Mientras billones de lucecitas de colores brillan en la noche del mundo e iluminan el cambio climático, en París los gobernantes valoran las soluciones y compromisos de estados y de la sociedad para garantizar la reducción de emisiones. El reto: la sobrevivencia y resiliencia de la vida en el planeta.
Y es así porque lo realizado a la fecha, y con un límite que es el 2050, el termómetro de 2 grados a partir etapa preindustrial nos marca 1 grado y las 400 partes por millón de CO2 y demás emisiones de gases de efecto invernadero rebasaron lo dictaminado como límite por el Protocolo de Kioto. El agravante es la inexistencia de compromiso vinculante que frene el derroche de consumo energético y de naturaleza ni las consecuencias del modelo económico que acelera el consumo frenético de recursos naturales, vertimientos y de víctimas del calentamiento que hoy nos consume.
Manuel Guzmán Hennessy aporta una estadística incontrovertible: entre 1971 y 1980 se produjeron 743 desastres climáticos, pero entre 1981 y 1990 la cifra aumentó: 1.534, y entre 1991 y el 2000 fueron 2.386; y se duele de que en la reunión del COP21 también se llegue a ignorar que entre 2001 y 2010 se alcanzó una cifra de 3.496 desastres. Miles de muertos y millones de desplazados o damnificados que no hay ceguera de poderoso que pueda ignorarlas.
En el corazón de esta cumbre hay un reloj con un tic tac cada vez más fuerte, de allí las palabras del secretario general de la ONU, Ban Ki Moomm, pidiendo que cada país -y especialmente los más contaminadores- se soprepasen en las iniciativas individuales ofrecidas frente al cambio climático para lograr un acuerdo eficiente y vinculante.
Hablamos de inversión en eficiencia energética, energías limpias y adaptación al efecto nocivo y devastador que afecta más a los que no lo producimos. La compleja discusión que en París se está dando cuestiona en esencia el modelo dominante del mundo como mercado y la ambición, sus responsabilidades y la verdadera determinación de no rebasar los 2 grados, lo que impondría límites a un modelo de vida, hoy insostenible.
Estamos ante un grupo poderoso de países ricos que han sido incapaces de ofrecer soluciones frente al deterioro del clima, las catástrofes ambientales y soluciones globales, solidarias. El modelo, además de riqueza, produce calor, pobreza, basuras y guerras. Incrementó el riesgo climático, la contaminación, depredación de la minería extractiva, desforestación acelerada, aceleración consumista, especulación y el egoísmo. Los crímenes ambientales son mucho y la impunidad es demasiado alta.
Por eso se pide un Tribunal de Justicia Climática.