"Cuando no existen instituciones fuertes que ejerzan vigilancia,
la impunidad se convierte en la base sobre la que crecen los sistemas de corrupción.
Y si la impunidad no es demolida,
todos los esfuerzos para acabar con la corrupción son en vano”
(Rigoberta Menchú)
La corrupción no entiende ni de regiones ni de grupos políticos. Los escándalos de los que últimamente nos hemos venido enterado casi a diario, han producido en todas las comunidades, desesperanza, temor y desconfianza.
Transparencia Internacional dio a conocer los resultados de su Índice de Percepción de la Corrupción (IPC) 2021. En esta nueva medición Colombia obtuvo 39 puntos sobre 100, siendo 0, corrupción muy elevada y 100 ausencia de corrupción.
El país se ubica en el puesto 87 entre 180 países evaluados. Esta calificación se obtiene del análisis de ocho fuentes que miden la percepción de analistas, académicos e inversionistas extranjeros, respecto a qué tanto afecta la corrupción al sector público del país. Una calificación por debajo de 50 puntos indica niveles de corrupción muy serios en el sector público, ¡Colombia es un país modelo en corrupción!
Donde hay abuso de poder hay corrupción. Los últimos y graves escándalos han calado como nunca en la ciudadanía y han colocado a la corrupción de manera destacada como la primera preocupación de los colombianos.
Tan sólo por detrás de lo que sucedió con los recursos de ayuda en tiempo de la pandemia, para algunos mandatarios les significó, como ganarse un premio de una lotería, sin haberla comprado, lo peor, estos actos de corrupción quedaron en la más absoluta impunidad.
La corrupción es de tanta actualidad, pero a su vez tan antigua.
Pese a la enorme dimensión de los casos que copan las portadas la corrupción es casi tan antigua como la vida misma. Desde hace miles de años ha habido casos de este tipo y también entonces los autores fueron reprendidos, aunque no siempre con mucha autoridad.
Se dice que Napoleón Bonaparte le permitía robar a sus funcionarios, pero no en cantidades significativas.
Hoy en día, como en los días de Napoleón, lo más usado en casos de corrupción es el famoso CVY (cómo voy yo); sin el CVY y el porcentaje que eso implica no hay contrato adjudicado, de allí que podemos ver obras de tan mala calidad, que duran lo mismo que un suspiro.
La Biblia recoge ejemplos de ello y sobre todo condena estas prácticas, extendidas a lo largo de la historia y sobretodo todo el soborno, el fraude y el robo de aquello que recaudaban a los que trabajando debían pagar sus impuestos.
Parece como si tiempo no hubiera pasado, cuando vemos los receptores de estas prácticas, de rodillas ante una imagen o un altar