El mundo católico celebra con devoción la Semana Santa, en memoria de la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo. Sin duda, un espacio propicio para la reflexión. Un oasis en el desierto que recorremos, caracterizado por la pobreza, la discriminación, la violencia, el odio…
El Papa Francisco ha orientado su magisterio sobre la cultura del encuentro en la perspectiva de motivar al mundo, sin distingo alguno, para que seamos solidarios y respetuosos de todos los seres humanos. El Pontífice hizo especial énfasis hizo durante su visita a Colombia (septiembre de 2017), interpretando el drama doloroso de millones de víctimas de la violencia que ha generado sociedad enfrentada, enferma y profundamente polarizada.
El mundo actual necesita gobernantes líderes que tiendan puentes que nos acerquen para encontrarnos y posibiliten la convivencia civilizada. Manos que inviten, no que alejen o golpeen .Gonzalo Arango, orgullo de nuestra literatura, nos los advertía en su poema Revolución: “Una mano más una mano no son dos manos .Son manos unidas .Une tu mano a nuestras manos para que el mundo no esté en pocas manos sino en todas las manos”
Colombia debe insistir en la convergencia de las diversas culturas, tradiciones e ideologías. Tiene que ser posible encontrarnos los colombianos alrededor de propósitos comunes que permitan superar los desafíos de la barbarie e intolerancia. La polarización solo debe darse entre el bien y el mal, entre la vida y la muerte.
Nuestra Constitución señala muy categóricamente “Colombia es un Estado social de derecho (...) democrática, participativa y pluralista, fundada en el respeto de la dignidad humana, en el trabajo y la solidaridad de las personas que la integran y en la prevalencia del interés general" (Art. 1).
Todo buen ciudadano debe aportar para que la cultura del encuentro venza la cultura de la indiferencia. El Papa ha señalado que, a menudo, las personas “se cruzan entre ellas, pero no se encuentran. Cada uno piensa en sí mismo, ve pero no mira, oye pero no escucha… El encuentro es otra cosa”.
Es urgente recuperar la importancia del encuentro al interior de nuestras familias, que se ve interrumpido por la exagerado apego a los medios de comunicación que han profundizado la incomunicación en su interior. Si en la familia no hay encuentro, ¿qué puede esperarse en la sociedad?
No nos tratemos como enemigos, somos compañeros de viaje en nuestra patria, con el convencimiento de que el bien de cada uno se encuentra en el bien de todos.
La cultura del encuentro requiere de una actitud positiva de diálogo. Escuchar respetuosa y desprevenidamente al otro para captar sus ideas y necesidades.
Algunos estudiosos comparan la sociedad con un poliedro donde las diferencias puedan convivir complementándose y enriqueciéndose unas a otras.
El presidente Duque ha denominado su gobierno como un pacto por Colombia. Este se logrará si estimula la cultura del encuentro, sustentado en un pacto cultural que servirá de base para el pacto social y político teniendo en cuenta la rica diversidad cultural y regional, respetando el modo de ver la vida, de opinar, de sentir y de soñar de cada ciudadano.
Recientemente (Panamá, enero 2019), el Papa Francisco exhortó a los jóvenes de todo el mundo participantes de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) a seguir cultivando la cultura del encuentro para desautorizar a quienes siembran división y excluyen a los que “no son como nosotros… el amor verdadero no anula las legítimas diferencias, sino que las armoniza en una unidad... Encontrarse no significa mimetizarse, ni pensar todos lo mismo o vivir todos iguales haciendo y repitiendo las mismas cosas, escuchando la misma música o llevando la camiseta del mismo equipo de fútbol. No, eso no… la cultura del encuentro es un llamado e invitación a atreverse a mantener vivo un sueño en común. Sí, un sueño grande y capaz de cobijar a todos”.
Esperamos que por fin en Colombia resucite vida, la paz y la justicia social.