La clase política de Colombia se compone en buena medida de clanes familiares regionales que tradicionalmente han mezclado criminalidad, corrupción y control del aparato del Estado. La esencia de los clanes es el reparto de las posiciones de poder entre miembros de una misma familia, de manera que entre familiares son gobernadores, alcaldes, senadores, etcétera, etcétera.
Algunos de los más notables clanes están en la costa y han sido condenados por sus delitos, entre ellos se destaca el clan Gnecco, emparentado con la directora de la revista Semana. Pero hay muchos más: los Abadía en el Valle, los Araújo en el Cesar y los de la Espriella en Córdoba.
Y está el clan Aguilar en Santander. Este clan ha sido noticia recientemente porque Richard, el miembro del clan encargado de ocupar una curul en el senado, fue enviado a una cárcel (cárcel de lujo, como siempre ocurre con los corruptos en Colombia) por su participación en delitos para apropiarse de dineros públicos mediante la contratación en el departamento de Santander durante su “gestión” como gobernador.
El clan Aguilar tiene su origen en un oscuro coronel de la policía, Hugo Aguilar, que exhibe dotes de mago: con solo su sueldo de oficial de la policía construyó una fortuna que hoy se expresa en tierras y mansiones en distintos lugares del departamento, así como carros de lujo.
Pero el coronel Aguilar, como se le conoce en el departamento, no ha mostrado escrúpulos para meter sus manos en el delito durante su carrera como policía y político, incluso actuando como ladrón cascarero, ese que se pega de cualquier cosa: él mismo reconoce, orgulloso, el haberse robado la pistola de Pablo Escobar después de su muerte: Video policía Aguilar
Luego de su retiro de la policía (¿o durante?), el coronel estableció una alianza política con los paramilitares de Santander y logró construir una maquinaria que lo llevó a convertirse en gobernador del departamento. Desde allí construyó una maquinaria política tan poderosa que le permitió traer a su hijo Richard, entonces un desconocido en la política, y hacerlo elegir como gobernador, en tanto que otro hijo suyo, Mauricio, fue elegido senador. Con el tiempo la justicia logró condenar al coronel por sus relaciones con el paramilitarismo, por lo que el expolicía pasó varios años en la cárcel.
Posteriormente, la maquinaria política del clan, la misma de la alianza con el paramilitarismo, esa gigantesca empresa del narcotráfico y el crimen, logró que Mauricio fuese elegido gobernador, y Richard, senador, un enroque entre los vástagos del clan. Así pues, la gobernación del departamento ha sido ocupada tres veces por miembros del clan, primero por el coronel, después por Richard, y ahora por Mauricio, en tanto que los hijos del coronel han ocupado dos curules en el Senado. Y siempre el coronel manejando los hilos desde la cárcel.
Muchas veces se habló del manejo irregular de los dineros del departamento para enriquecer al clan y a sus aliados políticos. Al final, las investigaciones llevaron a que la Corte Suprema de Justicia enviara a la cárcel al senador Richard Aguilar por irregularidades en la contratación durante su “gestión” como gobernador. En la cárcel, Richard se reencontró con su padre, detenido nuevamente, ahora por fraude procesal, lavado de activos y enriquecimiento ilícito.
Ahora, con las dos principales figuras en la cárcel, el clan se apresta para llevar al ejercicio político a una mujer: la esposa del actual gobernador Mauricio Aguilar, a la cual quieren convertir en la dama del clan. El clan no renuncia a mantener a uno de sus agentes en el Senado a fin de realizar las gestiones necesarias para defender sus intereses ante el gobierno nacional.
Así funcionan los clanes políticos en Colombia: construyen su poder mediante el delito desde el poder, y cuando sus figuras van cayendo, las reemplazan con sus hijos o sus esposas. Por desgracia, se sabe que el coronel tiene varios hijos, aparte de los ya mencionados, así que piezas de recambio es lo que hay.
Queda por ver si, a la luz de los nuevos vientos políticos y sociales que desde hace unos años soplan en Colombia, la ciudadanía santandereana se distancia de un clan político-delincuencial que combina criminalidad y poder político, o si sigue votando por los mismos agentes políticos que se han enriquecido a costa de saquear las arcas del tesoro público mediante la corrupción, llevando a la miseria a sus conciudadanos.