Hoy me pongo en los zapatos de los empleados de las cadenas que fueron visitadas multitunidariamente por compradores con el afán de aprovechar los descuentos del día, ofrecidos por el gobierno y en algunos casos restringidos o birlados por algunos.
Muchos dicen que esa actitud suicida obedece a la ignorancia de la gente. En cambio, yo creo que, en la mayoría de los casos y con el bombardeo de información acerca del peligro de contagio que ofrecen la cercanía con otras personas y la exposición a ambientes con aire recirculado, las personas tienen suficiente información para darse cuenta del riesgo real que corren al ingresar en esos escenarios, especialemente con la afluencia que se suscitó durante la jornada del día sin IVA.
Podría aventurar una que otra explicación:
- Como somos tan dados a creer en lo que nos plazca, tal vez sobrevaloramos la efectividad del tapabocas y consideramos que nos brinda un blindaje y una inmunidad suficientes frente al virus, y ya no necesitamos más medidas de protección.
- El flujo de información basura por redes (unido a nuestra tendencia a creer) tal vez ha convencido a muchos de que la pandemia no existe, que todo obedece a conspiraciones y que los centenares de miles de muertos son inventados: si en una cárcel como la de Villavicencio, con las condiciones sanitarias tan críticas con las que contaba, no hubo más muertos, habiendo tantos contagiados, la cosa no debe ser tan crítica.
En fin, está claro que la decisión de obtener un descuento a expensas de correr riegos es deliberada y autónoma; lo reprobable en este caso es el egoísmo, ese antivalor tan propio de la condición humana que se hizo expreso con el personal que le toca laborar la jornada al interior de esas superficies y con el resto de sus semejantes con quienes van a tener contacto posteriormente. Tanto a clientes como a empresarios les importó un comino la salud de los empleados y el nivel de contagio que puedieran generar esas muchedumbres una vez afuera del establecimiento.
Campea en nuestra sociedad la indisciplina, que en principio debió haber sido moderada por los administradores de los negocios en los que se presentaron los amontonamientos (hubo ejemplo de orden en muchos sitios) y sobre todo de las personas que se arracimaron como si se fuera a acabar el mundo antes de adquirir su soñado producto.
Queda claro que tratar de reactivar la economía ayudando al comercio es importante, pero más claro aún es que no basta con suministrar información sobre los peligros en materia de contagio; hay que ser más previsivos desde el gobierno y hay que dedicarle tiempo e importancia a trabajar sobre el mejoramiento de la cultura ciudadana, elemento este al que poco se le dedican esfuerzos y recursos.