Mientras despedía a su mamá el 29 de junio de 2013, Yohana Salamanca Jiménez se reafirmaba en su propósito: no dejar morir la obsesión que había perseguido a Gilma Jiménez: la cadena perpetua para violadores de niños y niñas en Colombia. El cáncer no le había dado el tiempo, pero allí estaba su hija Yohana para continuar con su cruzada. Así se lo prometió a su madre agonizante en los diez minutos que le dio el médico de la Clínica Country para compartir con ella.
Gilma Jiménez era directora del Departamento Administrativo de Bienestar Social –en la Alcaldía de Enrique Peñalosa en 1998-, cuando ingresó a las calles fétidas del Cartucho donde se consumían vidas en las drogas. Allí se encontró con un niño en cuclillas inmóvil en una esquina del barrio. Tan pronto como su mano rozó al pequeño, este se desplomó. Estaba muerto y había sido castrado. Esa imagen le marcó el derrotero de sus próximos 25 años de lucha.
Yohana tenía entonces veinte años y estudiaba Mercadeo y Publicidad, pero le interesaba la actividad pública y con frecuencia acompañaba a su mamá en sus jornadas. La apoyó a fondo desde que su mamá - siendo concejal- creó el “muro de la infamia”, la vallas públicas para evidenciar a violadores y asesinos. Una iniciativa que tumbó la Corte Constitucional, en defensa de la intimidad y el buen nombre en 2008.
Pero Gilma persistió. Buscó el camino del referendo. Empezó entonces a buscar respaldo ciudadano con “Firmemos por los niños”, que tuvo acogida desde un comienzo con más 3 millones de firmas. Yohana se integró de una a la promoción del referendo y junto a su mamá recorrieron el país mientras los camiones de Servientrega se encargaban de traer las cientos de cajas a Bogotá. A pesar de las 24 carpetas con unos más de dos millones de nombres avalados por la Registraduría, dos errores en los procedimientos ahogaron la iniciativa ciudadana: la Corte Constitucional declaró el proyecto inexequible en 2010.
Ese mismo año, Gilma Jiménez llegó al Senado con 180 mil votos por el Partido Verde. Fue su oportunidad para no dejar dormir su propósito. Yohana se vinculó a la UTL del representante a la Cámara Carlos Amaya. La llegada al Congreso coincidió con el diagnóstico de cáncer de útero, causado por el virus del papiloma humano. Diez meses de un duro tratamiento que después de 34 sesiones de quimioterapia el médico les dio parte de victoria frente a la enfermedad.
La tranquilidad duró poco. A los meses la senadora regresó a la Clínica del Country. Al parecer Gilma había entrado en la recta final de la enfermedad. El 29 de junio de 2013, puente de San Pedro, la gran protectora de los niños murió. Antes de perder los signos vitales, su familia de 18 integrantes pasó uno a uno a despedirse. Yohana adquirió su compromiso, un compromiso de vida.
Dejó a un lado el apellido paterno y pasó a llamarse Yohana Jiménez a secas. Pasó siguiente, desempolvar el proyecto de acto legislativo para reformar el artículo 34 de la Constitución e implementar la cadena perpetua a violadores, asesinos y secuestradores de niños.
En manos de la Comisión Primera del Senado estará el debate crucial para que el legado de Gilma Jiménez sea una realidad. El proyecto cuenta ahorita con el respaldo de los congresistas del Partido Conservador, MIRA y el Centro Democrático, en particular con el espaldarazo del presidente Iván Duque. El resto de bancadas liberales, verdes, de la U y de Cambio Radical están divididas sobre la polémica iniciativa mientras el Polo, Colombia Humana y el partido FARC se oponen ferreamente. La votación final en el Senado del proyecto - que ya tuvo 135 votos a favor y 22 votos en contra en la Cámara- será el próximo viernes 5 de junio.