Enfrentarse a la hoja en blanco es un tema complicado, es difícil escribir, es complejo parir pensamientos, dejar salir todo eso que a veces cuando estamos en el trafico, en una fila o en la ventana de un bus, nos fluye como por arte de magia; es difícil, digo porque nos volvemos rígidos e insensibles.
Sin embargo, no nos sucede solo a los que nos dedicamos al arte del periodismo, les pasa a los pintores, quienes después de haber hecho trazos perfectos y haber dibujado desnuda a la mismísima Marilyn Monroe o haber hecho exposiciones en el Louvre, caen en ese agujero profundo de la costumbre, esa maldita que también afecta a la parejas y las hace divorciarse.
La costumbre es mala cuando no nos actualizamos, cuando seguimos haciendo nuestro trabajo con la misma información que siempre tuvimos, cuando no escuchamos experiencias, cuando ignoramos los contextos, cuando no nos refrescamos, y caemos en ese absurdo síndrome zombi, que aniquila nuestro intelecto, nuestra imaginación, nuestro amor
Sin embargo el problema de la costumbre, es no saber que la padecemos, es mecanizarse haciendo las cosas de la misma manera; y es lo que le sucede al promedio de los Colombianos, que se centran pensando que las cosas no pueden ser mejores, es por eso que esperamos con ansias el viernes, el sábado, las vacaciones, la pensión, la jubilación, el viaje…
Esa insensibilización provocada por nuestro estilo de vida, afecta todo nuestro entorno, y todas nuestras formas de interpretar el mundo. Cuando no estamos acostumbrados a algo, nos interesamos, aprendemos y superamos el record… luego llega esa, la costumbre y todo continúa como si nada.
No obstante, no solo pasa en la vida laboral o amorosa, hemos visto la corrupción de forma latente, evidente, absurda, la hemos visto de frente, nos indignamos la primer vez, y después, nos habituamos… y ahora, es normal.
Nos acostumbramos a la guerra, y quienes solo la vivimos por lo que nos informaban los medios de comunicación, fuimos quienes más nos adiestramos.
Según las Registraduría Nacional, en el plebiscito de octubre de 2016, en Bojayá, el pueblo del Chocó en el que en el 2002, un enfrentamiento entre guerrilleros y paramilitares acabó con la vida de 79 personas, el 96% de la población dijo si a la paz, mientras que ciudades como Bucaramanga y Pereira, donde la historia ha sido diferente, las cifras arrojaron un “NO” rotundo.
Desde hace un tiempo, importantes estudios advierten que el medio ambiente está siendo gravemente afectado por nuestro consumo desaforado, por las malas practicas de las industrias y por el mal manejo de nuestros desechos.
La semana pasada, por ejemplo, la Organización WWF Colombia, presentó un análisis llamado Colombia Viva – Colombia 2017, y en él resalta un angustioso informe sobre los ecosistemas del país. Según la WWF, de los 85 diferentes ecosistemas que hay en nuestro país, 20 están en paupérrimas condiciones, y 17 están en constante amenaza, por lo que deberíamos estar altamente preocupados; Empero lo normal es ver que se hagan marchas, que haya indignación general, y que al final no pase nada, que todo continúe de la misma forma
Debemos entender que la costumbre aniquila nuestras ideas, nuestros más profundos sueños y nuestras ganas de actuar ante cualquier eventualidad.
¿Será que algo debe pasar para que entendamos la necesidad de no solo indignarnos, sino de actuar?