Quién sabe cuánto tiempo nos habría tomado enterarnos de la descarada captura de nuestra política de infraestructura nacional por parte de la multinacional brasileña Odebrecht, en caso de que no se hubiera descubierto lo que, hasta el momento, se ha ventilado públicamente. La actuación de un Juez Federal del sur de Brasil, cuya persecución de la corrupción y el lavado de activos ejecutado por líderes del Partido de los Trabajadores y la petrolera oficial Petrobras revolcó al vecino gigante, fue fundamental para que nos pellizcáramos y se iniciaran las indagaciones y procesos de judicialización. Sin el valor y la efectividad de Sergio Moro seguramente Odebrecht seguiría recibiendo premios, asistiendo a cocteles y, como no, ganando contratos.
A la fecha tenemos dos campañas presidenciales, exministros, ex viceministros, exfuncionarios y funcionarios de varios niveles, exdirectores, exparlamentarios y parlamentarios y varios empresarios entre capturados y vinculados a los procesos penales y administrativos con los que se busca esclarecer responsables y alcances en este vistoso y costoso hecho de corrupción. El caso es muy importante por diversos motivos, pero además sirve para recordarles a aquellos que ya se estaban olvidando de la “toma” de Bogotá ejecutada por la dupla Moreno-Nule, que el tema de la corrupción no es un cuento de pequeños funcionarios sin educación en lugares remotos de la patria (uh, esos indios ladrones), sino que es una epidemia social de la que participan los funcionarios y empresarios mejor “formados”, más prósperos y quienes clasifican como “gente divinamente” en el ranking de algunos ciudadanos. Las diferencias entre unos y otros corruptos bien puede expresarse en términos de rangos y proporciones de las cuantías y las estrategias de evasión de la justicia: el tamaño de las cifras (millones de dólares vs. millones de pesos) y la complejidad de los esquemas diseñados para esconder los productos de la misma (sistemas financieros extranjeros vs la bolsa llena o el regalo). Sin embargo, a la hora de la verdad, se dinamizan las mismas motivaciones —ambición—-; una cultura de la ilegalidad y bajos estándares éticos. Es verdaderamente una inversión de valores.
La reflexión sobre la extendida y profusa corrupción tipo Odebrecht me llevó a un muy interesante estudio* realizado por tres académicos de las universidades de Cambridge y la Bautista de Hong Kong. La investigación analizó 166 casos de corrupción en 52 países, entre los años 1971 y 2007, en los que figuraban grandes empresas por acciones de sectores como el petrolero, la infraestructura, seguridad y defensa y tecnología y electrónica. Sus conclusiones son importantes para entender situaciones como la actual, pero sobre todo para tomar decisiones que nos protejan y que disuadan a los grandes contratistas de emprender operaciones corruptas en nuestro país.
Una vez les son asignados los contratos vía corrupción,
los investigadores encontraron que por cada dólar pagado en “mordida
la empresa incrementó en ¡11 dólares! la valorización de las acciones
La primera gran conclusión del informe es que corromper en grande genera muchos beneficios para las empresas que lo hacen. Al revisar el valor de las acciones, una vez les son asignados los contratos vía corrupción, los investigadores encontraron que por cada dólar pagado en “mordida” la empresa incrementó en ¡11 dólares! la valorización de estas. De nuevo, es una verdadera inversión. Una segunda conclusión es que las empresas más eficientes y con excelentes resultados logran sacar más provecho de las “coimas” que aquellas con menos buenos o que están en problemas. Es decir, la salud financiera y comercial de la empresa no es necesariamente una señal de pulcritud o buen accionar. Las mejores lo son también para corromper. Se anota también cómo el aumento de los beneficios es superior si se elige corromper en países más pobres, menos democráticos (menos libertades y más autoritarismo) y con un poder mayor de los militares (el sector defensa es un gran contratista internacional). Más regulaciones, permisos y licencias incrementan los montos de los pagos ilegales y obviamente el número de funcionarios untados. Finalmente, el informe concluye que instituciones con un alto grado de legitimidad, con mejores herramientas de investigación y de castigo, al igual que una alta transparencia en el manejo de las cifras empresariales y menos licencias y autorizaciones administrativas sirven para bajar los niveles de corrupción.
El desborde del proceso brasileño nos abrió los ojos
pero me temo que todavía hay muchas piedras que levantar
y mucha plata que rodó, y está rodando, en grandes contratos
El reporte anual 2016 de Transparencia Internacional nos sitúa en la posición 90 entre 176 en percepción de corrupción (perdiendo 7 puestos de un año a otro). Inequidad, institucionalidad en crisis, leyes, decretos, directivas, resoluciones etc., etc. El desborde del proceso brasileño nos abrió los ojos y la Fiscalía parece moverse en la dirección correcta (ojalá con todos los implicados), pero me temo que todavía hay muchas piedras que levantar y mucha plata que rodó, y está rodando, en grandes contratos.
Para Odebrecht, como para las demás grandes empresas que de manera corrupta buscan ganar contratos en nuestro país para valorizar sus acciones, no hay diferencia entre Uribe y Santos. Para nada les importan los señalamientos de lado y lado y los rifirrafes del costurero político nacional. Entregan plata a ambas campañas y quizás a ambos gobiernos porque para ellos son exactamente lo mismo. Una mirada simplista e interesada, sin duda, pero no por eso equivocada.
*¿Cuánto pagan las empresas por corrupción y qué beneficios reciben? Evidencia de casos de corrupción alrededor del mundo. YAN-LEUNG CHEUNG P. RAGHAVENDRA RAU. ARIS STOURAITIS. Marzo de 2012.