La cosmética de los tibios

La cosmética de los tibios

Como dijo Adela Cortina: “En estos tiempos abunda la cosmética, pero no la ética, siendo la primera un maquillaje que se va cayendo tarde que temprano”

Por: Antonio Segundo Vargas Mendoza
julio 23, 2020
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La cosmética de los tibios
Foto: jorgerobledo.com

El dramaturgo Irlandés George Bernard Shaw dijo: “aprendemos de la experiencia que los hombres nunca aprenden nada de la experiencia”. Vaya que ha tenido razón. Sin embargo, espero que en estas circunstancias históricas se equivoque por el bien de Colombia, porque como ciudadanos estamos viviendo quizás la experiencia (sucesos que nos ocurren comprendámoslos o no) más negativa de nuestras vidas y frente a ello es imposible quedarse callado sin tomar postura en relación a los vejámenes de un Estado mafioso, violento y cegador de la existencia.

La realidad es espantosa: a nuestro alrededor mueren nuestros amigos y conocidos, las unidades de cuidados intensivo están saturadas, centenares de personas están enfermas, existe un desempleo abrumador, hay humillaciones laborales, sorteamos una crisis económica, los líderes sociales son asesinados casi que a diario, entre otras cosas. No obstante, Tom, personaje del cuento El vino del estío de Ray Bradbury, nos alienta cuando afirma: “hoy me siento vivo”. Y, sí, estamos vivos... por muchas dificultades que coloquen las circunstancias, la vida hay que celebrarla y continuarla porque no hay más. Colombia tiene ganas de vivir y la epidemia es una experiencia de vida para cada ciudadano y lo importante es sobrevivir a ella para contarla y cambiar.

Dicho lo anterior, nos surge la pregunta: ¿qué consecuencias políticas va a dejar la pandemia en Colombia? No lo sabemos a ciencia cierta, pero lo que sí sabemos es que en este momento hay miedo, dolor, crisis, angustia y soledad, natural en los seres humanos. Pero ante tanta muerte e injusticias, lo más lógico sería renacer con una democracia robusta e instituciones sólidas, cosa que la ciudadanía podría garantizar al caminar a las urnas con la responsabilidad de la vida que nace o renace y al no darle oportunidad a la extrema derecha para  que siga desfilando con el disfraz de turno.

De otro lado, también sabemos que se le cayó la careta a más de un político “alternativo”, que por años han venido fingiendo ser opositores en público. Entre ellos están Jorge E. Robledo, quien ha sido un sectario recalcitrante y acomodado por años, y Sergio Fajardo, un vanidoso, un falso mito, un personaje que no tiene posición de nada frente a los problemas esenciales del país (es ambiguo y silencioso tal como le fascina al establecimiento).

Al respecto, la filósofa Adela Cortina nos recuerda que “en estos tiempos abunda la cosmética, pero no la ética, siendo la primera un maquillaje que se va cayendo tarde que temprano”. Pues bien, esto es lo que ha ocurrido actualmente con Robledo y Fajardo. Un país como Colombia tiene que aprender de la experiencia y también demanda cambios estructurales, que no transitan en posiciones ambiguas y mezquinas.

Las personas estamos abocadas a tomar decisiones y la vida nos coloca en encrucijadas, de tal modo que nuestras conductas y disposiciones terminan convirtiéndose en ejemplo: ya sea de autonomía y acierto (de estar a la altura del momento histórico), cuando buscamos un mejor destino y lo perseguimos; o de fracaso, cuando decidimos no ver el crimen, hacernos los de la vista gorda, irnos a ver ballenas al océano pacifico, terminarnos conciliando las contradicciones con el mal y permitirmos que la degradación llegue al poder.

La conducta que eligieron Jorge E. Robledo y Sergio Fajardo no es digna de ser atendida y acatada por la sociedad, dado que ellos sí sabían lo que se venía cuesta arriba en Colombia con la llegada de Iván Duque a la presidencia y la gavilla del Centro Democrático al poder. Ellos eran conscientes de que era el retorno de lo más rancio y premoderno en economía y política... tristemente el tiempo así lo ha demostrado. Y no solo eso, también ha desenmascarado la compra de votos para ganar las elecciones y la vinculación con el narcotráfico (el caso del Ñeñe Hernández y demás).

De esta forma, Colombia vive una de sus peores catástrofes en su historia. Por ello, señores Robledo y Fajardo, lo mejor que pueden hacer es pedirle excusas al país y a los ciudadanos que vieron en ustedes una alternativa. Reconozcan y asuman sus errores y consecuencias, no les cuesta nada. Aunque, claro, seguramente no lo van hacer, porque su ego y mezquindad puede más que ustedes... eso es lo que están demostrando en la actual coyuntura. Ojalá no esté en lo cierto.

Finalmente, quiera dios que todo esto que nos está sucediendo hoy en Colombia en materia social, política y económica (con la peste a bordo - experiencia desagradable) nos conduzca a una reflexividad sensible que nos transforme, nos permita reconducir el país y no nos termine derrotando la anestesia y la amnesia. Ojalá George Bernard Shaw no acierte con su máxima.

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