Para poder resolver un problema lo primero que se debe hacer es un buen diagnóstico para descubrir sus posibles causas.
En el caso de la corrupción, se debe reconocer también que es un problema complejo y, por tanto, su solución es compleja y requiere tiempo. Aunque parece algo obvio, es común escuchar recetas simplistas.
La corrupción se ha venido convirtiendo en un problema estructural en Colombia. Según el último Índice de Competitividad Global del Foro Económico Mundial (2016-2017), Colombia ocupó el puesto 129 de 138 en el indicador de “Desviación de fondos públicos”, con lo cual no sorprende que también haya ocupado el puesto 128 en “Confianza pública en los políticos”, reafirmando la mala imagen que tienen los colombianos de los políticos (a mayor puntaje, peor es la calificación).
Considero que existen tres factores principales que podrían explicar en gran medida el alto nivel de corrupción en Colombia:
- Cultura de la ilegalidad. Algunos autores la llaman la cultura mafiosa o del avivato y consiste, en general, en esa disposición y tendencia a no respetar hasta las normas más básicas de convivencia, con el fin de sacar un provecho personal de manera irresponsable. Esta, a su vez, está relacionada con rasgos negativos de nuestra herencia colonial y ha sido fortalecida por la influencia de la violencia y el narcotráfico.
Este último promovió la búsqueda del dinero con el “todo vale” y el atajismo. Se refleja en toda la sociedad (no solamente en los políticos) y se evidencia en expresiones como el llamado onceavo mandamiento de “no dar papaya” y el doceavo de “papaya dada, papaya comida”, de las cuales muchas veces nos ufanamos y se las enseñamos a los turistas extranjeros para que puedan “sobrevivir” en Colombia. Con base en esta forma de pensar se justifica, por ejemplo, el irrespeto de las normas de tránsito, el colarse en una fila, el apropiarse de lo que no es de uno y no pagar lo que es justo, así nadie esté viendo (un policía, un guarda de tránsito, un profesor, etc).
Este tipo de pensamiento y de normas sociales, legitimadas por una gran parte de los colombianos, hacen que aumente la desconfianza en el otro y, por tanto, que disminuya el capital social (es decir, la capacidad de trabajar en equipo, en términos simples), lo cual aumenta los costos de transacción y reduce las posibilidades de progreso del país.
- Instituciones débiles. En la economía moderna se entiende por instituciones, en términos generales, las normas de juego que establecen incentivos para cierto tipo de comportamientos. En ese sentido, no solamente las entidades públicas son instituciones, sino también las normas sociales que regulan nuestro conducta. En Colombia las instituciones tienen baja legitimidad o poder a la hora de influir lo que hacemos.
Las instituciones públicas, en particular, deben servir a todos los ciudadanos bajo los principios de igualdad e imparcialidad. Sin embargo, según el índice del FEM citado anteriormente, Colombia ocupa el puesto 112 en el indicador de “Favoritismo en las decisiones de los funcionarios públicos”. Lo anterior se debe a la costumbre arraigada de personalismo y clientelismo en la que se fundamenta cada vez más el sistema político. Es común que los ciudadanos en Colombia acudan a la influencia de un político para que les ayude hasta en el trámite más sencillo para acceder a un servicio público al que por ley tienen derecho.
De igual forma, una institución bastante importante para el correcto funcionamiento de la sociedad es el poder judicial que, a su vez, desempeña un rol determinante en la lucha contra la corrupción a nivel estatal. Según el índice del FEM, Colombia ocupa el puesto 113 en el indicador de “Independencia jurídica” y el 111 en “Eficiencia de la estructura legal en resolución de disputas”. Lo anterior refleja cómo las élites políticas y económicas del país han logrado cooptar esta rama del poder y el elevado nivel de impunidad que se vive en el país.
Naturalmente, estos factores alimentan la corrupción no solamente en el sector público, sino también en el privado. Este último se tiende a ignorar o infravalorar a pesar de que es un factor esencial en la corrupción estatal. Así lo indica el hecho de que en el indicador “Comportamiento ético de las empresas” Colombia ocupó el puesto 104. Los recientes casos de corrupción en Saludcoop y Odebrecht son tan solo la punta del iceberg.
- Hegemonía de la narrativa neoliberal. La creciente corrupción es un fenómeno global que se ha disparado durante las últimas décadas debido al predominio de la narrativa neoliberal o ideología de mercado. El dominio de este pensamiento ha conducido un rol cada vez más determinante de los mercados en la sociedad y en la vida cotidiana de las personas. Hoy casi todo está en venta y se mueve por la lógica de la rentabilidad. Por eso Michael Sandel, reconocido profesor de ética de la Universidad de Harvard, habla de una tendencia corrosiva de los mercados que se han desligado de la moral, produciendo desigualdad y corrupción.
Para el distinguido sociólogo Zygmunt Bauman, recientemente desaparecido, el fundamentalismo de mercado ha hecho que las personas ya no sean vistos como ciudadanos políticos sino como consumidores del mercado. El sistema económico neoliberal tiende a valorar a las personas por su capacidad de consumo. De ahí que el tener dinero se ha convertido en el ideal de vida predominante y exclusivo en la vida de muchas personas, en comparación a otras épocas. Y por eso la ambición juega un papel más preponderante en la sociedad actual, en donde muchas personas buscan el dinero sin ninguna restricción moral sobre cómo se obtiene.
Colombia no ha estado exenta de este fenómeno global. Por eso han salido casos de corrupción escandalosos que involucran no a miembros de las clases más marginadas y excluidas, sino miembros de las élites ilustradas de este país. Tal es el caso, por ejemplo, del exviceministro recientemente capturado por el caso Odebrecht, quien había estudiado en la Universidad de los Andes y había hecho una especialización en Estados Unidos.
Como suele pasar en un ambiente de complejidad, los factores expuestos se encuentran interrelacionados y son interdependientes. Si estas variables –planteadas como hipótesis de las causas de la corrupción en Colombia– explican realmente el fenómeno, entonces se deben tener en cuenta a la hora de plantar soluciones al problema. Por tanto, se puede inferir que la solución no es ni fácil ni de corto plazo.