Existen muchas maneras de ser hipócrita, pero ninguna es tan seria como la que desborda la clase política en un país tan complejo por sus problemáticas sociales como lo es Colombia.
El año inmediatamente anterior se discutió y aprobó un proyecto de ley con el cual los congresistas del Pacto Histórico celebraron que en este país se acababa el servicio militar obligatorio con el argumento de que los jóvenes no debían ser arrastrados hacia la guerra.
En el 2019, en un operativo de las fuerzas militares a un campamento de las disidencias de las Farc murieron desafortunadamente menores de edad pertenecientes a esa organización. En aquella oportunidad, Roicito, Ivancito y otros personajes mediáticos se rasgaban las vestiduras exigiendo investigaciones y responsabilidades penales de parte del gobierno Duque y por supuesto de su ministro de Defensa.
La semana anterior se conoció un video en el que se observaba la realización de una jornada lúdica en una población de Antioquia por parte de disidencias de Farc con niños, actividad en la que hubo espacio para regalos y propaganda alusiva a la organización delincuencial.
También vía Twitter se denunció en otro video el adoctrinamiento hacia un niño que no puede pasar de los 5 años, a quien se le observa vistiendo prendas militares y un brazalete de las Farc, y llevando un fusil de juguete. Todo esto aconteció en medio de un evento público ante la mirada cómplice de adultos.
Frente a estos lamentables hechos, ninguno de estos virtuosos políticos defensores de derechos humanos que abogan por la paz total de Colombia ha tenido la entereza de dar un paso al frente y tomar la vocería para exigirle a este tipo de organizaciones delictivas que dejen este tipo de prácticas cuestionables, sobre todo en situaciones en las que estén involucrados infantes.
Ninguno de estos grupos que han dejado a su paso sangre, dolor y muerte tienen autoridad moral para desplegar acciones en beneficio de la comunidad, cuando de lejos lo que están tratando es de generar canales para echarse al bolsillo a la población, ir perfilando a menores para sus filas y de paso hacerles creer que el enemigo es el Estado y sus instituciones.
Si lo anterior es preocupante, preocupa más la actitud de este gobierno para el cual parece que la consigna es dejar hacer, dejar pasar, mientras la delincuencia en todas sus modalidades sigue haciendo metástasis en el tejido social de nuestro país.
Hoy, las masacres, los jóvenes asesinados y los niños instrumentalizados por la delincuencia organizada dejaron de ser caballitos de batalla para criticar al gobierno y exigir respeto por los derechos humanos, hoy son gobierno y su mejor actitud es callar y hacerse los de la vista gorda.
Por ahí salió un comunicado del frente responsable de semejante atropello a los derechos de los niños, diciendo que lo seguirán haciendo, notificando que ellos son quienes mandan. Bien cabría preguntarnos hacia dónde nos está arrastrando este gobierno y su política de dejar de actuar para combatir el crimen, y qué estamos haciendo nosotros como sociedad para permitir que nos hundan en el lodo.
Señoras y señores, que uno tenga afinidad por un ideología o un gobernante no puede ser excusa para acolitar y callar ante lo mal hecho. O despertamos o serán los delincuentes quienes dictarán en Colombia las nuevas reglas.
