Cualquiera podría salir a expresar su rabia o su asco o su indignación frente al nuevo episodio de maletines llenos de fajos de billetes que el gobierno viene repartiendo entre congresistas. Lo que nadie podría salir a expresar, ahora, es su sorpresa. Sorpresa es lo único que no cabe a después de todo lo que le hemos visto.
Gustavo Petro es el político más relacionado con maletines corrompidos que hayamos conocido. Lo vimos filmado, contando fajos de billetes al tanteo dentro de bolsas sucias que sólo rimaban con la turbiedad del antro y de la situación en que se hallaba.
La corrupción llegó al punto que logró poner en jaque el sistema democrático.
Por eso, el cuento de que es el primer presidente de izquierda ya no se lo come nadie; todos saben que la izquierda esa a la que él pertenece nunca ha tenido la cauda suficiente para poner presidente. Cada vez salen a la luz más envueltos mortecinos que corroboran la verdad verdadera: fueron las alianzas con políticos corruptos y organizaciones criminales, cocinadas entre corredores del Congreso y visitas carcelarias, las que verdaderamente llevaron a Gustavo Petro hasta la casa presidencial.
Gustavo Petro llegó a la presidencia haciendo trampa, violando la Constitución y las leyes.
Por eso, los colombianos no podemos seguir creyéndonos el cuento de que somos un país con una institucionalidad muy fuerte. Si bien eso pudo ser verdad en distintos momentos de nuestra historia, lo cierto ahora es que esa fortaleza institucional tan repicada ha venido deteriorándose a pasos agigantados.
En plata blanca: si aquí hubiera una institucionalidad verdaderamente fuerte, si aquí funcionara a cabalidad eso que llamamos el Estado de Derecho, aquí Gustavo Petro no habría podido llegar a la Presidencia de la República. La justicia no se lo hubiera permitido.
Aquí vimos como Gustavo Petro conspiró y urdió el bloqueo criminal contra el país que duró dos meses eternos en 2021. Hubo asesinatos y asaltos, destrucción y terror, amenazas y chantajes, incendios y violaciones. Eso lo llamaron dizque “estallido social” y aquí no pasó nada. A duras penas se abrieron algunos procesos contra mandaderos menores que cumplían sus encargos en los bloqueos esquineros, en las emboscadas de carreteras o en los asaltos a los policías.
Aquí vimos, cual si fuera un reality, como Gustavo Petro mandó a su hermano Juan Fernando y a Danilo Rueda a que adelantaran negociaciones en las cárceles, en plena campaña presidencial, con los jefes de las organizaciones criminales, para que le respaldaran la campaña presidencial en las regiones adonde ellos ejercen los controles territoriales. Aquí no pasó nada. Después aparecieron en esas mismas zonas resultados tan atípicos como inverosímiles. Zonas enteras en que las mesas de votación aparecieron atarugadas de votos, como si por primera vez toda la población hubiera salido a votar y toda hubiera salido a votar por Petro. Dizque zonas en las Petro sacó en 95 % y el 97 %. Y aquí no pasó nada.
Aquí vimos como Gustavo Petro contaba fajos de billetes al tanteo dentro de bolsas sucias que sólo rimaban con la turbiedad del antro y de la situación en que se hallaba. También vimos cómo los jueces que tenían la obligación de juzgarlo salieron a decir que eso ya estaba prescrito. Que podía seguir adelante, mondo y lirondo.
Hasta aquí, para no seguir con el listado de ilegalidades que sigue cometiendo como presidente. Qué tal que comenzáramos por los delitos que hay detrás de ordenarles a las Fuerzas Armadas que dejen de perseguir a las organizaciones criminales con las que pactó los apoyos electorales de que hablamos hace un minuto, amparado en el embuste de unos tales ceses del fuego bilaterales que nunca han existido en la realidad.
En medio de todas estas, recibimos el sopapo (que no la sorpresa) de que los mismos maletines llenos de fajos que ellos saben contar al tanteo desde hace años, recorren ahora los vericuetos que van y vienen entre el Palacio de Nariño y el Congreso de la República.
¿Será que aquí, toda esta corrupción que amenaza nuestra seguridad y nuestra democracia va a seguir pasando sin que pase nada?
Esto no puede seguir así. Quienes marchamos el pasado 21 de abril lo hicimos para decir que esto no puede seguir así. Para exigir que esto no siga así.
Señores magistrados de la Corte Suprema de Justicia: el Juicio Político está frenado en el Congreso de la República y ya sabemos por qué
Señores magistrados de la Corte Suprema de Justicia: el Juicio Político está frenado en el Congreso de la República y ya sabemos por qué.
Los maletines llenos de fajos de billetes que van y vienen por entre los vericuetos del gobierno y el Congreso no han servido solo para aceitar las leyes que el gobierno empuja. También han servido para frenar que los congresistas, comenzando por los de la Comisión de Acusación, cumplan con su deber. A estas alturas, con todo lo que Gustavo Petro ha hecho y que todo el país conoce de sobra, era para que el juicio al presidente se hubiera adelantado hace meses.
Señores magistrados de la Corte Suprema de Justicia: dentro de los deberes constitucionales de los congresistas está el deber de juzgar al presidente cuando este viole la Constitución y las leyes. Cumplir con ese deber no es una opción, una preferencia, ni mucho menos una carta de negociación a cambio de maletines llenos de fajos de billetes. Está claro que no están cumpliendo.
Señores magistrados de la Corte Suprema de Justicia: ustedes son los responsables de hacer justicia sobre los congresistas. Al final, ustedes también son responsables de hacer que los congresistas cumplan con su deber. En sus manos está el deber de actuar rápidamente sobre esos congresistas que han canjeado el Juicio Político constitucional a cambio de recibirle al gobierno maletines llenos de fajos sucios con que les compra la entraña mientras Gustavo Petro sigue, orondo y soberbio, despedazando el país que todos tenemos la obligación de defender y salvar.
Señores magistrados de la Corte Suprema de Justicia: ¡¡Por favor!! ¡¡Por favor!!
Del mismo autor: El Juicio Político dio un paso trascendental y no creo que los magistrados vayan a prevaricar