Desde la distancia que me da el no ejercer la odontología desde hace un cuarto de siglo, pero con el aprecio que le tengo a una profesión que en algún momento pensé que sería mi forma de ganar la vida, quiero reflexionar acerca de la crisis que viven mis colegas; crisis que viene desde hace casi tres décadas, corriendo de forma silente, pero con la fuerza que, paulatinamente, ha horadado el bienestar de quienes ganan su sustento de brindar salud oral.
Lo primero que quiero expresar es que lograr unidad gremial es titánica tarea, ya que al menos hay cinco tipos de vínculo laboral y económico por parte de los odontólogos, los cuales paso a describir: primero, existe un grupo de dueño de clínicas, que se convierten en medianos y pequeños empresarios, generadores de empleos; un segundo grupo está conformado por dueños y arrendatarios de consultorios, de los que generan sus ingresos; de un tercero hacen parte odontólogos que han logrado tener trabajos mediante relación laboral, recibiendo salario y prestaciones sociales; en cuarto término menciono a aquellos que son contratados por órdenes de prestación de servicios, recibiendo un ingreso, pero siendo responsables de pagar seguridad social como independientes; y finalmente están aquellos que reciben como pago un porcentaje de la facturación que generen a las clínicas que les dan el espacio para ejercer.
Como se puede colegir, entre estas categorías existen intereses antagónicos: el empresario quiere maximizar su utilidad reduciendo costos de mano de obra, mientras el trabajador quiere recibir salarios o ingresos que le permitan recuperar los costos de formación y llevar una vida digna.
Y este solo es un ejemplo, de muchos encuentros y desencuentros entre colegas. Por tanto, ¿cómo conciliar estas discrepancias o por lo menos, dejarlas, temporalmente, de lado, para poder perseguir unos puntos de coincidencia? He ahí, el gran reto del liderazgo gremial.
¿Pero cuáles serían esos consensos? ¿Qué intereses deberían primar? ¿Qué debería ceder cada uno de los grupos para lograr el bienestar del colectivo?
Para ello, se debería poner de forma abierta los pesos y contrapesos del poder, los ejercicios de dominio y reacción a él; para establecer un gran pacto, que acepten la mayoría y que se convierta en guía para el ejercicio digno, desde lo ético, lo laboral y lo económico, de la odontología.
Respeto a los que sean independientes, pero, no todos lo pueden, ni lo deben ser, y esa falacia neoliberal del emprendimiento ha llevado a muchos a la precariedad que hoy se evidencia ante el pequeño soplido de un virus de baja letalidad. Cada vez la concentración de poder en los mercados llevarán a que menos triunfen y a que unos pocos se enriquezcan.
Miren nada más la crisis de la odontología, ahora, que los consultorios han estado obligados a cumplir con estándares de calidad que solo los pueden satisfacer a cabalidad con éxito y rentabilidad aquellos que logran generar economías de escala, es decir, las grandes clínicas, que al vender volúmenes, reducen sus estructuras de costos y gastos. Y ahora, con los cierres por pandemia muchos consultorios quebrarán, lo que hará que esas mismas concentren más riqueza y poder. ¿Y cuál va a ser la red solidaria de apoyo que los salve? Pues, ya la llaman con fuerza: el Estado, lo público, que tanto se critica, pero que su fin es lograr la acción colectiva que jamás la alcanza, en proporciones necesarias, los privados.
Les envío a todos mi fraterno saludo y cuenten conmigo si quieren que mi humilde conocimiento y experiencia les pueda aportar.