Ante el actual panorama, es el mejor momento para fortalecer la defensa del acuerdo y para analizar el escenario en el que nos encontramos ahora.
Si bien el gobierno de Juan Manuel Santos alcanzó la firma del acuerdo, no logró que la implementación del mismo fuera sólida. En parte esto no sucedió, porque el acuerdo no estaba proyectado como un proyecto a corto plazo. Desafortunadamente, el gobierno Duque subió al poder gubernamental gracias a la propaganda proguerra. Aunque variados sectores del país promovían la importancia de continuar con los acuerdos, el gobierno prefirió llevar a cabo la agenda del Centro Democrático y no el proyecto nacional de paz. El uribismo se encargó de desprestigiar discursivamente al acuerdo de paz y a sus instituciones. La “reforma rural” que fue planteada en La Habana no se ha cumplido. De hecho, las estructuras paramilitares, las multinacionales y los grandes terratenientes han continuado despojando a los pequeños propietarios de sus tierras. Además, van 150 exguerrilleros asesinados por negarse a reincidir, por venganzas o por violencia política.
En ese escenario de incumplimiento por parte del Estado y sobre todo del gobierno actual, se dificultaba la posibilidad de que los exguerrileros continuaran dentro de la ley. Por supuesto, ello no justifica el rearme de un sector de exguerrilleros. Fue una decisión irresponsable que probablemente nos va a condenar a otros 16 años del uribismo en el poder. Desde el inicio de las negociaciones pudimos observar divisiones dentro de las Farc. Hoy algunas se materializaron y tenemos entonces, el bando de Rodrigo Londoño que permanece en firme con el acuerdo y por el otro, Ivan Marquez —acompañado de Santrich y El Paisa—.
En el comunicado, Iván Márquez declara la guerra contra la oligarquía pero esta vez tiene cuidado al referirse a las Fuerzas Armadas. Márquez da un mensaje contundente a las Fuerzas Militares comprendiendo que hay diferentes voces dentro de la institución. Ya no percibe a los soldados, oficiales y suboficiales como simples perpetuadores de la violencia oligárquica, sino como colombianos que también le apuestan a la paz. Es un mensaje que llega cuando la cúpula militar y los altos mandos de las Fuerzas Armadas han sido acusados de corrupción y ejecuciones extrajudiciales.
Y aunque el poder estatal, gubernamental y el poder armado legal o ilegal son los grandes culpables en este tropezón del acuerdo, debemos reconocer en la ciudadanía agencia. Por un lado, son culpables los que descaradamente han promovido la guerra como si se tratara de un juego, los que promovieron el no y los que han dado su voto a las proyectos guerreristas. Pero también hemos fallado los que abanderamos un el sueño de una nación en paz pero no hemos sabido materializar ese proyecto político.
Repito, es tiempo de reevaluar y de exigir el cumplimiento de la implementación de lo pactado al gobierno. Como mencionó Humberto de la Calle, “esta no es la primera ni será la ultima crisis del acuerdo”. Ello nos recuerda la importancia histórica que tiene la paz para un país que se ha proyectado por los sectores dominantes en favor de la guerra. No es momento para caer en fatalidades ni en el discurso facilista de eliminación o represión militar. Las puertas siempre deben estar abiertas al diálogo.
