La crisis de la Coalición Centro Esperanza

La crisis de la Coalición Centro Esperanza

Con la renuncia de Íngrid Betancourt a la Coalición Centro Esperanza, esta colectividad se fracturó y perdió fuerza por las peleas internas. ¿Qué opción hay?

Por: Tiberio Gutiérrez Echeverri
enero 31, 2022
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La crisis de la Coalición Centro Esperanza
Foto: Archivo particular

A raíz de la nueva fractura que se ha presentado en la convergencia de la Esperanza con la renuncia de la candidata presidencial de Verde Oxígeno, Íngrid Betancourt, quien había dicho que desistiría de la coalición si se admitía el apoyo de políticos de los partidos tradicionales, haciendo alusión al senador Germán Varón Cotrino, de Cambio Radical (60.000 votos), y a Miguel Ángel Pinto, del Partido Liberal (80.000 votos), quienes prometieron el apoyo a la candidatura presidencial de Alejandro Gaviria, vale la pena presentar algunos puntos de vista sobre la crisis de esta convergencia a cinco días de la inscripción en la Registraduría de las coaliciones presidenciales (5 de febrero) para las elecciones del 13 de marzo.

Se podría decir entonces que la Coalición Centroesperanza está descentralizada, desesperanzada y desesperada; no sabe para dónde va; se la están carcomiendo sus propias contradicciones internas: Íngrid-Gaviria; Fajardo-Gaviria; Robledo-Gaviria; Juan Manuel-Gaviria; y pare de contar, "no hay cama pa tanta gente". lo mismo está pasando en el Equipo Colombia, que, sin Uribe, están como niños huérfanos y desamparados esperando el regreso de su papá a la casa.

Esta situación se puso de presente en el encuentro programado por la revista Semana y el diario El Tiempo entre los candidatos presidenciales, cuyo desarrollo le abrió el espacio al Pacto Histórico como la coalición con más claridad programática y con más disciplina en la conducta de sus integrantes. La prueba de Francia Márquez, del movimiento Soy Porque Somos, es contundente y categórica al respecto.

Todos los indicios están indicando que la crisis del Equipo Colombia y del Centro Esperanza es irreversible, de tal manera que, como se están desarrollando las contradicciones del establecimiento dominante, parecería que solo irían a quedar en el partidor Gustavo Petro y Rodolfo Hernández, que, entre otras cosas, se podría preguntar: ¿para dónde va el ingeniero, exalcalde de Bucaramanga, robándole el programa de gobierno a Gustavo Petro? Pilas muchachos que los puede dejar el tren.

Las anteriores consideraciones pueden ser corroboradas con las encuestas de intención de voto de Yarumo y Ecoanalítica, realizadas del 21 al 24 de enero: Pacto Histórico: 31,1 %; Equipo Colombia, 14,5 %; Otros, 12,4 %; Coalición Centro Esperanza, 10,6  %; Centro Democrático, 7,9 %; NSNR, 8,7 %; Voto en Blanco, 14,8 %. (Cuarto de Hora-26-1-2022)

A un mes de las elecciones al Congreso y de las consultas presidenciales, parece que la tendencia del Pacto Histórico es irreversible, y que ya no puede ser alcanzada por el Centro Esperanza o por el Equipo Colombia, pues tiene una situación holgada y un fuerte posicionamiento en la opinión pública, que además fue confirmado en el debate de Prisa Media, dirigido por Roberto Pombo, con Fajardo y Fico y Petro, donde este les dio sopa y seco ante una audiencia de 800.000 personas que los vieron y 7 millones que los escucharon.

De tal manera que el candidato presidencial del Pacto Histórico se dio el gusto de exponer su programa de gobierno con lujo de competencia ante la incoherencia programática de sus contendores, que no acertaron a dar en el blanco con su propuesta política, de manera que el desarrollo del proceso electoral sigue marcando la pauta a favor de los sectores democráticos y progresistas, lo cual no es motivo para soñar con los laureles la victoria, sino todo lo contrario, es hora de redoblar el trabajo en el Eje Cafetero, (Medellín, Manizales, Armenia, y Pereira), que pareciera ser el santuario inexpugnable del uribismo, región en la que hay que doblar la votación del 2018 para asegurar la victoria en las elecciones del Congreso y de la Consulta popular. El 13 de marzo debe de ser un golpe de opinión contundente y demoledor para poder abrirle camino al cambio democrático.

Pero volviendo a la crisis de la Coalición del Centro, Íngrid había dicho: “Si la Coalición de la Esperanza no prohíbe el ingreso de las maquinarias, con mucho dolor yo me retiro ”. Y Alejandro Gaviria le había contestado: “Lo suyo es hipocresía y oportunismo”.

“Sé que esta posición intransigente puede incomodar y que no será del agrado de muchos, pero no busco que me quieran, sino que sepan cómo voy a actuar como su presidenta. Como lo he repetido muchas veces, la forma como se llega al poder define como se gobierna”, dijo la candidata de Verde Oxígeno en comunicado de prensa.

De acuerdo: “La forma como se llega al poder define como se gobierna”, ahí está la historia del expresidente de los más de 6.000 “falsos positivos”.

“Invito a mis compañeros de la Coalición Esperanza a la unidad y a la sensatez. Les estamos hablando a los colombianos. No podemos defraudarlos. Millones de compatriotas están esperando nuestra propuesta, que les contemos que vamos a hacer para transformar y unir al país. Tenemos que parar esta pelotera. No podemos ser ejemplo de unidad para los colombianos si aquí dentro estamos en una peleadera permanente.”, respondió Juan Fernando Cristo, retratando con precisión el estado de la convergencia.

De nada valieron acuerdos y conciliábulos, declaraciones unitarias y reconciliaciones, actos de buena fe y de elogios mutuos; la “oveja negra” renunció para irse a luchar como el llanero solitario contra el monstruo de la corrupción.

Pero bueno, esto no se queda así. Esto se va a hinchar en la segunda vuelta presidencial. Lo importante y esencial de la anécdota, el fondo de la cuestión, es el punto de vista sobre la lucha contra la corrupción, la forma como hay que combatir el fenómeno de la descomposición moral y democrática del país; no se trata de dar cartilla ni de recitar el catecismo contra la corrupción, como lo vienen haciendo con cinismo muchos personajes de la politiquería tradicional, que no les da vergüenza asumir posiciones moralistas sin tener en cuenta su comportamiento político.

En un país diseñado institucionalmente para la producción y reproducción de la corrupción, es un canto a la bandera pensar con el deseo de las buenas intenciones que, para para acabar con este flagelo que ha hecho metástasis desde la presidencia de la República, basta con nombrar un funcionario y muchos cargos burocráticos, otros tantos “bloques de búsqueda” que se encarguen de los planes y programas para perseguir a los corruptos (allá va el ladrón señala el delincuente), propuestos no solamente por los gobiernos de turno, sino también por los gremios económicos que de una u otra manera se lucran con la inmoralidad, con la venalidad, con los sobornos y la deshonestidad.

¿O acaso el contrabando, la evasión y elusión de impuestos de los grandes grupos capitalistas no son manifestaciones de la corrupción? ¿Y las reformas tributarias a favor de los grandes empresarios no son también manifestaciones de corrupción? ¿Y la contratación pública para negociar el enriquecimiento ilícito de particulares no es una forma de corrupción? Y así podríamos continuar indefinidamente sin llegar a un planteamiento del problema que asegure su erradicación, enredados como corcho en remolino en consideraciones morales sin enfrentar el problema político de fondo.

Porque de eso se trata. La corrupción es un fenómeno consustancial a la estructura del capitalismo, es decir, así como el sistema no puede existir sin desempleo tampoco puede subsistir sin corrupción; quiere decir, en otras palabras, que es un fenómeno estructural del modo de producción capitalista colombiano, que no se va a superar con las buenas intenciones de los gobernantes en los programas y proyectos para combatir la corrupción, lo mismo que la violencia y la guerra que están incrustadas en el modo de producción.

De tal manera que la única manera de combatir estos fenómenos con alguna posibilidad de superar este cáncer del Estado y de las instituciones es cambiando el modelo de acumulación, y no solo del modelo sino también el mismo sistema capitalista, transformando la estructura económica, política y social que ha impuesto la clase dominante en el poder.

En este sentido, considero que el proyecto político del Pacto Histórico es el único en el país que se acerca de manera real a la disminución significativa de la corrupción, porque siendo un problema estructural y consustancial del Estado capitalista neoliberal, pues el remedio tiene que ser cambiar de modelo con la realización de un programa de reformas estructurales de fondo que le quiten el espacio y el oxígeno a este fenómeno que ha hecho metástasis en el Estado, en la economía y en la sociedad colombiana.

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