Un ejemplo de inicio: no somos los colombianos los culpables de los males de Venezuela; esta gran Nación, como un tortilla, fue quemada por la derecha venezolana entre los 80’s y los 90’s, y fue eso lo que le dejó el camino servido a una izquierda bolivariana oportunista, el chavismo, que volteó la torta, cumplió su promesa, pero, incapaz, quemó el otro lado también.
La solución no está en más dedos acusando de cada parte, canibalizando su poder o añorándolo, en más división estúpida. Los ciudadanos deben asumir su responsabilidad, quitarse las camisetas sectarias, partidistas, coloradas y blancas, bajarle el tono a sus protestas, dejar de creer en mesías que hasta ahora solo los han condenado y empezar a hablar, a ponerse en los zapatos del otro, del que fue y el que es, el que tuvo y el que tiene, del que eran y el que son ahora, y darse cuenta que van en el mismo avión y que no vale desear que el otro caiga, todos van para abajo.
Ya no es tiempo de reclamos y sollozos, la bonanza acabó hace rato, se la comieron todos, la perdieron todos. Es hora de crecer. De tomar las riendas de su país en serio, de salir a la calle pero para hablar con el otro, escucharse y encontrar respuestas juntos, como un país, como una nación grande. Cambie, lector, Venezuela por Colombia y sigue siendo coherente la exhortación. Pero hay que recalcarlo, en Venezuela deben dejar de pensar que son Estados Unidos o Colombia los responsables de su actual desgracia, de su presente pobre e incierto.
Duele como en cualquier familia. Es doloroso lo que le pasa a Venezuela, pero no de ahora, no solo por la estupidez de Maduro o por los vacíos del chavismo. No. Es toda su historia desde Páez, pasando por Acción Democrática y el COPEI, pero ante todo, por sus decisiones políticas y económicas de los últimos 50 años o más y su ambivalencia social, su indiferencia a la realidad, su apatía a la verdad económica que tenía y la trampa del petróleo sobre la que construyó el futuro, su presente actual, mientras subsidió el pasado.
Más allá de las imágenes efectistas, vacuas y oportunistas de la mayoría de los medios de comunicación comerciales (dentro y fuera del país), comparto a lo largo de esta nota, para quienes están interesados en hacerse el contexto que le falta a las fotos de humo, bala y palo que siempre enmarcan las movilizaciones populares a través de esos medios, unos enlaces (en rojo) de diferentes análisis y estudios serios, hechos en varios años y por diferentes entidades académicas y/o investigadores, sobre la “enfermedad holandesa” venezolana y los antecedentes de la crisis económica y social que el socialismo del siglo XXI heredó y dejó crecer, oportunista pero incapaz, del capitalismo bipolar del siglo XX. Para los que entienden que opinar es una responsabilidad, no solo un derecho, buen provecho con este trabajo de curaduría de contenidos que comparto.
En Colombia no vamos por un camino diferente. Desde hace más de 10 años (sí, desde el uribismo y ahora con el santismo, su heredero) se privilegió la renta petrolera, la inversión extranjera en negocios extractivos, y se blindó la entrada de capitales desde lo fiscal con estabilidad, pero no se le exigió ni se le marcó una vía estratégica en transferencia de tecnología para la producción local, ni se estimuló que este capital extranjero se instalara en industria intensiva en mano de obra e innovación, también.
Hemos vivido más de una década en el sueño del petróleo, y sus vapores nos adormecieron y ahora pueden asfixiarnos como sucedió a nuestros vecinos: La des-industrialización en Venezuela es evidente y crítica, sobre todo porque nunca se estimuló ni estructuró un verdadero sector industrial exportador, aquí, en Colombia, a pesar de haberlo hecho en los años noventa, con sudor y lágrimas, estamos sintiendo ahora ese efecto de la dependencia de los hidrocarburos (y la estupidez de los TLC sin infraestructura competitiva, pero ese es otro tema) como receta de desarrollo, y ya olemos también el lado de la tortilla que se nos quema.
No se puede, no pueden los ‘patriotas’ y ‘bolivarianos’, ignorar todo el cuadro de la situación venezolana desde su origen, su proceso, hasta la verdadera salida, que no es más división sino autocrítica, responsabilizarse de lo mal hecho y trabajar honestamente por resarcirlo, sin lados ni colores. No habrá salida si la responsabilidad de la debacle se busca en el contrario político e ideológico o en el vecino: Venezuela requiere de la grandeza y la madurez de los venezolanos para salvarse.