Colombia es el país donde todos nos creemos analistas políticos y de actualidad. Los colombianos tenemos la capacidad extraordinaria de tener una opinión sobre todo y de pensar que nuestra opinión es más relevante que la de los expertos y sabemos más de política que cualquier politólogo promedio. Este hecho se reproduce de manera peligrosa y brutal en los medios de comunicación y entre las personas que dedican su vida profesional a ser “opinadores” profesionales. Nos encontramos en un país donde cualquiera puede aparecer escribiendo columnas de opinión, opinando en programas de radio y televisión, o simplemente siendo citado como fuente de autoridad, lastimosamente, algunas veces sin criterios claros o con una experticia que pueda ser probada, más allá de algún puesto gubernamental.
Uno para ver esta crisis puede simplemente leer alguna columna de un diario nacional, escuchar cualquier programa de opinión o noticiero y encontrarse con comentarios, aseveraciones y afirmaciones muchas veces descontextualizadas, difamatorias, parcializadas y poco cercanas a la realidad. Es que el problema es que por responder a lo frenético de la realidad colombiana, intentan hacer el análisis coyuntural instantáneo pero no pasan sus reflexiones por los filtros necesarios para convertirlos en información pública. Yo considero que en este aspecto tienen mucha responsabilidad los encargados de la edición y dirección editoriales de los medios de comunicación. El papel de los medios de comunicación en una sociedad democrática, plural e incluyente es servir como informadores de los ciudadanos y proponer una visión sobre temas especial, sin necesidad de asumir una postura o difamar personalidades de la opinión pública. Es necesario ser menos flexibles con los criterios editoriales que se usan, en nombre de la democracia y de la defensa de la libertad de opinión y expresión.
Un segundo aspecto relevante es como la opinión en Colombia está monopolizada por los hombres, y además los hombres que pertenecen a los sectores que dominan la opinión pública. Esto es un reflejo de la forma en que está estructurada nuestra sociedad: una sociedad profundamente machista, llenas de prejuicios y donde las mujeres siguen siendo relegadas a un segundo lugar. En las mesas de opinión solo hay una mujer, o no hay, hay pocas buenas columnistas mujer. El gran problema es que cuando hay una mujer en un espacio de opinión esta debe asumir el papel de la mujer sumisa, gentiles, siempre aprueben lo que dicen los hombres y discutan sin subir el tono, para no parecer un hombre. Esto bastante bien reflejado por Sandra Borda en su columna de hace unas semanas en la Revista Arcadia. Es una crisis de inclusión, no solo con las mujeres, sino también son los sectores minoritarios, de izquierda, los LGBTI, los campesinos y demás sectores minoritarios que presenten una opinión diferente al común de los “opinologos”, todo esto sin importar su formación, su papel en la sociedad, su talante o dignidad.
El problema es que los espacios de opinión están monopolizado desde los grandes medios de comunicación que pertenecen a grandes conglomerados de económicos y políticos que asumen líneas editoriales muy claras y concretas. Unos en contra de la paz, otros discriminatorios, otros neoliberales y así. La construcción de espacios de opinión plurales y de acceso para todos es necesaria. Yo rescato sitios como Las Dos Orillas, La Silla Vacía, Al Poniente, El Fichero, Verdad Abierta y entre otros más que se convierten en espacios que analizan la verdad desde diferentes ángulos y recogen las diferentes miradas de un mismo hecho desde las diferentes perspectivas posible. Además que los ciudadanos con facilidad pueden participar y expresar sus opiniones de manera autónoma, sin presiones, y con posibilidad de ser publicados. Este es un gran reto para Colombia: que las comunidades sigan construyendo medios comunitarios que centren su atención en comunicar como medio para informar y promover el acceso popular a la información. En una sociedad, como la del Siglo XXI, la información es poder porque estamos en la Sociedad del Conocimiento donde la información es más poderosa que el dinero y las armas. El acceso popular y plural a la información, tanto oficial como alternativa, es uno de los grandes requisitos para la democracia, como lo menciona Dhal en su famoso Texto La Poliarquía o nuestra propia constitución al contener el derecho a la libertad de prensa, libertad de opinión y libertad de expresión.
El reto en una sociedad como la colombiana es grande, pero no es imposible. Estamos en un momento en el cual estamos todos buscando la transformación radical de nuestra sociedad hacia la construcción de una democracia más amplia, más incluyente, más diversa y donde todos tengan lugar en ella. Por tanto, democratizar el acceso a los medios de comunicación de todos los integrantes de nuestra sociedad es un requisito fundamental si queremos fortalecer la democracia de la cual tanto nos ufanamos. Es necesario aquí hacer un comentario: el hecho que Colombia durante mucho tiempo haya tenido elecciones periódicas y sin interrupciones, no la hace la democracia más antigua del continente americano. La Democracia va mucho más allá, es el respeto de libertades, la posibilidad de participación y opinión a todos, el respeto de las minorías frente a los de la mayoría y la posibilidad de disentir sin que te conviertas en víctima de persecución. Colombia debe migrar hacia una democratización de nuestros medios de comunicación, más enfocados en la búsqueda de la verdad, la objetividad y la multiplicidad de opiniones, porque los hechos y las noticias se construyen desde las diferentes posturas, visiones y miradas. Es necesario hablar de inclusión a todos, porque si no seguiremos perpetuando esquemas tan antiguos como el origen de nuestro conflicto.
@joshfersalcedom