“Los campesinos hemos sido valientes para enfrentar la pandemia”: esta frase resume una realidad que se expresa todos los días en las plazas de mercado, plataformas comerciales y centrales mayoristas, como Cavasa en el Valle, Corabastos en Bogotá y así en todas las ciudades de Colombia, donde los alimentos no han escaseado en medio de la pandemia por el coronavirus.
Valientes porque no solamente cerraron el paso a la pandemia a las zonas rurales, sino que fieles a la tierra han mantenido la producción activa…y eso que las ayudas para ellos han sido escasas, con algunas excepciones. Igualmente, desde el gobierno nacional se quedaron esperando apoyos que están lejos de llegar, al tiempo que los créditos bancarios están muy distantes de sus alcances.
Para no ir lejos, Buga es uno de los municipios donde la zona rural se ha mantenido activa y sus habitantes, con disciplina y optimismo, han contribuido a mantener alejada la pandemia de este sector del municipio, lo mismo ha ocurrido en casi todos los municipios del Valle, al igual que en el resto de Colombia, donde los azadones, las palas, los rastrillos, las bombas de fumigar, los abonos y los riegos no han parado y las cosechas se mantienen activas.
La frase se eleva y toma vuelo desde Pueblito Pance, corregimiento de Cali, en las faldas de Los Farallones y cruzado por el río del cual toma su nombre y donde los campesinos se las ingenian para mantener cultivos de pancoger, mientras que la División de Parques Nacionales Naturales y la CVC les recuerdan que no pueden extender sus cultivos, ni criar cerdos, gallinas, conejos y mucho menos vacas, pues se encuentran en zona de reserva natural. La mayoría estima que hay excesos en estas disposiciones.
Los campesinos, sin dejar de madrugar a su cita con la tierra en su chagra, logran mantener a raya, antes de sus fronteras, al coronavirus, sin necesidad de cerrar las vías, pero sí manteniéndose aislados y observando las recomendaciones, como aquello de llevar tapaboca, mantener el distanciamiento social y lavarse las manos con frecuencia.
Para los campesinos colombianos la rutina ha sido ir del cultivo a las viviendas ha sido su recorrido, ni siquiera acuden a casas de amigos para charlar, por eso “nos debemos muchas manos de parqués y dominó”, juegos de mesa que acaparan su atención. También se están debiendo manos o chicos de “sapo”, los cajones están en silencio, mientras que las argollas descasan. También permanecen en silencio las canchas de tejo, donde parece que la pólvora se les hubiera mojado.
Ejemplo de solidaridad
En medio de este panorama surgen personas solidarias que les extienden la mano a los campesinos, tal como sucede en Pueblito Pance, a donde llegaron “Las ollas ciudadanas” del líder social y concejal Roberto Ortiz. Se trata de un programa que consiste en donar pollo, costilla, plátano, yuca, mazorca, hierbas y todo lo demás necesario para un sabroso sancocho vallecaucano. Son 10 ollas los domingos en distintos sectores de Cali, en cada uno se beneficia a más de 150 personas. Una a una, van llegando con el recipiente para llevar a sus casas de acuerdo con el número de personas que integran los hogares. La honradez aflora, siempre se dice la verdad. “Si uno miente deja sin comer a alguien que también lo necesita”.
El Pueblito Pance fue cobijado en la jornada 11 de las Ollas Ciudadanas. A las 9:00 estábamos allí, mientras que los campesinos ya tenían el fogón prendido, no hubo ningún tronco o chamiza proveniente de la zona boscosa cercana. Saben que la naturaleza se debe proteger y lo practican a rajatabla. Habitualmente cocinan con gas. Esta vez emplearon tablas viejas.
“Los campesinos hemos sido valientes,,,,”, recalca Idelfonso Pechené, vicepresidente de la Junta de Acción Comunal, quien agrega “gestos como las ollas ciudadanas son muy valiosos y los necesitamos con urgencia, pues muchas familias no han recibido ayudas oficiales y no han tenido ingresos, pues el turismo se paralizó por la pandemia”.
Las hermanas Liliana y Marisol Campo Soto se encargaron de encabezar todo lo relacionado con la cocción. Para llegar a la calle principal y única de este corregimiento ellas tuvieron que caminar una hora. “La trocha está en muy malas condiciones, no se puede caminar por ella, ni los caballos suben. Los motociclistas la emplean para subir y bajar”, dice Liliana.
Para Luvian Córdoba, los “campesinos nos hemos cuidado, pero sin dejar de trabajar, hemos hecho nuestras tareas y cuidamos a nuestras familias”.
Para ellos “las ollas ciudadanas” vienen a convertirse en manifestaciones de que “no estamos solos, es una forma de extendernos la mano y demostrarnos que somos personas de bien”. Mientras hablan ya comienzan a hervir, es tiempo de echar el plátano, la sal y pensar en la forma en que se va a servir. Dos días antes los líderes se fueron de casa en casa haciendo las invitaciones.
Y hubo una grata sorpresa para todos los residentes, pues igualmente se dieron pepas, galletas y otros alimentos para los perros, en especial para aquellos peluditos callejeros, no dejaron nada. Fe un encuentro por la vida.
Volviendo al plano general las voces campesinas reclaman más apoyo del gobierno nacional, de la empresa privada y que haya más ciudadanos con la solidaridad a flor de piel para que les ayuden a enfrentar la pandemia que aún no ha terminado y ellos continuar aportando para que en las despensas de las ciudades no falten el producto de sus fincas y chagras.
“Los campesinos somos unos valientes…”, la frase que en estos momentos adquiere más vuelo apuntalada en la verdad que se siente cada día en las centrales mayoristas, tiendas, supermercados y galerías.
