Voté por Uribe una vez. La segunda no fui capaz. Al comienzo, creí que con él si se iba a matar la culebra, analogía que utilizo para hablar de las FARC. Y no voté la segunda vez, porque en vez de culebras, se mataron fue inocentes y pobres muchachos de las goteras de Bogotá. Eso ya me dio náuseas y se me salió del corazón esa apuesta. Se desnaturalizó su genuina intención. Se siente uno engañado por las metamorfosis kafkianas en la política. Y más, si se trata de lograr propósitos a costas de los más débiles. Ahora la culebra a “matar” son las propuestas del señor Uribe. Me sumo a ello. Esta es una culebra tipo Taipan (Oxyuranus), la más peligrosa. Se ubica en el top 1. El antídoto en consecuencia tiene que ser tipo 1A. Ojalá se alcance a fabricar.
La capacidad manipulativa —mezcla de acción teleológica y dramatúrgica— hizo que el país lo siguiera. Lo siguiéramos. Y que muchos aún lo hagan. Desenmascaradas sus acciones instrumentales, la Corte Constitucional le cierra el paso a un tercer periodo. Él, muy hábil incluso llegó a plantear la doctrina del Estado de la opinión, como sustento legal y político para aferrarse en el poder. Tesis pobre. Pero casi que cuaja.
¿Qué hacer? Fabricar la vacuna con urgencia para “matar” la culebra. Deberá contener una alta dosis de unidad en la diferencia. Otra, de desdoblamiento de egos. Una tercera, de hiperbólico altruismo por Colombia. Por la vida. Por la Paz. También otra de prospectiva política. Igualmente una de racionalidad. Si la culebra se nutre nuevamente, el país podrá retroceder en términos de la paz lograda. Paz que no es de la FARC ni para la FARC. Es de todos los colombianos. Incluido él. Con ello, quizás le demos la posibilidad que descanse y que nos permita dedicarnos a pensar otros temas. Los transversales para el desarrollo del país. Pensarlos, diseñarlos y ejecutarlos para que la Colombia desigual minimice la exagerada desigualdad. Desigualdad que raya en la vergüenza. Por ejemplo, vergüenza debe dar que aún haya pueblos de Colombia, que no saben qué es una universidad. Ni siquiera virtual, porque no hay internet. La autopista del presente.
Lástima que se haya deslegitimado la Unidad Nacional. Habrá que fabricar una estrategia transparente. No, acción teleológica. No, acción dramatúrgica. Si, acción comunicativa caracterizada por la verdad, rectitud y veracidad que son su norte. Y son las dosis de mayor concentración para poder construir un país vivo en todo. Los jóvenes educados. Las vías construidas y transitables. Los campesinos educados y productivos. Los hospitales humanizados y los profesionales y científicos produciendo conocimiento para el desarrollo. El antídoto, de esa guerra, que no nos quiere dejar un posible futuro, de ampliación de un mejor bienestar colectivo.
Mi ruego. Todos contra la culebra del odio. De nada sirve. Planteo la siguiente hipótesis. Si se trata de llegar al poder, —a veces no se puede vivir sin él— se le puede dar la oportunidad al mismo Uribe, si se compromete a matar la culebra. Esta vez —no, la que no mató— sino, matar la culebra del subdesarrollo que con él también fue evidente. Ya Santos mató la culebra principal, dejándola con vida. No hubo necesidad de aniquilarla literalmente.
Se puede, colombianos. Contrario sensu, por favor uníos hermanos compatriotas, como nos llama el hombre del articulito. Lo necesitamos. Es en serio. Y sino, paticas para que te tengo. Regresará una culebra, más envenenada y venenosa.