El interés por limpiar está de moda, ya que es del consenso general que la buena higiene (de Higía diosa griega de la curación) evita la proliferación de microorganismos causantes de enfermedades. Prácticas de limpieza que fueron utilizadas con fines terapéuticos desde 3.500 años antes de Cristo (egipcios, cretenses minoicos, babilonios, griegos y romanos), junto a sistemas de saneamiento como alcantarillado, baños públicos (donde se podía disfrutar hasta de una sauna), acueductos (construidos para suministrar agua salubre). Cuyo conocimiento en materia de higiene —desarrollado durante siglos —, no fue transmitido a las siguientes civilizaciones, al ser una prerrogativa de la que solo gozaban las clases dominantes.
Hasta el punto que en la época del medioevo (período histórico de la civilización occidental comprendido entre el siglo V y el XV), la higiene personal en Europa era prácticamente desconocida. Dada una creencia arraigada por el entonces, sobre que demasiados baños debilitaban el cuerpo, recomendando —los médicos enciclopedistas — la limpieza corporal solo con hierbas medicinales. Prohibiendo durante las epidemias el uso del baño, "porque abre los poros, lo que facilita la entrada de las enfermedades". O también por causa de la marcada obsesión religiosa de la época, que hacía que las personas renunciaran a los baños, en particular si la limpieza del cuerpo resultaba placentera: ¿qué mejor para purificar el cuerpo, y sobre todo las intenciones, que evitarlos?, ... "más también hay grandes males que de su mucho uso resultan, que los que en ellos se juntan, se hacen lujuriosos, delicados y viciosos" (Margarita de Hungría 1242 - 1270, princesa de Nicea). Baños públicos que podían convertirse en una tentación moral, ya que en muchos lugares los tomaban juntos hombres y mujeres, y en los que la renuencia a tomarlos podría deberse sobre todo con una promiscuidad generalizada.
Edad Media que fue el tiempo de enfermedades y epidemias (tuberculosis, sífilis, cólera, difteria, viruela, fiebre amarilla), que se extendían sin control debido a la falta de saneamiento básico de las poblaciones, donde el promedio de vida solo alcanzaba una media de 35 años (acabando la peste negra con el 60% de la población europea entre los años 1.346 a 1.361). En el mediterráneo occidental (colonias griegas de Sicilia, sur de Italia y de Francia, vertiente mediterránea de España), "para lavar el cuerpo" se empleaba el aceite de oliva, cuya receta estaba redactada en los siguientes términos: “mezclad una parte de aceite con cinco de potasa, con lo que obtendréis una pasta que librará vuestro cuerpo de su suciedad más que el agua del río”.
A partir de la Contrarreforma de los siglos XVI y XVII (1545 a 1648), la Iglesia católica ejerció una influencia creciente no solo sobre la moral sino también sobre las prácticas corporales, imponiendo prácticas de higiene rápidas, selectivas y en seco, "frotándose con paños de lino suavemente sin debilitar la piel y dando mayor importancia a los lugares más expuestos a la vista". Tiempos donde el uso de perfumes y "de friegas en seco" reemplazaron al agua, y el llevar un vestido limpio, era indicador de una buena posición social, dado que lo más importante era la apariencia. Solo en la segunda mitad del siglo XVIII (1760), se comenzó a pensar que el agua templada podía tener virtudes calmantes, "al permitir fortalecer los tejidos, aumentar la fluidez de la sangre e incluso disolver los tumores". Hacia finales del siglo, con el invento francés de bañeras con desagüe (1790), se equiparon algunos hogares con cuartos de baño, convirtiéndolos en un lugar de descanso y de vida social.
A principios del siglo XX, los científicos descubrieron la teoría germinal de las enfermedades infecciosas y su origen microbiano (Robert Koch - Premio Nobel de Medicina y Fisiología - 1905), que al identificarlos pudieron ser controlados. Desarrollando posteriormente la industria de productos farmacéuticos, desinfectantes, dentífricos, desodorantes y jabones para el aseo personal (invento sumerio de 25 siglos a. C.). Que unidos a prácticas de salud pública, tales como la disposición de residuos y el imponer límites legislativos a echar las basuras por las ventanas; así como el tratamiento de aguas residuales, el mantenimiento de buenas condiciones de higiene y la importancia para la salud de tener un medio ambiente limpio, se convirtieron en parte de la cultura de la población occidental logrando disminuir la tasa de mortalidad en los niños y aumentar la expectativa de vida de los adultos a 52,4 años.
Rutinas cotidianas de limpieza que, como tradición cultural, son muy significativas en los países orientales. Formando parte de las festividades de inicio de cada ciclo anual en el oriente lejano, Birmania, Brunei, Corea del Norte y del Sur, China, Japón, Taiwán, Vietnam. Tradición en la que es de suma importancia hacer una rutina de purificación y de total limpieza en cada ciudad, casa, trabajo o negocio, antes de terminar el año; a fin de soltar lo que les mantiene limitados y "tomar consciencia de estar vivos, conectando con las energías que mueven los procesos de la vida". Que dentro del Feng Shui Clásico, también es importante "para que la energía de una propiedad fluya libremente, sin ningún tipo de obstrucción". Espacios en los que el Qi o Shi (energía que permea todo el universo), debe fluir en armonía y en toda su extensión, con todas las partes ventiladas e iluminadas y el total de pertenencias limpias, ordenadas y en uso, a fin de preparar la mente para recibir nuevas ideas y aprovechar al máximo todo lo que la vida brinda.
Práctica zen (坐禪 / chino: zuòchán; japonés, zazen / ざ ぜ ん) que según la filosofía de estos monjes budistas provenientes de Cachemira (India siglos I y IV d. C.), "se debe acometer con el propósito de liberar el espíritu de cualquier sombra que lo nuble", ya que ordenando y limpiando lo "de afuera" se siente menos caos por dentro. Convirtiendo su realización en una forma de meditación sobre las cosas que tenemos, "haciendo previamente percibir a través de los sentidos el tamaño, la forma o la utilidad de cada objeto". Monjes zen o Mahāyāna, en los que la limpieza constituye una parte importante de su formación espiritual, pues ocupa un tercio de su jornada diaria. Espacios de sus templos en los que siempre se experimenta una agradable sensación de paz: "en el suelo no se encuentra una sola mota de polvo, en el jardín no hay hojas marchitas, y al sentarse en la sala principal, inconscientemente, los sentimientos se serenan".
"Templos donde a diario el polvo se retira, para al barrer eliminar las pasiones y los sufrimientos mundanos; retirando la suciedad, para desprenderse de las obsesiones y del apego a las cosas". Limpiando siempre en las mañanas, antes de que se ponga el sol y ordenando lo del día siguiente antes de irse a dormir. Purificando el aire y llenando los pulmones de aire fresco, para que la labor de limpieza surja de forma natural: "ya que por más que se limpie, si el aire que lo rodea es turbio, el estado de ánimo se enturbiará también. Liberándose antes de toda preocupación, concentrándose solo en la tarea a realizar, y limpiando el suelo con esmero hasta lograr ver en el piso el reflejo del alma".
"Tratando todos los objetos con respeto, lo que implica que todas las pertenencias deben ser usadas, ya que la actitud de acumular posibilita la carencia. Y si las cosas no se usan, una buena forma de apreciarlas es regarlas o donarlas, a personas que puedan darles una nueva vida. Suciedad, desorden y abandono en nuestro interior, que crea obstáculos en nuestro espacio físico vital, al acumular energía estancada que no deja progresar o emociones negativas que no dejan avanzar".