Los últimos meses y casi que años nos han mostrado que hemos entrado en la era gris, en la que hay infinita variedad de tonalidades según la conveniencia de cada intérprete. En lo personal no tengo nada contra el color gris, ni creo que las cosas puedan únicamente ser blanco o negro; por el contrario, creo en el espectro multicolor en el que hay variedad de opciones, por lo cual pienso que es necesario reflexionar sobre lo que implica aceptar el gris como la norma general.
Un gris que nos lleva a que cada uno haga una interpretación de los hechos según su propia conveniencia, en la que los valores parecieran haber pasado a ser algo “de moda”, donde los hechos alternativos van rampantes en los argumentos y en la presentación de realidades cada vez menos reales.
Creo que el reto mayor lo tienen los padres actuales quienes tienen la responsabilidad de educar y formar a las nuevas generaciones que serán las que tendrán el futuro en sus manos. Enseñarles lo que es correcto y lo que no, lo que es apropiado y lo que no, lo que es justo y lo que no, lo que es ético y lo que no y no bajar la guardia en el intento, pues éstas enseñanzas deben ir más allá de lo legal. Estamos confundiendo el hecho de que algunas actitudes no sean ilegales con el hecho de que no sean morales o faltas de ética. Y esto comienza desde la casa y va hasta la cabeza de las instituciones y organizaciones, los líderes de toda naturaleza, los empresarios, los mandatarios, todos debemos dar ejemplo. No hay mentiras buenas o malas, todas son igualmente mentiras, no hay robos pequeños o grandes, son robos. No hay engaños con buenas intenciones.
Estamos entrando a una zona en la que pareciera no haber límites ni parámetros para lo que está bien y lo que no. La corrupción va de aquí para allá, destruyendo lo que toca, quienes tienen la responsabilidad de informar han olvidado su obligación de mostrar hechos objetivamente. Lo económico se ha convertido de un medio a un valor que hace que casi todo sea valido con tal de conseguir aquello que se ansia desesperadamente. La avaricia y los deseos desmedidos de poder justifican todo llamándolo en muchas ocasiones, competitividad o éxito.
¿Cómo podemos llamar a esos jefes de estado que mienten a diestra y siniestra contando con el respaldo de escuderos que todo lo justifican?
¿Cómo podemos llamar a un grupo de adolescentes que graban en sus teléfonos, se ríen como si fuera el mejor plan y luego comparten en sus redes sociales el haber presenciado el ahogamiento de una persona por la que no hicieron el más mínimo intento de socorrer o ayudar? Adolescentes que no pueden ser sancionados de ninguna forma legal por la sociedad, pues el no socorrer a alguien que está en situación de angustia no es delito y que por el hecho de ser adolescentes no pueden ser justificados de ninguna forma.
¿Cómo podemos denominar a quien apoya o actúa en el tráfico de personas, facilitando como en el caso de San Antonio (Texas) que 10 de ellas murieran en un camión por la circunstancia inhumana en la que se encontraban?
Esta es una invitación a una reflexión individual o en familia de cuan permisivos nos hemos podido volver, de cómo quisiéramos ver a nuestros hijos el día de mañana, cuál es la sociedad y el futuro que queremos tener.