A 31 años del fallecimiento del maestro antioqueño, recordamos algunas de sus consideraciones sobre la problemática agraria en Colombia que cobran plena vigencia.
En las biografías sobre el pensador antioqueño se recuerdan sus pasos como docente de las universidades Nacional, Libre, de Antioquia, de Medellín y del Valle; sus doctorados honoris causa y el desempeño como asesor de Naciones Unidas, del Ministerio de Agricultura, del Instituto Colombiano de la Reforma Agraria y de dos presidentes de la República. Temas relacionados con historia, economía política, literatura, arte, psicoanálisis, filosofía y educación fueron objeto de reflexión del maestro autodidacta Estanislao Zuleta. Le quedó tiempo, además, para investigar sobre la cuestión agraria en Colombia, como quedó evidenciado en el texto La tierra en Colombia (1973).
En tal obra Zuleta identifica la problemática de tierras desde el periodo inmediato posterior a la Conquista hasta nuestros días, en relación con ciertos elementos, entre los que se cuentan: a) la contradicción permanente entre la posibilidad de acaparar la tierra por parte de propietarios que no necesariamente la trabajan y la necesidad de ella por parte de los cultivadores; y b) la pauperización y la explotación del campesinado. En referencia al primer elemento, han sido evidentes los fenómenos de acaparamiento, concentración y ociosidad de tierras en Colombia, de la mano con la demanda de acceso a la tierra de los trabajadores agrarios. El segundo elemento de análisis se constata a partir de los índices de pobreza e indigencia en las zonas rurales y la precarización laboral de los trabajadores del campo.
Contrastemos lo anteriormente expuesto con la realidad actual. El Transnational Institute (TNI) entiende el acaparamiento de tierras como un proceso mediante el cual se hace acopio de poder para controlar la tierra y otros recursos asociados, como el agua, los minerales o los bosques con el fin de dominar los beneficios de su utilización; una nueva forma de corporativismo agrario en el que se destacan empresas como Bayer, Cargill, Chiquita Brands, DuPont, Monsanto, Syngenta, Mac Pollo, Incauca, Riopaila Castilla, Racafé o Acepalma. Ligado a lo anterior, la concentración de la tierra se resalta con la información de Oxfam en cuanto a que el 1 % de las fincas de mayor tamaño tienen en su poder el 81 % de la tierra colombiana.
De otro lado, conforme a las cifras del Instituto Geográfico Agustín Codazzi, las tierras incultas, ociosas o subutilizadas, comprenden alrededor de 20 millones de hectáreas. Qué decir ante las cifras que presenta el DANE que dan cuenta de la situación de la población rural: pobreza monetaria (47,5%), pobreza multidimensional (39,9%), e ingreso mensual promedio cercano a 150 dólares mensuales, aunado a los contratos leoninos que se pactan con los campesinos para explotar su fuerza laboral sin garantizar su seguridad social.
El panorama no ha cambiado mucho desde casi medio siglo de publicado el texto de Zuleta. Sus ideas acerca de la violencia, el conflicto social y armado, y la democracia, también tienen vigencia en un país afectado profundamente en los territorios rurales por estos temas. El camino del diálogo y no el de las armas para ampliar la democracia, la educación como cultivo de pensamiento crítico y autónomo, el derecho a ser distinto, y el reconocimiento del otro son principios que deberían impregnar la realidad colombiana.
Valga entonces reivindicar a este gran pensador que falleció el 17 de febrero de 1990. Valga entonces recordar en sus propias palabras que “la desigualdad económica no es nunca una simple diferencia cuantitativa de bienes y posibilidades, sino que se concreta siempre en relaciones de dependencia y dominación de unos sobre otros” y que por tanto “de lo que se trata no es de cambiar de pastor, sino de dejar de ser ovejas”.