El único sobreviviente del naufragio de más de 30 inmigrantes que viajaban de una pequeña isla en el caribe hacia los Estados Unido el pasado 26 de enero es colombiano. Se llama Juan Esteban.
Su foto apareció en la primera página de los más importantes periódicos del mundo. Juan Esteban confesó que venía con su hermana menor y la vio morir ahogada, en lo que al parecer es un caso más de contrabando humano.
El 26 de agosto del año pasado la bogotana Marcela Peña y su hija murieron en el desierto abandonadas por un coyote que las trasladaba de México a Estados Unidos. Ellas forman parte de los miles de migrantes anónimos que mueren cada año huyendo de su patria en busca de un sueño.
Estos dos casos ilustran el drama de connacionales que desesperados abandonan día a día el país.
En la ampulosa Miami y a lo largo del estado de la Florida la comunidad de desterrados más grande después de los cubanos es la colombiana, realidad que extrañamente nadie ni los medios de comunicación registran como es debido.
Según las estadísticas hay más de un millón de colombianos en el sur de la florida. Es de aclarar que los cubanos son los primeros porque desde hace más de sesenta años se instaló el gobierno represivo de los Castro que los ha hecho abandonar el país.
A pesar de vivir en un país de gobierno democrático los colombianos ocupamos un deshonroso segundo lugar en esta region de los Estados Unidos, como el país con más desterrados por encima de los de nicaragüenses y los venezolanos, que desde años atrás cuentan con gobiernos autoritarios.
Hay una Colombia Paria que no tiene prensa. Una Colombia sin tierra, como los más de 5 millones de desplazados internos. Una Colombia que viaja disfrazada de turista a Estados Unidos, a España y a los países vecinos. Seres condenados al desprecio y a la invisibilidad y que como pueden viven en el exterior sin esperanzas de regreso.
Hay una Colombia Paria que salió el 28 de abril del año pasado a protestar pacíficamente en Cali y otras ciudades para que el país y el mundo la vieran como una comunidad de seres humanos que reclamaban su derecho a ser escuchados.
Hay una Colombia Paria que está furiosa, que protesta porque le han robado su futuro, por los miles de millones que se roban cada año los corruptos, y porque en el congreso están sus victimarios, legislando en causa propia.
Hay una Colombia Paria que no olvida que el presidente Álvaro Uribe privatizó la salud, expropió al Estado y le entregó a particulares las mejores empresas: electrificadoras, bancos, la empresa de telecomunicaciones y más de 400 empresas nacionales.
Hay una Colombia Paria que sabe que sus enemigos son los políticos y la guerrilla, y no cree en la paz que estableció Juan Manuel Santos. Que está indignada porque sus congresistas ganan en dólares mientras el obrero de a pie gana en pesos, porque antes de nacer ya un niño colombiano adeuda millones de pesos al Estado.
Hay una Colombia Paria que no vota, ni siquiera en blanco, porque sabe que el sistema electoral es un engaño y que el nombre del ganador lo decide la registraduría aún antes de las elecciones.
Hay una Colombia Paria que quiere justicia, que quiere paz, empleo, derecho a la salud y a la educación. Que como las estirpes condenadas a cien años de soledad tan solo buscan una nueva oportunidad sobre la tierra.