Son tantos los desacuerdos entre Europa y América Latina, representadas respectivamente por la Unión Europea y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños, Celac, que es muy posible que la declaración de la cumbre, si es que la hay, no diga nada.
Los voceros de la Celac no presentan un bloque unificado, salvo en generalidades, pero esta cumbre, que no se realizaba desde hace ocho años, coincide con la presidencia de España en la Unión Europea y se celebra en un momento particularmente conflictivo de las relaciones entre los bloques de ambas regiones. España, por razones culturales e históricas, es la puerta de entrada de Europa en América Latina y al ejercer la presidencia intentará reforzar los vínculos birregionales.
Ya la UE ha suscrito tratados de libre comercio, llamados Acuerdos de Asociación, con Colombia y Perú (2012), México (1998) y Chile (2003), y tiene varios en renegociación, como es el caso de México y Chile, aunque el término usado es modernización.
Los países que tienen tratados vigentes parecen estar cómodos con ellos o al menos sus élites no proponen un replanteamiento. Deberían hacerlo, porque los resultados de estos tratados dejan mucho que desear. América Latina ha mantenido en ellos su estructura exportadora basada en materias primas y productos básicos, y en ella los hidrocarburos y minerales juegan un papel central. Hay una muy escasa y decreciente participación de las manufacturas en las exportaciones.
Existe ya un acuerdo entre la Unión Europea y Mercosur, suscrito en 2019 y que estuvo negociándose durante 20 años, pero no ha sido ratificado por la oposición de agricultores europeos que ven con preocupación la competencia de Brasil y Argentina.
Los tratados de libre comercio se han visto acompañados de Tratados bilaterales de inversión, que buscan garantizar la protección de los inversionistas europeos y facilitar la resolución de controversias inversionista-Estado en tribunales internacionales. Ya se ha oído una voz de protesta. La nueva canciller mexicana, Alicia Bárcenas, ha propuesto que las inversiones no se ciñan exclusivamente a los intereses europeos.
También los gobiernos brasileños han rechazado las nuevas exigencias de la Unión Europea sobre la deforestación del Amazonas y las nuevas propuestas en materia de cambio climático, que se esgrimen como un arma proteccionista.
Difícilmente se ratificará un tratado cuando crecen las tensiones por los enfrentamientos geopolíticos de la guerra en Ucrania y el fortalecimiento de los BRICS, que amenazan con ser un nuevo polo geoeconómico.
Aunque todas las partes afirman estar dispuestas a ratificar el tratado, en realidad difícilmente se podrá ratificar en la medida en que aumentan las tensiones mundiales por los enfrentamientos geopolíticos producto de la guerra en Ucrania y por el eventual fortalecimiento de los BRICS, que amenazan en convertirse en un nuevo polo geoeconómico.
La insatisfacción de muchos países latinoamericanos y caribeños es notoria al cuestionar la clase de relaciones que tienen con Europa. Siempre los europeos han salido ampliamente beneficiados y, más que crear nuevas fuentes de riqueza, se han concentrado en adquirir bienes públicos ya establecidos, tales como los servicios de electricidad, y en garantizar la provisión de materias primas necesarias para sus industrias.
Primero fueron minerales e hidrocarburos. Ahora, poniendo como pantalla sus prioridades ambientales, los europeos buscan litio, hidrógeno verde, y hierro, pero manteniendo la estructura de exportar productos manufacturados sin propiciar la transferencia de tecnología.
En búsqueda de un acercamiento con Latinoamérica, la Unión Europea ha desplegado en los últimos meses una intensa diplomacia, complementaria a la de la OTAN, como lo prueba la reciente gira de Úrsula Von der Leyden por Brasil, Argentina, Chile y México, en la cual anunció nuevas inversiones por cerca de 10.000 mil millones de euros hasta 2027 dentro del plan Global Gateway, el plan de inversiones de la Unión Europea. También Joseph Borrell ha hecho cinco viajes en el último año a la región, en los cuales anunció un énfasis en la asociación estratégica con la región para reforzar, según la retórica en boga, el “orden internacional basado en reglas y defender la democracia y los derechos humanos”.
En declaraciones durante una visita a Santo Domingo, Borrell había señalado que ante un mundo en el cual van a desaparecer los hidrocarburos, América Latina puede ser el nuevo Golfo Pérsico, refiriéndose a las reservas de litio de la región.
El conflicto de Ucrania está en el orden del día impuesto por los europeos, que persiguen a toda costa alinear a América Latina con la estrategia de la OTAN. Esta guerra a la que nos enfrentamos ahora, puntualizó Borrell, “no es un problema entre europeos, no es algo ante lo que los iberoamericanos se puedan lavar las vamos diciendo no es nuestro problema, afecta al equilibrio del derecho, de las libertades y del progreso del mundo”.
Dentro del proceso de acercamiento que la Unión Europea busca con América Latina y el Caribe han jugado un papel importante los viajes del presidente Gustavo Petro a España y Francia y Alemania y los coqueteos de varios gobernantes europeos con Gabriel Boric de Chile, mandatarios que parecen estar más en la agenda europea que en la agenda reivindicativa de la Celac.
El plan Global Gateway, cuyo eje es el sector privado, explícitamente quiere contrarrestar los planes de China, que había anunciado programas de inversiones por 300.000 millones para los países en desarrollo.
En vísperas de la cumbre, las tensiones han arreciado. La página Euractiv ha filtrado que la propuesta de declaración que llevaría la Unión Europea a la Cumbre UE-Celac incluía la necesidad de condenar la “guerra de agresión rusa contra Ucrania”, menciones que al parecer no han sido aceptadas por los latinoamericanos.
Como es bien sabido, en el seno de la Celac hay diversas y aun enfrentadas posiciones sobre este conflicto, pero en su propio proyecto los latinos han incluido una exigencia: que la UE otorgue cuantiosas reparaciones, pues los daños causados por la Europa esclavista no pueden quedar en el olvido. Y en lugar de apoyar en forma entusiasta la iniciativa financiera de la Unión Europea, se limitan a “tomar nota”. Añaden que se muestran en desacuerdo con imponer barreras comerciales unilaterales bajo pretextos ambientales.