Pensaría que miles de veces nos hemos sentido impotentes ante cualquier acto de corrupción que hayamos percibido. Para ello la única iniciativa que habíamos tomado era quejarnos, asumiendo esta problemática estructural como un patrón válido y preexistente en nuestra sociedad. Es decir, esperamos a que el Estado, que es un ente abstracto, organizado política e institucionalmente y administrado por funcionarios y/o servidores públicos, resolviera el problema de la corrupción. Pero, ¿cree usted que la corrupción es un problema el cual se debe resolver desde el Estado en naturalidad de función pública, teniendo en cuenta que han sido los mismos ciudadanos quienes han creado el problema y lo han facultado de su perpetuidad?, por tanto, ¿debe ser el Estado el único en virtud de tomar la iniciativa a través de cualquiera de las ramas del poder, evidenciando que la corrupción se ha establecido ahí mismo?
Diariamente nos enfrentamos al fenómeno de la corrupción, a pesar de que si hacemos un recuento de nuestra historia democrática, nos damos cuenta que es una cocreación perfecta de los colombianos y en general de la región latinoamericana, entendiendo claramente sus dimensiones en cada país. ¡Sí! un fenómeno que nosotros mismos hemos creado. Es que la corrupción tiene la oportunidad cada cuatro años de consolidarse en cada una de las dependencias en función del Estado, perpetuando la destrucción de los derechos básicos de miles de personas en Colombia. Sin duda alguna este fenómeno muchas veces exacerba los delitos comunes; otras veces estos delitos son posibles a causa del fenómeno en si mismo, puesto que este fenómeno afecta a las instituciones de justicia, debilita el Estado de derecho, distorsiona los procesos políticos y permite la impunidad, dice informe de Transparencia Internacional 2017.
Claramente quienes se ven más afectados por los efectos del fenómeno de la corrupción en Colombia son los territorios. Cabe resaltar que cuando hablo de "territorios", me refiero a los municipios diferentes a las capitales principales del país. Son los municipios en los que impera la débil presencia institucional del Estado, por lo que en lo poco que acciona el Estado, se ve en la obligación de negociar con actores u organizaciones políticas que torpedean el proceder de las leyes u obligaciones de las instituciones.
Muchos de los municipios en Colombia aquejan el tema de la corrupción como un asunto que se refleja en los programas y proyectos de orden nacional, departamental y local. Dice un estudio para Fedesarollo que entre 2009 y 2016 se registraron en el Sistema de Información de Registro de Sanciones y Causas de Inhabilidad (SIRI), de la Procuraduría General de la Nación, más de 6 mil sanciones disciplinarias contra alcaldes o gerentes de empresas publicas, y más de 50.000 denuncias por las siguientes formas de corrupción: soborno, extorsión, apropiación de bienes públicos y bienes de uso privado, lobby y nepotismo.
Sin embargo para resaltar cómo se desvían los recursos del Estado, es decir, del Sistema General de Participaciones (SGP), regalías y sector privado, y los recursos por cooperación internacional, se debe tener en cuenta la descentralización y autonomía presupuestaria que poseen los entes territoriales. Por ejemplo el Programa de Alimentación Escolar (PAE), se ha convertido en una de las vacas más lecheras de los corruptos en las alcaldías municipales. Cada año la malversación de los recursos del PAE en los territorios, se convierte en un tema político que involucra a la administración municipal y terceros contratados. Es esta relación lo que llamaríamos en muchos casos "las mafias de los contratos", que son cadenas burocráticas pero corruptas de asociaciones público-privadas, sin regulación alguna, que dilapidan y reparten los recursos escolares.
Tenga en cuenta que en principio los recursos del PAE se destinan como estrategia para el aumento de la permanencia de los estudiantes en las escuelas, la disminución de las tasas de deserción y una mejoría en la capacidad cognitiva de los estudiantes. Otro ejemplo son los recursos que las alcaldías destinan para el desarrollo económico y social, pues según un estudio de eficiencia gubernamental de las alcaldías, son en las secretarías de desarrollo económico y social, y de educación, donde se perciben los mayores actos de corrupción, puesto que son las secretarías que más gestionan proyectos de inversión social, educativa y cultural. Empero, en los territorios se volvió una costumbre ejecutar proyectos insostenibles con el fin de saquear el erario público y pagar el cabildeo para su aprobación: en 2017 el diario El Espectador descubrió el caso de “los niños fantasmas” en Barrancabermeja, por el que se gestionaron $1.100 millones para proyectos de talleres culturales con niños, niñas y jóvenes, proyecto que se vio envuelto en escándalos de corrupción, pues la inmensa mayoría de estos niños (supuestamente 840) no existían o sus datos fueron falsificados para hacerlos pasar como asistentes al proyecto. Se estima que del total de los recursos que se destinan a los municipios, solamente un 25% llega a la población beneficiaria, el otro 75% se pierde en la cadena del contrato.
El año pasado la Contraloría General de la República rindió cuentas sobre su gestión anual, y sorprendentemente nos llevamos la noticia de que en Colombia se pierden, por año, entre 40 y 50 billones de pesos. La Sociedad Colombiana de Economistas (SCE) estableció que en porcentajes de Producto Interno Bruto (PIB), anualmente se desvía exactamente el 4% del PIB en corrupción. Haciendo analogía, para el 2017 se desorientaron más recursos para este fenómeno, que lo que el país creció económicamente (1.8%). Incluso en materia de inversión, la corrupción dilapidó más recursos en un año, que lo que tenía previsto el gobierno en inversión (33 billones de pesos).
La corrupción no tiene matices. A la corrupción no le interesa si usted es de izquierda, centro o derecha; no le interesa si usted es un alto contribuyente al Estado; no le interesa si usted es un emprendedor que abrió la puerta de una gran empresa que desea construir, pues necesita de sus impuestos para alimentar la estructura; a la corrupción no le interesa si hay comunidades hambrientas, pues es un mal que ella misma ha creado; no le interesa si usted no consigue un empleo digno que pueda generarle expectativas de vida a usted y su familia; a la corrupción no le interesa si hay pueblos enteros sin agua, pues ha visto a su municipio como una fontana de extraer recursos presupuestarios. La corrupción no tiene sesgo alguno, es la huérfana que el Estado adoptó, para que usted señor ciudadano, deje de alimentar a sus hijos para que la alimente a ella con su bolsillo.
Piense en que la corrupción lleva cientos de años en nuestras vidas como Estado-nación soberano, piense en que no se puede acabar en la inmediatez, piense en que la corrupción es un fenómeno sin matices y que permea todas las escalas ideológicas y estratos sociales. Sin embargo, piense en que tiene una vez más la oportunidad de desmontarla votando 7 veces sí este domingo 26 de agosto, sin importar de que lado se encuentre usted.
Por ultimo recuerde este consejo: las democracias se construyen apoyando buenas ideas, no a personas (y si el presidente la apoya, ¿por qué usted no?).
