La cumbres borrascosas de Estados Unidos
Opinión

La cumbres borrascosas de Estados Unidos

La cumbre de Ginebra entre Biden y Putin mostró la cruda realidad de que Estados Unidos ya no es el de antes

Por:
junio 21, 2021
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Al final de la Cumbre de Ginebra entre Putin y Biden, ambos mandatarios y la prensa internacional sacaron la conclusión “políticamente correcta” de que se abre una nueva etapa y que el encuentro fue cordial y un avance para la estabilidad mundial.

Sin embargo, esto no es tan cierto y se puede demostrar al analizar brevemente lo que ha constituido la política exterior de EE. UU. en estos últimos tres meses. Se podría afirmar sin duda que la cumbre significó un revés para EE. UU. y una prueba de que los esfuerzos de EE. UU. de liderar desde una posición de fuerza al mundo occidental y enfrentarlo a los enemigos existenciales de EE. UU., Rusia y China, han sido un fracaso.

El primer episodio ocurrió en marzo en Alaska durante una reunión de alto nivel entre EE. UU. y China en la cual participaron Antony Blinken Secretario de Estado y Jake Sullivan asesor de seguridad nacional por la parte de EE. UU. y Yang Jiechi director de la Oficina de la Comisión Central de Asuntos Exteriores, y Wang Yi, Consejero de Estado y Ministro de Relaciones Exteriores de China, La delegación estadounidense habló duramente y acusó a China de violación de derechos humanos en la región de Xinjiang con la minoría Uigur, en Hong Kong, en el Tibet y de amenazar la independencia de Taiwán, y China respondió con energía acusando a EE. UU. de la intervención en Libia y Siria, de la violación de derechos humanos en su propio país y de crear inestabilidad mundial con su hegemonía militar y financiera. Yang Jiechi señaló “Las guerras en el mundo –agregó– han sido provocadas por algunos otros países y han dejado un vasto número de víctimas. “Nosotros no somos partidarios de la política de invadir otros países mediante el uso de la fuerza, o de derrocar otros regímenes por varios medios, ni masacrar pueblos de otros países, porque eso solo causa caos e inestabilidad en el mundo. Y, al final del día, nada de esto le sirve a Estados Unidos tampoco”. Yang, le recordó a Blinken que Japón y Corea del Sur con quienes EE. UU. cuenta para cercar a China, son el segundo y el tercer socio comercial de China y que la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN), integrada por diez países de la región, es hoy el principal socio comercial de China, por encima de los propios Estados Unidos y de la Unión Europea.

El siguiente episodio fue la reunión de Ginebra entre Biden y Putin, que fue precedida de una visita al Reino Unido para decirle a Boris Johnson que un acuerdo comercial con el Reino Unido se demorará y que depende de la solución satisfactoria del tema de Irlanda. Johnson por su parte no se sumó a la intención estadounidense de endurecer la posición hacia China.

La reunión del G7 fue particularmente irrelevante pues los países del G-7 (Canadá, Francia, Alemania, Italia, Japón, Gran Bretaña y Estados Unidos) en 1980, representaban el 51 % del producto interno bruto mundial (medido a precios internacionales), mientras que los países en desarrollo de Asia representaban solo el 8,8 %. En 2021, los países del G-7 producen apenas el 31 % del PIB mundial, mientras que los mismos países asiáticos producen el 32,9  %.

El G-20, al incluir a China, India, Indonesia y otros grandes países en desarrollo, representa alrededor del 81 % de la producción mundial.

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En lugar de plantearse como quien dicta las reglas, EE. UU. tuvo que sentarse en una conversación de tú a tú con Rusia y reconocerla como una gran potencia

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Biden intentó presentarse a la reunión como el líder del bloque occidental, pero antes de ello tuvo que eliminar los aranceles a las exportaciones que Europa hace a EE. UU., desmarcarse de la posición extremista por parte de Polonia y los países bálticos que proponen un endurecimiento hacia Rusia y en lugar de plantearse como quien dicta las reglas, tuvo que sentarse en una conversación de tú a tú con Rusia y reconocerla como una gran potencia y concluir sobre la necesidad de un equilibrio estratégico que puede referirse a los acuerdos sobre armas nucleares, que implican un reconocimiento de la potencia de un país que, aun cuando tiene un presupuesto militar diez veces menor que el de EE. UU., lo equipara o supera en fuerzas nucleares y desarrollo tecnológico militar. Es un logro ruso que Biden no pusiera sobre la mesa el tema del gasoducto Northstream 2, sobre el cual EE. UU. anunció el retiro de algunas sanciones y que sobre Ucrania se remitieran a los acuerdos de Minsk en los cuales no participa EE. UU. Estos hechos, aunque parecen ser un ligero ablandamiento en la relación con Rusia en un esfuerzo de separar a Rusia de China,  son insuficientes pues la retórica antichina y antirusa, predomina en la política estadounidense y Biden no tiene margen de acción. La cruda realidad es que ya EE. UU. no es el de antes. Francia, Alemania e Italia no van a renunciar a sus negocios con el gigante asiático, tampoco Corea ni Japón y EE. UU. carece de un proyecto de desarrollo global como la nueva Ruta de la Seda y sus amenazas militares por estridentes que sean ya no amilanan a potencias en ascenso

 

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