¿Usted qué hará por la cultura de la ciudad? ¿Qué le modificaría al Plan Maestro de equipamientos Culturales? ¿Cuáles de esos equipamientos va a construir y dónde? ¿Qué va a hacer con la política pública de casas de la cultura? ¿Cuánto va invertir a través del IDCT y para hacer qué? ¿Cómo va a apoyar la producción y la circulación artística?
Seguramente si usted se apellidara Peñalosa, Pardo, López Obregón, Vernout o tantos otros candidatos y enfrentara estas preguntas frente a un auditorio cualquiera, se rascaría la cabeza o la barbilla, tomaría aire, quizás un sorbo de agua, y sacaría de la galería una de las frases de cajón que tanto le recomiendan los asesores de imagen, y que van desde: 'Hombre, francamente no he estudiado el tema', hasta un lapidario 'Ahí también gobernaré con los más honestos y los mas capaces'.
Pero si se apellida Garzón, Petro, Moreno o López Obregón también hoy, después de haber administrado la ciudad, harían y dirían lo mismo.
Desde las administraciones de Mockus, que pusieron un gran acento en el uso de actividades lúdicas para reforzar un mensaje de buenos comportamientos públicos, denominados “cultura ciudadana”, ningún aspirante a gobernante ha incluido la palabra cultura en sus manifestaciones públicas, ni siquiera para referirse a los movimientos masivos que organiza la ciudad en torno a los grandes conciertos de salsa al parque, rock al parque, tango al parque, filarmónica al parque, etc, lo cual no deja de ser un sarcasmo cuando los parques de la ciudad están tomados por la dejadez y el microtráfico.
Parte de la explicación viene de las dinámicas políticas de los gobiernos de izquierda que le entregaron el presupuesto a unos sectores del Polo Democrático que excluyeron a los demás, de izquierda o de derecha. Los damnificados se aliaron con Petro para excluir del poder a los del Polo y favorecer sus proyectos artísticos, excluyendo de paso al resto. La Secretaría de Cultura se volvió un poder inquisitorial; si no cree, pregunte por las casas de la cultura y las presiones que vienen teniendo las organizaciones que las han forjado para cederlas a privados amigos de los amigos de la Secretaría, copartidarios todos, claro. Y ni hablemos de la política de estímulos a la creación artística.
Otro elemento son las características de la población a atender. Los artistas, salvo los que hacen una arte partidista y militante, rara vez se manifiestan en favor de un movimiento u otro. La razón es sencilla: son muy fáciles de censurar. Basta con no contratarlos. Por eso es raro verlos en las discusiones de políticas públicas. Allí toma su lugar un sustituto imperfecto denominado gestores culturales. Especies de empresarios pero del dinero público.
La cultura, la recreación y el deporte es una gran ausente del debate político. Es una lástima. Ya que lo que poco que se investiga, como Encuesta de Consumo de Cultural 2015 de la localidad de Engativá, muestra que la población que ha tenido algún tipo de formación artística es más tolerante frente a las diferencias, lo cual, como intuitivamente lo postuló Mockus, contribuía a mejorar las conductas ciudadanas.
Y usted, señor candidato, ¿qué hará por la cultura de la ciudad? ¿Qué le modificaría al Plan Maestro de equipamientos Culturales? ¿Cuáles de esos equipamientos va a construir y dónde? ¿Qué va a hacer con la política pública de casas de la cultura? ¿Cuánto va invertir a través del IDCT y para hacer qué? ¿Cómo va a apoyar la producción y la circulación artística?