Tomas Piketty, uno de los contemporáneos pensadores sobre política y economía, formuló una pregunta sobre la que se han escrito varios ensayos: ¿Podrán seguir coexistiendo en el futuro próximo el nuevo capitalismo, que acelera la producción de una fábrica global de desigualdades, con la vieja democracia, que se resguarda en ideales y derechos igualitarios?
Esta inquietud tuvo un mayor reto en la Constituyente del 91, cuando se argumentó que era necesario dotar al pueblo de una participación democrática que legitimara en sí mismo ser depositaria de la soberanía como epicentro del poder público, para superar el ejercicio de la representación como eje articulador de la democracia, un supuesto teórico que fue descollado por la inclemente y corrupta realidad de la representatividad democrática, que en la historia política de nuestra república inicia en los tiempos de la patria boba con colegios electorales elegidos indirectamente por letrados y terratenientes con exclusión de las mujeres, los campesinos, los jornaleros y los artesanos, en jornadas electorales en las que se votaba a viva voz.
En las últimas décadas, se ha fortalecido la elección a la presidencia y a las corporaciones públicas a través del triunfo obtenido por las mayorías simples, en procesos electorales en los que a duras penas participan un poco menos o un poco más de la mitad de los electores, que en sí mismo representan las dos terceras partes de nuestra población colombiana, primando el abstencionismo.
Incluso se viene trabajando sobre la necesidad de fortalecer el derecho de las minorías que participan en esos debates electorales, en desarrollo del derecho a disentir de ascendencia liberal.
En esta dinámica se destacan tres bloques que se disputan la formación del mapa político en el nivel legislativo:
La Coalición de la Esperanza que pretende ocupar el centro (una derecha moderada).
El Equipo por Colombia afín al conservatismo y al uribismo que se coloca en la derecha.
Y el Pacto Histórico que representa para muchos la izquierda democrática en alianza con sectores de la política tradicional que se distancia de las primeras por enarbolar la posibilidad de un cambio en las costumbres políticas y en las ejecutorias gubernamentales como un proceso de transición, segmento que desde la franja de la opinión pública acojo, sin que por ello deba dejar de ejercer el libre ejercicio de la crítica como libre pensador.
A Mao, el pensador y líder de la revolución cultural en el país del lejano oriente, se le atribuye la fórmula de combinación de todas las formas de lucha para alcanzar el poder, lo que habría podido conjugarse en la conformación de las listas para el Senado y Cámara, combinando para la primera la “cerrada” y la “abierta” para la segunda, con el estratégico propósito de buscar consensos y opinión en lo nacional, mientras que en las regiones se hacía indispensable el ejercicio de la militancia y sus simpatizantes para reconocer la importancia de la dinámica territorial de los movimientos políticos y las organizaciones sociales como herramienta para el proselitismo y la campaña.
Pero infortunadamente fueron acallados los impulsos de autonomía de los territorios dejando malestar por todas las regiones de nuestro atribulado país.
Mediante una cierta socarronería, una excluyente fórmula de colegio electoral fue conformado con el beneplácito de los voceros aliados del Pacto Histórico, y el uso de la designación a dedo para la conformación de las listas cerradas en ambos ámbitos prevaleció, ocasionando desde ya que no habrá una cadena de transmisión en las votaciones entre el Senado y la Cámara, toda vez que los guarismos serán inferiores en las regiones respecto de la votación nacional.
Por supuesto, aquellas candidaturas cabeza de lista que simbolizan el soterrado oportunismo que pretende representar y llevar la vocería de sectores a los que no pertenecen, en cambio de la vigorosa militancia, no tendrán la acogida proyectada por el pírrico club electoral, cuyo puñado de integrantes en otra estocada a la democracia demostró la vigencia de la máxima de Oscar Wilde en su Balada de la cárcel de Reading:
“Todos matamos lo que amamos, mata el valiente con una espada y el cobarde con una mirada de doblez almibarada”.