Los problemas hídricos están íntimamente relacionados con la economía mundial. Muchos países han externalizado significativamente su huella hídrica al importar bienes de otros lugares y generar una importante presión en el recurso de agua de las regiones exportadoras.
En Colombia la huella hídrica podría parecer invisible, aunque se sepa de forma contundente que la agricultura es el sector que más bebe agua, con un 61 por ciento; seguido por el doméstico, con un 26 por ciento; y el industrial, con un 9 por ciento. La lista la cierran el sector pecuario y el de servicios, con un 3 y un 1 por ciento.
El nuestro es uno de los países con mayor riqueza hídrica del mundo. De acuerdo con cifras del Ministerio de Ambiente y del Ideam, la oferta de agua superficial es casi 100 veces mayor que la demanda. Además, se estima que el beneficio que representa el recurso hídrico para el desarrollo del país equivale al 9.99 por ciento de PIB. Igualmente, se ha estimado que los costos económicos de la contaminación equivalen al 3.5 por ciento del PIB.
El lío es que esa oferta es heterogénea, pues la mayor parte del recurso se encuentra en donde casi no hay gente, es decir, en la Orinoquia, Chocó y Amazonía. Eso riñe con la oferta en la zona Andina, en donde está el grueso de la población y en donde tan solo se cuenta con un 15 por ciento de la oferta total.
“Las CAR, como lo señala Maryluz Mejía, presidenta de la Asociación Colombiana de Ingeniería Sanitaria y Ambiental (Acodal 2010) deberían estar organizadas por cuencas. Las futuras administraciones deben comenzar a definir de mejor forma organismos de cuenca que respondan a una territorialización del recurso hídrico, para fortalecer mecanismos de identificación, manejo, planeación y construcción de grandes, medianos y pequeños reservorios regionales que permitan atender temporadas de escasez”
Registros de la autoridad ambiental en el Caribe demuestran que debido a las malas prácticas y a la deforestación, la oferta hídrica de la Sierra Nevada de Santa Marta ha disminuido notablemente. La escasez de agua en verano podría, incluso, ocasionar que no se entreguen más concesiones para producción, debido a la escasez del recurso en esa zona.
Sobre eso, precisamente, la ong WWF trabaja en lo que parece ser el camino hacia la salvación. Desde el año 2008, esa organización ambiental inició una alianza con el ‘Goliat’ de las cervezas SAB-Miller (Bavaria). La idea es que en vez de invertir en mantenimiento de plantas de tratamiento de aguas residuales, la empresa invierta en la conservación de cuencas. Así, la empresa trabaja en alternativas de conservación de la cuenca del Río Cauca, en su área de influencia en la cervecería del Valle. Además, desde el año 2008, participó como único donante privado en el convenio de Conservación de la Cuenca Chingaza, el cual lidera The Nature Conservancy - TNC - y entidades públicas de orden distrital y nacional.
Y todo apunta a que experiencias como esas deben marcar el porvenir empresarial, para que no se haga realidad los pronósticos de un informe de la Contraloría Delegada para el Medio Ambiente, en el 2010, donde advierte que pese al alto volumen de lluvias y la abundancia de fuentes hídricas, el país pudiera enfrentar graves problemas para garantizar la sostenibilidad del agua, al punto que en el año 2015 el 66% de los colombianos pudiera estar en riesgo de desabastecimiento en tiempos secos.
Esta situación es un círculo vicioso que se repite en la ciudad de Santa Marta, paradójicamente en estribaciones de una de las fuentes de agua como es la Sierra Nevada de Santa Marta cuya administración de pozos y distribución del preciado líquido lo realiza una concesión privada llamada Metroagua, la que responsabilizan de una estratificación del agua al quitársela a un barrio popular para suministrarla a otro de nivel socieconómico alto y así minimizar la problemática que ha llevado a diferentes cierres de vías en varios sectores de la ciudad.
El crecimiento urbano es un factor que ha incidido en la problemática más cuando Santa Marta todavía se abastece de un mismo acueducto y no presenta planes de mitigación para los tiempos de sequía. La empresa prestadora del servicio se ha mantenido en las excusas triviales de las responsabilidades a terceros como asegurando que la “parahotelería” es una de las responsable de la escasez del agua en la ciudad y otra las tomas ilegales en las inmediaciones de la bocatoma en el paso del mango.
La situación es aún más preocupante cuando la ciudad mantiene esperanza en un Plan de acueducto y alcantarillado gestionado bajo el Plan Santa Marta 500 años, un programa de inversión de obras para los primeros 500 años de fundación de la ciudad más antigua de América, un salvavidas a largo plazo que hoy en manos de Metroagua los samarios no parecen contemplar ninguno e inclusive el ingeniero agrónomo Diógenes Almanza Suárez denuncia que empresa “Acacia” o Aguas del Magdalena desarrolla reforestación por valor de 5.000 millones de pesos en la vereda Jirocasaca y en un 20% de la Sierra Nevada con bonos verdes, pero sembraron en verano y todas las plantas se han muerto por no contemplar los planes de seguimiento y adecuación necesarios. Que entidades vigilantes del medio ambiente como Corpamag y el Dadma lo sabían, que esta obra no le fue comunicada a la Junta de Acción Comunal, que las personas trabajadoras llegaron de Bogotá y no se previó el conocimiento de las personas residentes para garantizar el resultado de la iniciativa.
Lo cierto es que la crisis del agua se ha convertido en el negocio de carro tanques, empresas prestadoras del servicio privado y otros agentes intermedios, menos para el usuario ciudadano que padece la escasez y el descaro del cobro de la factura como si gozara del mínimo vital al que tiene derecho y que las empresas traducen como la de Santa Marta, en unos chorritos de agua aplicando aquel adagio de los abuelos, “cualquier cosa es cariño”.
Los colombianos mantienen una sequía de derechos que las multinacionales en todos los campos, nos exprimen.