Falsos positivos: ¿la culpa es de las 'vacas sagradas'?

Falsos positivos: ¿la culpa es de las 'vacas sagradas'?

Acercamiento a la comprensión de algunos de los aspectos psicológicos determinantes en los responsables de llevar adelante los 'Falsos Positivos'

Por: Danilo Torrado Blanco
mayo 17, 2022
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Falsos positivos: ¿la culpa es de las 'vacas sagradas'?
Foto: Cortesía

Acercamiento a la comprensión de algunos de los aspectos psicológicos determinantes en los victimarios del fenómeno de los Falsos Positivos

Este escrito surge de la necesidad de darle sentido a los testimonios que días atrás escuchaba en el marco de la audiencia pública realizada por la Justicia Especial para la Paz (JEP) en la ciudad de Ocaña, donde los victimarios coincidían en un aspecto fundamental además de su aparente arrepentimiento; todos relataban cómo al desarrollar los hechos no eran conscientes de lo que estaban haciendo, naturalizaban el crimen bajo la justificación de estar obedeciendo órdenes o respondiendo a las presiones de sus altos mandos, quienes conociendo lo que pasaba, miraban para otro lado mientras les exigían que continuaran manteniendo esos números. "Litros de sangre", se escuchaban por las radios de los batallones, sin importar el origen de dicha sangre.

En síntesis, el objetivo de este escrito no es otro que comprender la naturaleza humana detrás de uno de los sucesos más vergonzosos para nosotros como colombianos: los asesinatos extrajudiciales realizados por la fuerza pública contra civiles inocentes con el objetivo de favorecer las estadísticas de la "Seguridad Democrática" del gobierno de Álvaro Uribe Vélez, los mal llamados falsos positivos.

Quiero que imagines que disfrutas de un asado con 9 de tus mejores amigos, los conoces muy bien, son grandes personas, humildes, tranquilas, trabajadoras, por eso te caen tan bien, nunca se te pasaría por la cabeza pensar que pudieran hacerle daño a alguien, pero, ¿si yo te digo que sí?; que 6 de los 10 (contándote) serían capaces de matar con la única motivación de obedecer una orden; que si el acto lo realizan en grupo este valor puede incrementar a 8 de los 10.

1945, la Segunda Guerra Mundial encuentra su final, el objetivo de la humanidad es despertar de la pesadilla y analizar, en esos 6 años de irracionalidad, ¿qué hemos hecho?

Alrededor de 80 a 100 millones de personas muertas en 6 malditos años, sin contar las muertes postguerra a manos de las inclementes hambrunas.

¿Explicaciones para tal "suicidio de la razón"? Muchas, en principio se creía que fue la invasiva doctrina impuesta por Hitler y su propaganda goebbeliana la que habría desencadenado tal obnubilación en la consciencia de la sociedad alemana.

Que como producto de la imponente retórica del líder se habrían despertado sentimientos ultranacionalistas de venganza por lo ocurrido en la primera guerra mundial, lo que hizo que el grueso de la población alemana percibiera al resto del mundo como un enemigo, y como a todo enemigo, era necesario despojarle su humanidad, carecer de empatía hacia él para hacer más factible su eliminación sin culpas ni responsabilidades. Es decir, tal barbarie se concebía como un proceso individual generalizado en la sociedad alemana.

Para elaborar mis hipótesis me voy a basar en dos particulares historias.

Historia Número 1

En 1951 el Dr Solomon Asch realizó un importante experimento social para estudiar la influencia del grupo en el individuo, tomaba 9 personas de los cuáles 8 eran sus cómplices y uno era el sujeto de estudio, las sentaba a todas cuál salón de clases.

En el estudio se hacían 18 preguntas de opción múltiple basadas en tarjetas, ej: ¿de las tres líneas cuál es la más larga?, El objetivo era que las respuestas correctas fueran totalmente obvias.

Al iniciar, el grupo cómplice sabía qué respuestas dar para garantizar, por un lado, coincidir en las respuestas incorrectas y por otro lado dar 6 respuestas correctas y 12 incorrectas. Esto se repitió con más de 120 participantes.

¿Qué sucedió?, Algo que no esperaban, mientras que en las preguntas de control los participantes solo daban respuestas erróneas en el 1% de los casos, bajo la influencia del grupo este valor incrementaba al 36% y en algunos casos llegaban al 70%.

O sea, si el grupo decía que una hoja blanca era negra, la influencia que ejercía la respuesta del grupo en el sujeto hacía que dieran la respuesta incorrecta por encima de sus percepciones.

Primera conclusión, el pensamiento gregario, ese que nos obliga a adaptar nuestra conducta para pertenecer a un grupo, puede estar en muchos casos por encima del criterio del individuo a la hora de tomar decisiones, incluso por encima de sus preceptos morales más arraigados, todo esto porque la identidad del sujeto necesariamente tiene que estructurarse a partir de su relación con el otro.

Le Bon denominaba masas efímeras a esta reacción en cadena o por contagio dónde el individuo pierde su criterio personal, su conducta se elabora desde lo irracional y sólo está enfocada a seguir la dirección del grupo, desarrollando una euforia temporal hasta que dura relativamente poco hasta que el grupo se disuelve.

Imagínate con el camuflado, en tu casa te espera tu esposa y tu hijo recién nacido, estás en el batallón sintiendo la presión de tus superiores, escuchas que ya en muchos otros batallones lo están haciendo (combates falsos para reportar bajas), todos tus compañeros comparten ese tipo de historias con naturalidad, tu comandante te lleva con 20 compañeros más a hacer un “operativo”, finalmente te das cuenta que se trata de un asesinato extrajudicial, la orden es ejecutarlo; ves que todos tus compañeros, tal vez por tus mismas razones, deciden ejecutar la orden, ¿te opondrías?, Posiblemente pensándolo con ligereza acostado en tu cama se te hace fácil hacer juicios de valor y decir que no lo harías, pero piensa reflexiónalo sinceramente, no es sólo responder a las presiones naturales del grupo, es poner en riesgo tu vida, la de un padre, un hijo, un esposo.

Historia Número 2

Año 1961, el Psicólogo Stanley Milgram, asombrado por los aberrantes casos de eliminación masiva dentro de los campos de concentración nazis, quiso estudiar los límites de la obediencia e ideó un experimento cuyos resultados crisparon a la humanidad, estos fueron publicados en 1963.

Milgram se las ingenió para conseguir un grupo voluntarios bastante heterogéneo, de entre 20 a 50 años, donde había desde población con solo formación académica de estudios primarios hasta participantes con maestrías y doctorados. Lo que los participantes sabían era que iban a participar de un estudio sobre "la memoria y el aprendizaje".

Para el estudio seleccionaban a uno de los participantes y un actor que era colaborador del estudio y conocía de antemano el objetivo real del estudio.

Había dos roles uno era "profesor" y otro el "alumno", Milgram se las ingeniaba para que por "azar", el rol del alumno le correspondiera al actor y el de profesor siempre fuera del sujeto de estudio.

El "alumno" era enviado a una habitación contigua con un micrófono desde donde contestaba las preguntas realizadas por el "profesor", a este se le había suministrado un listado de preguntas y frente a él un micrófono, unos parlantes y una imponente consola mediante la cual debía provocarle descargas eléctricas al "alumno" una vez respondiera erróneamente; dichas descargas progresivamente iban en aumento desde los 15 hasta los 450 voltios (descarga que a todas luces era mortal).

El profesor escuchaba por los parlantes la reacción del alumno ante cada una de las descargas. Recordemos que el alumno era un actor, realmente no recibía las descargas, después de los 75 voltios el alumno ya empezaba a gritar, a los 200 los gritos eran desgarradores, y pedían parar, en la mayoría de los casos el profesor inquieto solicitaba detener el experimento, pero se les pedía continuar y así lo hacían; a los 350 voltios, que sabían podía ser mortal, el alumno dejaba de responder durante periodos de tiempo.

Los resultados fueron estremecedores, el 65% de los participantes llegaron a suministrarle al alumno la mortal descarga de 450 voltios y ningún participante se negó a aplicar descargas por debajo de los 300 voltios; es decir, los participantes eran capaces de matar a alguien por el simple hecho de obedecer una orden.

Segunda conclusión, estamos peligrosamente condicionados a obedecer órdenes, en este caso específico lo que sucede se debe, por un lado, a una condición generalizada y socialmente aceptada de la naturaleza benéfica de la obediencia y por otro lado existe una designación de la responsabilidad del sujeto que ejecuta la orden hacia el sujeto que la impone, lo curioso es que este sujeto, a su vez, realiza el mismo ejercicio psicológico de asignar la responsabilidad a quién le obedeció, lo que deja un vacío en la responsabilidad que permite que el acto, por más macabro que sea, se ejecute.

Nuestra fortaleza como especie no es otra que el trabajo cooperativo, debemos nuestra existencia a esa capacidad que ningún otro animal ha podido desarrollar como nosotros, evolutivamente nuestro cerebro ha ido desarrollándose de acuerdo a nuestras necesidades, pero siempre primarán los procesos neuronales que evolutivamente se desarrollaron con mayor antelación, es decir, prima la supervivencia sobre la emoción, la emoción sobre la razón y la razón sobre nada.

Hoy día contamos con procesos cognoscitivos tan complejos como la creatividad, el lenguaje, el pensamiento, la razón; previo a esto desarrollamos nuestro cerebro límbico, ese cerebro emocional que nos permitió establecer profundos vínculos con la manada que nos permitió otras formas de cooperación; y antes de esto habíamos desarrollado nuestro cerebro más primitivo, nuestro cerebro autónomo, donde se desarrollan procesos tan básicos para la supervivencia como la respiración y entre otras el principio de actuar en manada, y obedecer al líder.

Esto nos deja una última conclusión, quizás la más importante y con la que pretendo darle un poco de sentido a esta terrible tragedia, en la que, como expresaron sus victimarios, “padres quedaron sin hijos e hijos quedaron sin padres”; y es que no importa quienes creamos ser, cuan bien creemos que nos criaron, cuántos principios y valores creemos que tenemos, somos presas de las circunstancias, y es por esta única y axiomática razón que debemos con prudencia seleccionar la manada a la que decidimos pertenecer y a los líderes a quienes destinamos nuestra vida a obedecer.

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