Colombia es un país pluriétnico y multicultural. La gran diversidad de nuestro país da rienda suelta a múltiples expresiones artísticas y culturales que comprenden fiestas patronales, culturales y religiosas, artes plásticas, artes escénicas, artesanías, rituales, entre muchas otras, que significan la identidad de cada uno de los pueblos que las realizan.
Pero dentro de este cascarón de diversidad, transmitida con alegría y amor por la cultura colombiana, se esconde el progresivo abandono del estado y la precaria inversión en arte y cultura por parte del mismo. A duras penas ofrecen programas de estímulos con recursos recortados que obligan a los artistas a tomar una posición extremadamente competitiva que, en últimas, promueve la defensa de los intereses individuales y no de los colectivos en este gremio, con el fin de demostrar quién es el mejor o quien tiene la mejor propuesta para “ganarse el premio/apoyo”, dejando de lado la defensa de los derechos de los artistas, de tener una vida digna, de no morir en el olvido ni mucho menos en condiciones precarias.
En este momento ni siquiera se cuenta con un censo de la cantidad de artistas plásticos que hay en el país, ni de los profesionales ni de los empíricos, mucho menos se sabe cuántos se están graduandos de profesionales; adicional a esto, pocos conocemos la diferencia entre un artista y un artesano: el artista es quien produce obras para la apreciación artística y las da a conocer por talento y perfeccionamiento de su técnica, mientras que el artesano presenta obras por un oficio aprendido, con un fin comercial. El 83% de los artesanos no vive sino que sobrevive con menos de un salario mínimo dentro de un mercado imperfecto con gran cantidad de oferta y escasa cantidad de demanda.
El presupuesto anual para la cultura en Colombia es equivalente al recurso de una semana de funcionamiento de las fuerzas armadas. Cerca de 19.200 millones de pesos son destinados para programas de estímulos artísticos y culturales de todo el país. ¿Como pretende el estado construir una nación en paz cuando desde el ministerio de cultura ni siquiera se le da el valor que realmente merece el arte y la cultura? ¿A cuantos jóvenes e incluso adultos el arte los ha salvado de problemas de drogadicción, intentos de suicidio, alcoholismo y guerras entre pandillas o grupos armados al margen de la ley? Esto debería considerarse como parte fundamental de la salud mental de la personas y debería valorarse igual que la investigación científica.
Se trata de que nosotros, no sólo quienes somos artistas, sino todos los ciudadanos en general, nos apropiemos de nuestra cultura, que le demos el valor que esta requiere y merece, y nos unamos para luchar por los derechos de los artistas y por una cultura democrática, libre de la colonización mental que ha venido ejerciendo sobre nosotros las grandes potencias, especialmente la gringa. Una cultura a la que todos, sin importar la clase social, estrato o nivel de educación, tengan fácil acceso no sólo de forma on line sino en vivo y en directo.