Ucrania lanza misiles a Donbás y Rusia contraataca.
Genocidio en Gaza tras una cruel masacre de Hamás en Israel.
Yemeníes hutíes asaltan barcos en el Mar Negro y la OTAN replica.
Irán arremete en Pakistán y este responde con la misma moneda.
Triunfan los independentistas en Taiguán y China los mira de reojo.
Korea del Norte le muestra los dientes a la del Sur.
África sigue sumida en conflictos étnicos y golpes nacionalistas.
En el Esequibo se quieren meter el Tío Sam y el sobrino Reino Unido.
La derecha gaucha eligió un cretino que trata a Petro de asesino.
Cohetes poderosos y humeantes llevan satélites espías al espacio. Son lanzados por contingentes militares que ahora no son simples fuerzas aéreas, sino aeroespaciales. Y después serán galácticas, con astronaves como el Corazón de Oro, el Enterprise o el Millenium Falcon. Esto si en el futuro hay un gobierno mundial y aceptan a la Tierra en la Federación Unida de Planetas.
Nuevos proyectiles con múltiples cabezas nucleares son almacenados en subterráneas ciudades-búnker, dispuestos a ser desplegados en plataformas de lanzamiento en caso de… ¡bip, bip, alerta roja, bip, bip, alerta roja!
Superbombarderos de última generación salen de colosales hangares a probar sus cualidades de mayor velocidad, resistencia y maniobrabilidad. Algunos parecen naves extraterrestres, así que no te asombres si un día de estos ves un platillo volador arriba de tu casa, bloque o edificio.
Botados al mar desde gigantescos astilleros, submarinos tipo Poseidón e imponentes portaaviones ─y otros navíos de guerra─, entran a surcar las agitadas aguas de los siete mares como feroces neptunos.
Los presupuestos para defensa nacional suben y suben y están por las nubes en la mayoría de los países del mundo. Quizás con la excepción de Costa Rica y un sinnúmero de islas-Estado del Pacífico, que no tienen ejército.
Mejor aterricemos y abreviemos: continúa la amenazante crisis global de la resurgida guerra fría con sus mil disputas y tensiones bélicas.
Un loco de atar puede prender la mecha de un tote atómico y se podría incendiar la biosfera de nuestra querida Tierra-Gaia-Pachamama.
Nadie quiere ser Nostradamus, Casandra o ave de mal agüero. Pero cómo se hace. Toca tocar el tema. En esto estamos como el poeta mundo solo, nihilista y frustrado de la novela de Antonio Caballero, Sin remedio.
Bien, en teoría sí hay soluciones. Aunque contradictorias.
Pasa, sucede y acontece que un plan neoliberal es muy distinto a uno socialista, y siempre hay medidas con peligrosos ingredientes extremos y reacciones inesperadas. También hay sosegadas estrategias término medio, o sea centristas. El abanico de posibilidades es amplio en el papel, pero la realidad que dicta el presente será solo una y así lo consignará la historia.
Hemos visto películas y leído libros de ciencia ficción con todo tipo de visiones premonitorias. Harta es la imaginación de los Asimov, Clark, Bradbury, etc., para vislumbrar finales apocalípticos o desenlaces angelicales.
Colombia tiene protocolos para enfrentar cualquier posible zaperoco mundial bélico. Se supone.
¿Qué puede hacer el gobierno?
Las respuestas son ultrasecretos de Estado. A estos solo tienen acceso Petro, Iván Velásquez y el resto de la máxima cúpula militar que se puede contar con los dedos de una mano. Me imagino que, de acuerdo a cada crítica coyuntura internacional de importancia para el país, se actualizan los planes de reacción. El comandante en jefe, de acuerdo a consenso con los asesores, dirá que se arranque tal pedazo de página del manual respectivo y se pegue uno o varios párrafos que incluyan nuevas prevenciones.
Por ejemplo, si la guerra en Ucrania se desmadra, entonces habrá que plantear si nos seguimos manteniendo a metro. Porque puede haber presiones por parte de los bandos beligerantes.
O si China atesa a Taiguán con un bloqueo naval. Entonces se deberá decidir si nos vamos de un lado o del otro. O nos mantenemos en neutro.
Seguro eso es lo que se teje por el entramado de las altas esferas del poder a 2.600 metros más cerca de las estrellas, los otros siete planetas de nuestro Sistema Solar y la Luna. O sea, en la Casa de Nariño.
¿Y qué podemos hacer nosotros, los pobres mortales?
Hay quien dirá que esto ni le va ni le viene, en especial en momentos de rabia o escepticismo con las cosas que están pasando. Y se podrá exclamar como un personaje criticón de Los Polivoces: “Ya uno no sabe si ponerse a reír, a llorar o a rezar”. Siempre algo se puede hacer, como votar por la paz.
Tratemos, al menos, de estar al tanto de lo que está pasando.
Debemos ser consecuentes, si te parece.
Leamos, analicemos, eduquémonos.
Convenzámonos de ser austeros, estoicos, tranquilos.
Acostumbrémonos a comprar cosas menos ostentosas.
Turisteemos en el territorio nacional.
Alimentémonos con productos de nuestros terruños o naciones cercanas, asequibles a nuestros bolsillos y del agrado de nuestro paladar. Démosle prelación a la hora de ir a la tienda, la plaza o el supermercado.
En el cuanto a automotores, celulares, PC´s y similares, habrá que seguir comprando importados. ¡Pues claro, si nuestra producción en estos campos es tan exigua! Por eso cabe preguntar, ya para finalizar:
¿Será que los grandes cacaos se le miden a invertir en alta tecnología? Ojalá los de la derecha estén de acuerdo con esto. Me refiero a esos que se reunieron con el Presidente a lo “seamos amigazos, tirémonos un petacazo”.