Usted no se puede indignar, no tiene el derecho, al ver niños durmiendo en las calles, al saber que veinte millones de sus compatriotas viven en la pobreza, al saber que seis millones de personas han sido desplazadas, usted no tiene el derecho, ni se le ocurra, a sentirse mal cuando un indígena le pide una moneda en la calle, cuando se entera de las atrocidades de paramilitares y guerrilleros, usted no tiene el derecho a maldecir cuando un contratista se roba miles de millones de pesos, cuando la policía no llega, cuando la ambulancia no aparece, cuando el muerto yace en la puerta del hospital.
Usted no tiene derecho a sentir tristeza en el país más feliz del mundo, no tiene derecho a contrariar las decisiones erradas de los políticos de turno, no tiene derecho a gritarle a quien le dio el derecho de taparle la boca.
Usted no puede indignarse al saber que niños mueren de hambre en La Guajira, o que Yopal no tiene agua, o que el nevado se derrite o que la Drummond decidió cubrir de carbón los colares de las playas.
No tiene ningún derecho a pedir explicaciones a los alzados en armas, no tiene derecho a exigir la libertad de secuestrados o respuestas por un desaparecido, no tiene derecho llorar a los muertos de esta guerra, no tiene derecho, ninguno, porque los ha regalado todos por su propia cuenta.
Usted no tiene derecho porque es tan culpable como todos, por acción u omisión de lo que sucede en la tierra del sagrado corazón.
Usted no tiene derecho a exigir control político de sus dirigentes, no tiene derecho a exigir educación, salud, un techo digno, un trabajo honesto. Y No tiene derecho porque en un arrebato de domingo decidió cambiar todo por un pedazo de tamal, por una lechona y un paseo en bus.
Todo es su culpa, todo lo que pasa en Colombia es su culpa y debe dolerle, debería dolerle, todo es su culpa porque pensó que era mejor dejar a su suerte a los demás y los demás también, decidimos dejarle a su suerte.
Es su culpa por tener el derecho a actuar y no hacerlo, es su culpa por dejarse maniatar, por dejarse amarrar de pies y manos por los que sí saben del valor de un voto y sus consecuencias.
Es su culpa y todo es su culpa por votar pensando en el odio y en la guerra, por sucumbir al miedo, por no preguntarse más allá de lo que le han dicho los de siempre con los megáfonos de siempre.
¿Y ahora que sabe que todo es su culpa qué está esperando para dejar de culpar?
