Es imposible saber a la fecha, qué es lo que realmente ocurre en Venezuela. Las campañas mediáticas exacerbadas de violencia han puesto un oscuro velo sobre las elecciones en la querida y amada hermana República Bolivariana. El volumen de noticias sobre el fraude electoral es el evento noticioso diario en Colombia. Ha sido tal el volumen de titulares que ha opacado, inclusive, noticias que abordan problemas colombianos.
¿Y cuál es la situación real? Imposible saberlo. No me puedo adscribir a un fraude de manera contundente, pues, no existen pruebas de ello o, mejor dicho, la única prueba es la creencia de que era imposible que Nicolás Maduro pudiera volver a ser reelegido para otro sexenio en Miraflores. Sustentan sus argumentos en las encuestas a las que han dado total respaldo estadístico y a las bocas de urna realizada por la oposición. Aún así, y sin estar muy seguro, el haber podido hacer fraude es una posibilidad que tampoco se puede obviar. En otras palabras, ni sí, ni no, solo organismos verificadores neutrales y objetivos, poseen el suficiente profesionalismo para certificar los resultados para casi todo el mundo, amañados.
Por el lado de la oposición, lo mismo. Ellos tienen resultados totalmente contrarios a los del CNE, acusado de ser un apéndice del gobierno; con las posturas progobierno del señor Jorge Rodríguez Gómez en contra de la oposición, a uno no le queda duda, sin embargo, insisto, no es suficiente para certificar un fraude.
¿Por qué emito el juicio de “lo mismo” para la oposición?, porque los resultados, producto de las actas recogidas por ellos, tampoco pueden ser verificados como válidos y, sobre todo, porque, como siempre ocurrió, la campaña de esta vertiente política fue siempre la de desprestigiar el sistema electoral, ya que, llegando a perder las elecciones, justificarían su derrota a partir de la trampa. No descarto la veracidad que pudiera haber en esas dichosas actas, pero, tampoco se puede meter la mano al fuego a su favor. Ellos quieren arrebatar el poder a costa de lo que sea, no me queda tampoco ni una duda.
En fin, todo es un verdadero zaperoco. Esto no se puede seguir profundizando al punto de la confrontación bélica, hay que hacer un pare y recontar los votos, no por el CNE que tiene ‘rabo e’ paja’, sino, por actores internacionales que sean ante todo ajenos a las posturas políticas que hoy por hoy tienen a Venezuela ad portas de una guerra que solo le serviría a una élite nacional e internacional. Los muertos los pondrán los pobres maduristas y los pobres de oposición.
¿Una postura a favor de Nicolás Maduro? No, señores. ¿Entonces, dictador? Tampoco. No es mi papel el repetir los mantras que la mayoría desea escuchar, pero si puedo asegurar, que, en la Amada Patria venezolana, se hace cada vez más impajaritable la alternancia en el poder. Veinticinco años de desgaste es demasiado, y más que veinticinco, los últimos once del madurismo que, seamos sinceros, no ha hecho bien las cosas, a pesar del miserable bloqueo que tanto aplaudió María Corina Machado y, aceptemos también, la lenta pero constante recuperación de la economía venezolana desde el momento en que se levantó el bloqueo económico-comercial contra este país.
El madurismo, que no es el chavismo, tiene mucho que ofrecer como oposición; sería otra tarea de tipo político. Pero para poder hacer un ejercicio completo, se hace también necesario bajar el tono de agresión discursiva. Todos los venezolanos son una gran nación, estamos de acuerdo con defender la soberanía nacional y no retroceder en entregar a cambio de nada la riqueza del subsuelo de la nación; pero, en últimas, quienes deciden esto son los mismos ciudadanos, al fin y al cabo, tanta riqueza en la actualidad ha servido de poco para mejorar la calidad y nivel de vida de nuestros hermanos del otro lado de la frontera oriental colombiana.
Hagamos el ejercicio, digamos que Edmundo González, triunfó en las elecciones pasadas. ¿Qué esperar de él?, ¿cómo va a recuperar la economía y la unión de la hermana Venezuela? La verdad sea dicha, es imposible que un hombre como González pueda hacer algo. Es notable su incapacidad y su nulo liderazgo. Sin Maria Corina Machado, este caballero septuagenario, es como lo que fue Duque sin Álvaro Uribe en Colombia, un títere que solo obedecía órdenes; don Edmundo, un anciano que se presenta bonachón y sumiso (las apariencias engañan a veces), no posee el espíritu del Estadista y ello es aún más peligroso para la democracia. El exdiplomático se prestó al no poder las Corinas (Machado y Yoris) presentar sus nombres. Craso error del CNE haber bloqueado a Yoris, porque, pensando en el futuro, era menos evidente la manipulabilidad que con González.
Si Edmundo se sienta finalmente en Miraflores, quien realmente poseerá su espíritu será Maria Corina, una prueba es la campaña misma; sentada al lado del oficial candidato, mientras ella ofrecía los discursos, él, sin saber qué hacer, solo miraba al suelo, ensimismado y rumiando su absurdo papel de ventrílocuo mudo (extraño oximorón). Una burla al pueblo mismo, aunque el pueblo antimadurista ha preferido al anciano títere y sin ideas a mantener el estado de cosas de los últimos once años. Un dilema de los más preocupante.
Con Maduro, la exacerbación política mantiene su vigor hasta el punto de casi generar una guerra producto de la intolerancia de las partes. Difícilmente en Venezuela, alguien se va a considerar neutral; con González, gobierna tras bambalinas, una señora que, de lejos, ha traicionado a su patria cuando solicitó la intervención militar contra su país. Claro, la señora Machado no acepta dicha acusación de apátrida, pues, para ella intervención e invasión no son sinónimos. Aún así, la incapacidad de la oposición no puede llevar a la vulneración de la soberanía de la nación. Sin ninguna duda, en Colombia una invitación a realizar una intervención sobre este suelo hubiese sido vista de muy mala manera. Tal cual, ha ocurrido en Venezuela. Para muchos colombianos y venezolanos el “Todas las opciones están en la mesa” de Trump, suena, como música a sus oídos; pero, para muchos otros, nos suena, a bombazos y ráfagas de metralla; muerte y desolación. Esta opción con un Trump presidente no es descartable. Está demostrado que cada vez que hubo una invasión estadounidense, las consecuencias fueron destrucción y muerte, y nunca se degustó un día de democracia.
La señora Machado, gobernada por la desesperación, aupaba a la intervención, y no faltaría el loco (Trump) que la escuchase; y es que, la candidata a la sombra creía que entrar a Venezuela era como invadir a Granada o a Panamá; y es que la candidata a la sombra creía que el problema era Maduro y ya, asunto resuelto; y es…que la candidata a la sombra esperaba que las fuerzas militares más maduristas y leales que nadie, tomaran partido en contra del gobierno. La realidad estaba superando a la ficción machadista que es en todo caso, buena parte del deseo de la oposición.
Al respecto, Victoria Dannemann, en un artículo para la DW en 2020 lo resumía así: “Tras siete años como presidente, Maduro no es un líder solitario aislado en un pequeño país. Los analistas prevén que una incursión armada en Venezuela sería una operación de gran magnitud y larga duración, con una extensa fase de estabilización y reconstrucción posconflicto. Un desafío mucho mayor que las incursiones estadounidenses en Panamá o Granada, en la década de 1980 […] Con una superficie del doble de Irak, Venezuela tiene 33 millones de habitantes y es la quinta mayor fuerza militar de América Latina, con 343 mil miembros, según el ranking Global Firepower” (DW, 9 de julio de 2020) y respecto de las fuerzas militares, esta misma redactora citando a Donadío explica que: “la gran mayoría de los militares se ha formado en el chavismo. El horrible del sostenimiento del régimen es que las fuerzas armadas no han decidido hacer algo diferente”.
Ni por medio de una operación a gran escala ni por medio de una campaña de bombardeos contra Venezuela, la señora Machado puede venir a exigir su derecho a sentarse en Miraflores. Ella no es digna de ese gran título de Presidente de la República. Qunce años de sanción es poco para la magnitu de su afrenta contra Venezuela. Aun así, lo que ocurra en los siguientes meses hasta enero del 25 en que el nuevo gobierno se instala va a ser determinante para el futuro de la nación.
Si Maduro se queda en el poder, va a ser difícil morigerar las emociones y sentires del pueblo opositor. Ellos están seguros del fraude; esa fue la campaña por debajo de la campaña, ¡fraude! Y entonces, al no entregar el poder, las fuerzas de las potencias van a iniciar una puja que puede traer mucha muerte y dolor. Rusia, Estados Unidos, Irán, China, Unión Europea, Colombia van a ser protagonistas posibles de una dantesca confrontación. Edmundo González (Maria Corina Machado en cuerpo ajeno) ya fue reconocido por las potencias occidentales; Nicolás Maduro, por las potencias orientales, y todo va a depender de a quien se elija como presidente en Estados Unidos; todo va a depender del papel pacificador de AMLO, Lula y Petro; todo va a depender del papel que jueguen Rusia y China en la defensa de su aliado en el Caribe; todo, todo dependerá de los intereses superiores de las grandes multinacionales petroleras y auríferas del planeta; todo dependerá de que el CNE se haga a un lado y permita un nuevo conteo donde organismos no gobiernistas ni pro-oposición hagan un trabajo profesional de alta costura.
En fin, la única solución está en manos de quienes deben mantener la paz en la hermana nación, sus dirigentes. Ellos no deben seguir exacerbando los ánimos, ya de por sí, hechos flecos; la comunidad internacional debe acompañar a Venezuela para bajar los ánimos y buscar mecanismos de diálogo, su tarea no es incendiar más el todavía regulable fuego prendido por el evento del 28 de julio en Venezuela. Solo una salida inteligente podrá ahorrar muchísima sangre y dolor. Potencias guerreras, ojo, Venezuela no es Panamá, Granada o Iraq. No se equivoquen.
ALGO MÁS:
Una secuela de todo lo anterior, tiene que ver con el cada vez más inocuo papel de la OEA en manos del señor Almagro. En una situación como la actual este organismo es mucho menos protagónico que el papel de los Tres líderes progresistas que son AMLO, Lula y Petro. Gracias a los tres líderes por no unirsen al coro de los guerreristas de ambos lados. Gracias por conservar la mesura y buscar salidas racionales y pacíficas.