En los últimos años diferentes hechos dan indicio de que la ciudadanía no se siente representada por los políticos, desconfían de sus intenciones y desprecian sus actuaciones. Basta recordar la sorpresiva y destacada votación del referendo anticorrupción, en contraste con los resultados alarmantes frente a la cantidad de votos en blanco, votos nulos y tarjetones no marcados que se contabilizaron por miles en las pasadas elecciones regionales.
Los ciudadanos en las calles están haciendo reclamaciones y demandas que ya no les interesa gestionar a través de los partidos políticos, ni que sean escaladas al gobierno por medio de sus representantes. Las calles y la cacerola se han convertido en los instrumentos para exigir un diálogo directo con el ejecutivo. A pesar de actuar con pleno derecho, esto no prueba que tengamos una democracia fuerte, por el contrario, deja al descubierto la incapacidad de contener el poder a través de los escenarios y medios establecidos como parte de la democracia representativa, que parece debilitarse cada día más.
En consecuencia, estamos experimentando la erosión del poder, donde cada ciudadano quiere ejercitar de manera directa la cuota parte del poder que le corresponde bajo la égida constitucional que predica la soberanía popular. En el que los partidos políticos pierden cada vez mas espacio entre los electores y la política sustentada en la burocracia del poder es fuertemente cuestionada y repelida por la ciudadanía.
Estamos frente a la emergencia de los micropoderes, así definidos por Moisés Naím, en el que actores pequeños, desconocidos o antes insignificantes han encontrado las formas de socavar, acorralar o desmontar a quienes han ejercido el poder hasta ahora de manera mas o menos asegurada. Se trata de activistas sociales, nuevos movimientos políticos con propuestas alternativas, una ciudadanía que dispone de variadas formas de informarse y de medios de comunicación diferentes a los tradicionales.
Es probable que la vanidad y la arrogancia de la élite política obnubile su entendimiento y no le permita comprender que tenemos una ciudadanía diferente, que no solo está protestando contra el gobierno de Duque, sino que apelan al ejercicio de la democracia directa para dar una bofetada a sus representantes que viven bajo el espejismo de un poder que se degrada de a poco.