La crueldad no puede ser la opción presidencial

La crueldad no puede ser la opción presidencial

la opción presidencial el 29 de mayo es elegir para dejar atrás la crueldad y el rencor como modo de relacionarnos. la vida puede aún ser una fiesta

Por: David Navarro Mejía
mayo 26, 2022
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La crueldad no puede ser la opción presidencial
Foto: Archivo

La sociedad colombiana parece consternada por lo que se ha vivido en medio del debate electoral que la llevara a elegir el próximo presidente el día 29 de mayo.

Conforme con las opciones electorales con que se han alineado vastos sectores sociales y políticos y dentro de ellos empresarios, trabajadores, campesinos, jóvenes, mujeres y adultos mayores, amén de las poblaciones afros, indígenas o de las llamadas minorías sexuales, así es el talante y la excitación con la que se pronuncian y defienden sus opciones presidenciales.

Pero la verdad es que toda la fiebre y efervescencia que se ha vivido, en parte lo debemos a que, por primera vez en la historia de Colombia, existe la opción real de que se elija a un presidente de izquierda en cabeza de Gustavo Petro, algo que en el resto de países de la región ya se ha experimentado hace décadas, o que otros inauguraron al inicio del presente siglo.

No deja de ser excepcional, sin embargo, que muchas de las alarmas que se han prendido, se atribuyan a fenómenos sobrevinientes, cuando lo único de veras nos ha impactado han sido las consecuencias que nos ha dejado la pandemia en la crisis social que ha generado en la pobreza nuevamente de millones de colombianos; que el giro nuevamente a la izquierda en América Latina favorece la opción progresista de Petro y que, como pocas veces, la alternativa de izquierda aprendió por fin a diseñar y organizar una campaña electoral moderna y a curarse de espantos contra la pureza política que siempre le vendieron sus más resueltos puritanos para que no hicieran causa común con figuras públicas que, por lo regular, siempre han estado con el statu quo, pero que ahora se arrimaron a la opción progresista.

Pero más allá de programas o modelos de desarrollo que se prefiguran en el relato de los candidatos en contienda, lo que en realidad está en juego en la presidencia, es optar por sentar las bases para dejar atrás un repertorio de prácticas retrógradas y arcaicas que no nos dejan avanzar como sociedad y como país; en unos casos bastantes visibles, pero en otros no tanto y, no obstante, tercamente le siguen amargando la vida a millones de nuestros conciudadanos y pobladores.

De modo que votemos, entre otras cosas, no solo contra la rampante herencia de corruptos de todos los pelambres que nos agobian y contra tanto criminal, visible o encubierto, que ha sembrado la geografía distante o cercana que nos ciñe, con la sangre de gente inocente y humilde.

Que votemos, sobre todo, para dejar atrás, otras prácticas y hábitos no menos perniciosos y abominables que nos martirizan: contra el acoso y el abuso laboral y sexual de jefes machistas e incompetentes; para dejar al margen los que abusan en la educación de posiciones de poder para no enseñar sino amargarle la vida a los estudiantes; contra los que se ufanan de educar a la niñez y han convertido la crueldad en práctica que obliga a millares y millares de infantes a levantarse a horas en las que deben dormir (Segato, 2018); que una vez en sus escuelas y colegios les niegan una ración de comida porque se roban los recursos que se destinan para alimentarles y cuidarles.

Votemos también para dejar atrás a los que creen que prestar un servicio es obligar a millones a hacer filas y a tomar turnos absurdos y disparatados, en especial en el sector de la salud o en el financiero.

Que también tengan su merecido los que todavía, en el campo, creen que los campesinos son siervos a los que se les puede engatusar con unas cuantas monedas o palmaditas en el hombro para preservar sus señoríos medievales.

También optemos por votar dejando atrás a los que, envenenados por experiencias de estrecheces en la vida, tomaron el camino del hampa y la delincuencia como justificación y convirtieron el uso de la fuerza y la violencia sin piedad en un nuevo método para enriquecerse y convertirse en otro verdugo más contra los que se ganan el pan diario con trabajos ordinarios pero llenos de sentido y cordialidad. Otro capítulo aparte es la crueldad del racismo que aún vive entre nosotros.

Elijamos votar, igualmente, contra los que han sembrado las vías del país de peajes abusivos que extorsionan legalmente a vastos sectores de propietarios que no les queda otra alternativa que pagar malas y estrechas carreteras; contra los que han convertido el freno a las muertes por accidente de tránsito en un negocio que distribuye cámaras de vigilancia por doquier para clavar comparendos a tutiplén que no educan a nadie y en cambio son parte de las redes que nutren el mal gobierno y son fuente de más rapiña y venalidad.

El inventario de crueldades que vive nuestra sentida sociedad es variopinta y de largo aliento, que dejar atrás algunas de las que se han numerado, constituye de por sí escalar a un país y una sociedad que podría entrar en las prácticas de una ética de la amistad y la cordialidad. No se trata de creer que los conflictos desaparecerán de la noche a la mañana, pero una presidencia incluyente y pluralista, de propósitos modestos pero firmes hacía el futuro, puede obrar lo que la clase dirigente de hasta ahora, no quiere comprender por mor de creer que ese es el camino para defender sus privilegios impresentables.

La verdad es que una opción presidencial equidistante de los círculos que han sostenido el status quo en Colombia, lejos de representar un peligro para una buena parte de ellos, podría ser el camino que nunca han encontrado para convertir a Colombia en un país igualitario, pero al mismo tiempo para que nuestra sociedad deje de ser un nudo de enconos y agravios.

Esa opción, además, evitaría tener que seguir haciendo grandes inversiones en ejércitos de vigilantes y escoltas que hoy nos inundan sin tener seguridad, lo que de paso mejoraría el ambiente de inversión y le ofrecería a los ciudadanos y pobladores de nuestro diverso territorio mejores oportunidad de vivir y dejar vivir, una frase que es parte la cultura humanista hispana, pero que resume en buena medida eso que alguna vez pudimos tener, o quisieron practicar nuestros mayores pero que en el país de hoy pareciera cada vez más un espejismo.

En fin, la opción presidencial el 29 de mayo es elegir para dejar atrás la crueldad y el rencor como modo de relacionarnos; es inevitable construir vidas lloradas (Butler, 2011), sí, pero que valga la pena porque, al fin y al cabo, en esta Colombia de todos, la vida puede aún ser una fiesta.

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