Hace un año, por estos mismos tiempos, los del fútbol vivíamos un escándalo. Real Madrid, favorecido por un arbitraje dudoso del húngaro Viktor Kassai, eliminaba de la Champions al Bayern Munich. Los alemanes habían sido víctimas de dos decisiones: una de ellas, un gol de Ronaldo en claro fuera de lugar; y la más grave, la expulsión del chileno Vidal por una falta que jamás cometió. Bayern, con un hombre menos, sucumbió frente a Real. Todo ocurrió en el Santiago Bernabéu. Jugadores del Bayern, indignados, fueron al vestuario de Kassai a reclamarle con dureza, pero el juez no reportó el incidente en su informe.
Hace solo unas horas, Juventus vencía 3-0 al Real en el mismo Bernabéu cuando se produjo la jugada que le sigue dando la vuelta al mundo. El juez, Michael Oliver, inglés, de 33 años, con escasa experiencia en este tipo de definiciones (está en Champions desde la temporada pasada), sancionó penal. No era falta. Lo han dicho la mayor parte de los expertos arbitrales, lo han dicho la mayor cantidad de medios de comunicación, salvo los madridistas, que celebran el paso del Real a semifinales.
El zaguero Benatia no embistió a Lucas Vásquez. Vásquez, que no es delantero, se lanzó al área. No halló otro recurso ante la celosa marca del italiano, con el que hubo el contacto normal en este tipo de jugadas. La polémica seguirá, y Juventus llora su eliminación.
Pero este segundo episodio me hace recordar los tiempos oscuros que vivimos en Colombia en los años 80. El fútbol manejado por los Rodríguez, que con su dinero montaron un equipo con las mejores figuras del continente.
Ganar, a como diera lugar, era su objetivo. Entonces también vimos que los dirigentes metieron sus narices en las comisiones arbitrales y también en algunos medios de comunicación. Y había un jugador, Víctor Lugo, hábil puntero izquierdo, que con frecuencia se lanzaba en el área y era favorecido con cobros de penal, y muchos de los medios de comunicación en Cali coreaban que Lugo era tan brillante que convencía a los árbitros.
Los Rodríguez se apoderaron del fútbol. De todo. Si hasta llegaron a la Selección Colombia y la manejaron a su antojo. Y su equipo, América, que tenía grandes jugadores, ganaba títulos año tras año. Era un poderoso sistema montado para que no tuvieran rivales. Cultura mafiosa que envileció el fútbol en el país, lo postró y lo dejó por fuera de las élites del mundo por muchos años.
Esa misma cultura mafiosa, sin mafiosos, claro, es la que parece estar instaurando el Real Madrid en la Champions. No solo cuenta con los mejores jugadores, sino que además ha logrado ubicar en su estadio a débiles árbitros que termina manejando a su acomodo y sabemos también que tienen periodistas que son utilizados como validadores de las conductas del equipo.
Cultura mafiosa, en la que el dinero prevalece. El dinero por encima de la ética, del fútbol, de los resultados. Dos escándalos en dos años. Los afectados, Bayern, que ha ganado cinco Champions, y Juventus, dueño de dos títulos de la misma naturaleza.
Han vuelto a manchar un torneo bello por donde se le mire. Bello por su música, porque reúne a los mejores equipos, porque vemos fútbol, goles, talento y grandes jugadores. Pero, por el afán de triunfo, a como dé lugar, quieren empezar a matarlo. Ojalá en las semifinales y finales prevalezca el fútbol y no los intereses aviesos del más antipático de los equipos en el mundo por estos días.