las fallas de muchos de quienes son piñones fundamentales de un engranaje con tintes de humanidad.
Hace unos días desde esta misma tribuna del periodismo independiente llamaba al jefe del gobierno venezolano legítimamente establecido a que convoque a unas elecciones a la mayor brevedad, con el fin de evitar un mayor derramamiento de sangre; hoy, sin apartarme de tal posición y petición, quiero llamar igualmente a la cordura y ayuda de los amigos presidentes y expresidentes de los países latinoamericanos que pueden estar muy cercanos al gobierno de Nicolás Maduro, a Daniel Ortega, Rafael Correa, Evo Morales, Raúl Castro, Cristina Fernández Vda. de Kirchner, entre otros, a que propugnen por alcanzar la estabilidad social mientras se demuestra en franca lid, quien obtiene un mayor apoyo popular, pues con el correr de las horas se incrementa el dolor (primeramente) de las víctimas o de sus dolientes, la ira de ambos bandos fratricidamente enfrentados y el ímpetu malévolo de quienes son responsables desde su terrorismo mediático; todo ello, mientras se carcajean macabramente quienes no esperan sino la hora oportuna para saquear lo que queda en pie luego de acabar hasta con la dignidad de un hermano país que nos brindó su apoyo desinteresado en la búsqueda por alcanzar nuestra armonía social tras décadas de guerra.
Compañeros de inobjetables principios revolucionarios, la convocatoria a un proceso electoral demostraría una gran estatura política y humana, mayor confianza y fortaleza, verdadera vocación democrática, mayor desprendimiento y lo mejor, pondría en evidencia el origen de todas las vicisitudes que hoy agobia a una nación que no merece padecer por culpa de sus riquezas.