Cuando el periodismo es ejercido por una persona que es vocera de la oposición política, y que, además, actúa como la candidata de una hegemonía económica que pretende remplazar al presidente en ejercicio, y al mismo tiempo es directora del medio de comunicación que ha sido ajustado a esos intereses exclusivos, el periodismo desciende a su más lamentable condición.
Por eso es coherente y conveniente expresar que los principios fundamentales del Periodismo se comprometieron y su degradación es el peor ejemplo para las nuevas generaciones, que desde la academia comprueban que la teoría es leña de consumo en el horno donde se carboniza la ética y la decencia porque el sancocho así lo exige.
Yo suspendí la suscripción que tenía con Semana, pero infortunadamente, en redes sociales siguen apabullando al mismo ritmo de estos convulsionados tiempos porque tienen el poder. El trabajo periodístico, cada vez más escaso, se remplaza, con creatividad, ingenio y tecnología, ah, y dinero, claro, por el publirreportaje que manipula y se publica sin que la audiencia perciba el solapado interés que trampea la información.
Dice la teoría que los principios periodísticos de veracidad e independencia van de la mano, de forma que en su compromiso por buscar la verdad y describirla de la manera más completa posible los periodistas, necesariamente, se tienen que mantener al margen de asociaciones y actividades que puedan comprometer su integridad y dañar la propia credibilidad o la de la organización para la que trabajan. Pero esto es apenas teoría para pasar el semestre.
Si lo aprueban y reciben el título es cuando aterrizan en la perplejidad, en la contradicción. Es cuando patentizan que destacadas figuras del «periodismo», por fortuna pocas, ponen su imagen y su voz al servicio de intereses económicos excluyentes.
Para esas voces, el periodismo ideal no se basa en objetividad, imparcialidad e independencia. Por eso, la periodista-política-candidata hace reportajes y análisis sesgados que pretende le alcancen para favorecer sus propios intereses políticos y económicos, lo que resulta entonces, en una cobertura parcializada que no refleja la realidad de manera justa y balanceada.
Pero, es más, como la periodista-política-candidata tiene agenda propia, su audiencia está condenada a recibir información distorsionada, manipulada, diseñada para beneficiarse a nombre de la hegemonía económica que representa, en lugar de informar verazmente al público.
No toda la audiencia es boba, como ella cree. También hay muchos que cuestionan la veracidad y el propósito que hay detrás de la información que presenta. El público que tiene capacidad de razonar califica a ese medio como instrumento de propaganda en lugar de fuente de información confiable.
La hegemonía económica a la que sirve Vicky utiliza la revista para intentar consolidar su poder deslegitimando todas las acciones del Gobierno. Por esa razón, reduce el pluralismo informativo a su exclusiva obsesión.
En conclusión, la tarea de la periodista-política-candidata, representa una seria amenaza para los principios fundamentales del periodismo. Por eso, yo hace rato consideré a Semana como un folleto propagandístico empresarial-político excluyente y la deseché.
La objetividad, la independencia, la ética y la confianza pública se acabaron, transformando el rol del medio de vigilante imparcial de la sociedad y la democracia en guardián de su propia degradación como vocero de intereses excluyentes.
En última instancia, esto no solo perjudica la calidad de la información disponible para el público, sino que también socava la salud democrática de la sociedad.