La cultura es vía de desarrollo para Colombia

La cultura es vía de desarrollo para Colombia

Porque la educación libera y genera autonomía

Por: Adriana González Correa
agosto 20, 2014
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La cultura es vía de desarrollo para  Colombia
Imagen Nota Ciudadana

Ahora que está de moda en el gobierno nacional, la apuesta por un proyecto educativo que supere ciertos niveles de mala formación conseguidos con veinte años de neoliberalismo incesante, es fundamental comprender ciertas lógicas del capital que nos ha llevado a tener la educación y la cultura en uno de sus niveles más bajos registrados históricamente.

A partir de 1991 Colombia fue un país que en su política de Estado priorizó el desarrollo del capital y del comercio sobre los derechos fundamentales de los ciudadanos. Esta apuesta dejó herida de muerte derechos como la salud y la educación cuya prestación comporta inversiones económicas elevadas, pues requieren además de infraestructura costosa un importante número de profesionales expertos de dedicación de tiempo completo.

Fue común durante este tiempo, observar la creación de grandes megacolegios para suplir “supuestamente” las demandas educativas del momento. Fue así como los pequeños colegios de fácil acceso a los estudiantes fueron desapareciendo lenta e imperceptiblemente, la nómina de docentes fue disminuida considerablemente y éstos se vieron abocados a dejarse contratar en las peores condiciones laborales (también operó para el sector educativo la deslaboralización), y cómo si fuera poco el constante cambio metodológico, pedagógico y de diseño curricular impuesto desde el Ministerio de Educación, terminó por erosionar los viejos, consistentes y efectivos modelos educativos sustentados bajo el minúsculo “Estado bienestar”. Sin olvidar que el hábito a la lectura en Colombia se hace a partir del castigo a los chicos y chicas que se comportan mal en clase.

Si en la educación básica llueve, en la superior ya no escampa. Muestra de ello y a manera de ejemplo irrisorio son los techos de la Universidad Nacional que ceden frente a los temibles aguaceros de la fría capital colombiana, como para mostrar en que anda la infraestructura educativa. Ahora bien, si analizamos otros tópicos de la educación superior se puede recordar que la financiación estatal de la investigación tiene un limitado presupuesto que dista enormemente del destinado a las fuerzas militares, y la nómina de docentes universitarios y de investigadores de plata es notablemente inferior a la de catedráticos, en la mayoría de las universidades públicas colombianas.

Es por ello que el auge de la educación privada sigue en ascenso en las clases medias y medio altas, toda vez que la educación pública no brinda a sus estudiantes estándares de calidad que les permita sobrevivir dignamente tan pronto culminan sus estudios. Valga la pena recordar que la educación privada siempre fue un privilegio de quienes tienen el poder económico en Colombia.

Pero es claro que la educación y la cultura van más allá de los claustros. Por ejemplo, las lánguidas bibliotecas públicas se han convertido en lugares deshabitados y desérticos, que ven envejecer en soledad a sus trabajadores, ante la incapacidad de ofrecer servicios que satisfagan realmente las demandas de los ciudadanos interesados en una vida intelectual. Las estanterías están llenas, pero de textos viejos y cargados de ácaros, que por su poca información y mínimo público, son consultados cada quinquenio. Los libros no se prestan más que las horas que el interesado pueda permanecer frente al mostrador -al estilo panóptico, por aquello que en Colombia se roban un mojado- de la abuelita que hace su turno diario para alcanzar la pensión. Ya ni hablemos de música, cine y documentales que brillan por su ausencia en los desteñidos anaqueles de las decadentes bibliotecas públicas colombianas.

Ahora bien, si no hay bibliotecas que permitan el acceso gratuito al conocimiento, diríamos que las librerías están llenas de clientes ávidos de comprar “conocimiento”, sin embargo, los visitantes y compradores también brillan por su ausencia ante el alto costo de los textos, que para filosofía, política y ciencias sociales ronda en promedio a unos 75mil pesos, y esto visto desde el salario mínimo mensual colombiano –que es el devengado por el 80% de la población- el costo de un libro implica el 12% de su salario mensual. Ya lo decía María Mercedes Carranza que una de las causas del bajo índice de lectura en este país es el elevado valor de los libros.

Es claro que después de contar cada una de las catástrofes de la educación y la cultura colombiana, el título que da vida a esta reflexión se refrenda así mismo, “la cultura es un artículo de lujo”, así lo advierte Hervé Juvin en Occidente Globalizado, un texto que se enriquece al calor de Gilles Lipovetsky y que analiza el estado del arte de la cultura en el mundo globalizado.

La globalización ha implicado un modelo único de administrar el Estado, y en Colombia el neoliberalismo ha hecho que el conocimiento, la cultura y el arte, se queden en manos de un selecto grupo que tiene acceso a todo esto gracias a su alto poder adquisitivo, no se depende de la inteligencia de las personas o el interés por acceder a la educación, sólo se depende del poder económico que comporta el acceso a bienes suntuarios, que sin duda para las clases populares la cultura, el arte y la educación ya lo son.

Es por ello, que ahora lo marginal es la cultura y la educación, hoy tenemos una inmensa mayoría cuyos hábitos de lectura no salen de Paulo Coelho, quien se ha llevado mi queso o la culpa es de la vaca, que son los títulos que se adquieren a 5mil pesos en los semáforos. La música que se escucha mayoritariamente es el regetón de Daddy Yankee y sus similares. El cine que se ve, es el de “el Hollywood copiado a granel” y vendido en las calles por 2 mil pesos y la cultura es la que se transmite noche a noche en los decadentes culebrones de mafiosos, que emiten los canales privados consiguiendo una audiencia descomunal. El capital alimenta y sostiene la diferencia de clases sociales, marcando lastimosamente unos abismos insondables entre las mismas.

Mientras se siga priorizando en el presupuesto a los militares, seguiremos manteniendo unos ciudadanos paranoicos, con constante delirio de persecución, que sólo se sienten bien bajo el amparo del pequeño y embrujador dictador, pero ignorantes e incapaces de pensar, actuar y elegir por sí mismos, porque la educación que libera y genera autonomía, es un artículo de lujo que sólo pueden pagar unos cuantos.

 

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