Los principales medios de comunicación del planeta fijan hoy sus cámaras sobre nuestro hermano país de Venezuela, pues en medio de la crisis, Nicolás Maduro realizó un acto de posesión a su voluntad, luego de unas elecciones polémicas y sin ninguna garantía de transparencia; la desgracia que viven millones de venezolanos amenaza con perpetuarse 6 años más. Por esto, como demócrata, no reconoceré a Nicolás Maduro como presidente de Venezuela, y hago un llamado para que termine esta crisis que tanto dolor y sufrimiento ha traído a su propio pueblo.
¿Cómo se pueden entender las implicaciones de este acto de posesión? He querido adentrarme un poco a la realidad de Venezuela y su pasado para comprender lo que allí se presenta.
Hablar de la historia política de Venezuela es hablar de dictaduras, ya que durante casi todo el siglo XIX solo las guerras civiles las interrumpieron. En 1908 arribó al poder Juan Vicente Gómez en medio de una Venezuela empobrecida y endeudada, más en 1910 descubrió un recurso natural más valioso que el oro, el petróleo. En menos de 10 años, Venezuela se convirtió en el mayor exportador de crudo del mundo, y su deuda exterior simplemente desapareció. ¿Sirvió esta nueva riqueza para desaparecer la pobreza entre los venezolanos?, pues no, el analfabetismo y la desigualdad seguían oprimiendo a su sociedad, y como ocurre en la mayoría de las economías monoproductoras, se descuidaron otros sectores de la producción como la agricultura y otros tipos de industrias.
Tras la muerte de Vicente Gómez en 1935, vendrían más dictaduras, hasta que el Coronel Marco Pérez Jiménez fue derrocado en 1958. La democracia sería entonces la última invitada a la fiesta petrolera, y a partir de esta fecha todos los gobernantes se elegirán mediante voto popular. Venezuela disfrutó del alto precio del petróleo, y la bonanza elevó el nivel de consumo y el desarrollo en infraestructura. Con cifras positivas, el presidente Carlos Andrés Pérez se abalanzó sobre las utilidades de esta industria y la nacionalizó, pero la bonanza se acabó y el país sufrió un duro golpe a sus finanzas públicas, viéndose obligado a buscar crédito en otros países. El precio siguió a la baja, y acto seguido el presidente Pérez Jiménez implementó duras medidas de recorte y ajuste, es decir, las clases populares sufrieron la peor parte.
El comandante Hugo Chávez, un llanero con rasgos de mulato, docto en la biografía de Simón Bolívar, simpatizante de Fidel Castro y muy apreciado entre sus filas, lideró un plan de golpe de Estado que fracasó, pero que daría inicio a un plan mayor. Siete años más tarde, este mismo hombre ganaría la presidencia con un atractivo discurso de Revolución Social, que pretendía solucionar la histórica desigualdad repartiendo la riqueza del petróleo. Así, el socialismo arribó al país caribeño para quedarse.
Durante los siguientes años su sociedad se dividió entre quienes apoyaban a Chávez, especialmente las clases populares que lo reeligieron en cuatro oportunidades, y aquellos que fueron estigmatizados, expropiados, censurados y exiliados. A principios del 2000, y gozando de un buen precio del barril de petróleo, Venezuela lideró un bloque de países anti imperialistas, torpedeó las negociaciones del ALCA, y minó con su discurso a casi todas las democracias del hemisferio. Sería entonces un cáncer el responsable de ponerle punto final de la era Chávez, pero no al Chavismo, hoy perpetuado con Maduro a la cabeza, y con un discurso mucho más radical en medio de la crisis humanitaria más profunda y desgarradora de los últimos tiempos.
La gravedad del asunto no es un tema exclusivo de Caracas. En su libro Hacer, cumplir, avanzar, el excandidato presidencial Germán Vargas Lleras recordó como en 2001 adelantó un polémico debate de control político en el Senado de la República. Allí, desenmascaró todo un plan militar expansionista para incursionar y retener nuestra península de la Guajira, complejos ejercicios militares y detallados planes tácticos fueron denunciados en su momento. Tiempo después el país recordará a influyentes miembros de la antigua guerrilla de las Farc participando de actos protocolares en el Palacio de Miraflores, sin importar que sobre ellos pesaran órdenes de captura por narcotráfico y terrorismo.
Pero ninguno de los actos más desafiantes del desaparecido Hugo Chávez se puede igualar a los rostros de millones de venezolanos que deben migrar por toda la región huyendo del hambre, la inflación y la pobreza. La imagen diaria de cientos de familias cruzando el paso fronterizo en Cúcuta es cruel, y muchas de estas familias terminan por engrosar los círculos de pobreza de ciudades como Bogotá, Cali o Medellín cayendo en la delincuencia y la prostitución.
Esta tragedia ya es internacional, Colombia necesita actuar pronto y fortalecer los mecanismos para atender a los migrantes que ingresan a nuestro país. Necesitamos identificarlos, saber quiénes ingresan con antecedentes, incluso el servicio de inteligencia nacional debe reconocer posibles agentes y espías. Las medidas son urgentes, no podemos esperar más.