Las imágenes en los noticieros de televisión mostraban a campesinos de Boyacá y Cundinamarca sin saber qué hacer con decenas y cientos de bultos de papa. Angustia, desespero, rabia e impotencia eran las expresiones que se dibujaban en los rostros de los entrevistados. Pedían una sola cosa: ayuda.
En la reunión virtual de la junta directiva del Banco de Alimentos de Bogotá, una fundación creada hace 20 años por iniciativa de Monseñor Pedro Rubiano Sáenz, entonces Cardenal de Bogotá, con el objetivo de calmar el hambre de los más necesitados, todo el tiempo saltan inquietudes acerca de cómo ayudar más y cómo lograr más donaciones. La crisis de los paperos no fue ajena a aquellas dudas.
Cuando la reunión terminó el padre Daniel Saldarriaga, director ejecutivo del Banco de Alimentos, llamó al presidente de la Federación de papa, Germán Palacio, para llevar a cabo el plan que ayudaría en dos vías: comprarles a los campesinos a precio justo el producto y ponerlo en la mesa de quienes no tuvieran comida.
El pasado fin de semana se adelantó la primera compra. Con lista en mano Fedepapa identificó a los campesinos que más necesitaban el apoyo. Con las donaciones que llegaron para este proyecto, que fueron solidarias, el Banco de Alimentos de la ciudad compró los primeros 2600 bultos y esta semana se están comprando 5.000 más.
La semana pasada una docena de camiones cargados de papa boyacense, comprada directamente a los productores a través de la campaña a la que ya se han sumado cientos de personas.
La campaña tuvo eco. Movilizó empresarios e influenciadores como Daniel Samper Ospina que compró un bulto de papa para donarlo. La alcaldesa de Bogotá, Claudia López, hizo lo propio. Desde Barranquilla, el presidente de la Fundación Tecnoglass, Christian Daes, giró al Banco de Alimentos el dinero necesario para comprar 70 toneladas de papa para ponerlas en Barranquilla.
El excandidato a la alcaldía de Bogotá Rafael Pardo y sus esposa, la peridista Diana Calderón también compraron bultos de papa para donarlo, así como el también periodista Gustavo Gómez, director de 6am de Caracol Radio. Miles de Bogotanos se acercaron a puntos establecidos para comprarle a los campesinos papa a precio justo. A varios políticos también se les vio participando en la jornada, entre ellos Katherine Miranda
Al Banco de Alimentos fue el centro de acopio de la papa comprada. Tiene una bodega gigante de 4.500 metros cuadrados en la calle 19ª con carrera 32, en el centro de Bogotá, la cual se compró en 2005 por la necesidad frente al rápido crecimiento. Para aquella fecha, al hacer cuentas, faltaba un 32% para cerrar la compra del enorme predio. La chequera de industriales y el sector financiero se hicieron presentes en este proyecto donde siempre han pesado más las alianzas con el sector privado que los ausentes aportes gubernamentales.
Son dos pisos. La parte administrativa y el restaurante, donde se les prepara alimentación a los empleados del Banco, a un costo que es simbólico, ocupan una pequeña parte del predio. Todo el primer piso y la altura total de la bodega es usada para almacenar las donaciones que todos los días están llenando los estantes.
En este diciembre ya son dos décadas de haber sido fundado el Banco de Alimentos de Bogotá y de estar trabajando para llevarle un bocado a la gente que más lo necesita. Pero este año la crisis de la pandemia les obligó a meterle el acelerador más a fondo a las campañas de donación. Y los donantes respondieron.
Este 2020, tan difícil para muchos, el Banco de Alimentos fue una salvación al ser la vía para que en mesas vacías hubiera algo de comida. A través de 1572 instituciones que están vinculadas como beneficiadas, desde el 1° de enero al 15 de noviembre de este pandémico año se pudo atender a un millón y medio de personas con la entrega de casi 26 millones de kilos de comida. Una labor que se generó gracias a 7930 donantes.
Los bultos de papa que se encuentran hoy en la bodega están apilados en la zona de perecederos, junto a cebollas, frutas y otros productos que han llegado de Corabastos. Afuera hay parqueados seis camiones y junto a ellos hay una camioneta pequeña a la que dos monjas vestidas se hábito azul clarito están cargando de galletas, ponqués y leche. Las monjas llevan estas donaciones a un hogar de niñas que atienden ubicado en el barrio San Rafael.
Los camiones esperan su turno de llenado, trabajo que hacen dos operarios del Banco de Alimentos que con lista en mano van sacando de los estantes los productos que cada entidad adscrita al Banco ha solicitado como beneficio, de la que tiene que pagar el 10% del precio comercial, como valor solidario, que ayuda a la entidad a financiar un poco la compra de productos que no les son donados pero que si entregan a sus beneficiarios.
Uno de los camiones va para la localidad de Ciudad Bolívar, hacia una fundación que alimenta adultos mayores. Este carro lleva dos bultos de papa adentro, entre otras cosas más, como la esperanza de unos abuelos que van a comer bien y la tranquilidad de una familia campesina que ya no tendrá que botar o regalar o dejar perder o vender a precio injusto un bulto de papa que duró cosechándolo por seis largos meses en medio de un año que le desordenó la vida a más de uno.