La corrupción, el virus mas mortífero de Colombia

La corrupción, el virus mas mortífero de Colombia

"El Estado se ha mostrado paquidérmico, inocuo y hasta flexible con la corrupción, dando la sensación de que, en vez de extirparlo, lo patrocina y lo cultiva"

Por: Harold Carrillo Romero
mayo 05, 2020
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La corrupción, el virus mas mortífero de Colombia

La corrupción ha hecho metástasis en nuestro sistema cultural y de valores como nación, bueno si a esto que es Colombia podemos llamar como tal.  El pasado 17 de enero, la prensa nacional publicó entre sus noticias que este país era el más corrupto del mundo, pues la ONG Transparencia Internacional así lo había declarado. Inmediatamente, muchos sectores de la sociedad y la política colombiana dejaron ver posiciones contrariadas.

Por un lado, había quienes le pareció preocupante la misiva y, sustentado en todos los actos de corrupción que han asolado a la patria en los últimos años, aceptaron ese deshonroso ranking. Pero por otro, hubo quienes, como la vicepresidenta Marta Lucía Ramírez, se desgarraron las vestiduras y desestimaron el veredicto que la ONG había concluido y, con un discurso rayando en el cinismo, daba la impresión de una deliberada. A toda esta polémica, de que, si somos o no el país más corrupto, cabe preguntarse ¿Qué objeto tiene zafarse de no ser el primero?  ¿acaso que diferencia hay en ser el primero, el segundo o el tercero, si independientemente del lugar que ocupes en el mundo, el costo social de esta enfermedad ha sido incalculable para los colombianos? ¿Por qué preocupa más el orgullo o la imagen a nivel internacional que en elaborar políticas públicas eficientes para combatir la corrupción?

Thomás Hobbes una de las grandes mentes del siglo XVII adujo que el individuo era profundamente egoísta y que en la defensa de sus intereses haría lo que fuese por dicha causa. Luego, en tiempo de las monarquías absolutistas en Europa, Montesquieu afirmaba que el poder tenía la capacidad de corromper al hombre, de allí, el peligro que se concentrase en una sola mano, por lo que había que crear una institución tan poderosa que dejara a raya la ambición del individuo. Teóricos como estos, sumando a Maquiavelo o a Rousseau serían la plataforma intelectual de la concepción del estado moderno. Por lo que podemos hacer una primera inferencia y es que la corrupción no es otra cosa que una expresión del egotismo y la ambición humana, mismas que si se quieren son sentimientos y actitudes naturales de la especie. Pero como casi toda sustracción interior, esta es condicionada por un ordenamiento social que no le permite ser exteriorizada. Así las cosas, esa defensa del bienestar común, queda bajo la tutela de la institucionalidad del Estado y de su aparato legislativo para ejercer el control. Sin embargo, cuando son las mismas instituciones del Estado las que promueven y normalizan la corrupción, el bienestar común corre un serio peligro.

Quizá, el problema del corruptusvirus en Colombia se deba a que el sistema estatal se ha mostrado paquidérmico, inocuo y hasta flexible con la corrupción, dando la sensación de que, en vez de extirparlo, lo patrocina o más bien, lo cultiva. Las normas que deben vacunar al país de este virus, no son eficaces, pues este se propaga sin ninguna restricción. Pero, cómo pueden ser eficaces, si quienes las realizan, son famosos por protagonizar escándalos como: la Parapolítica de 2006, las chuzadas ilegales, la apropiación de tierras en zona de conflicto, mermeladas, dádivas, compra de votos, agro ingreso seguro, Odebrecht, entre otros. De igual manera, el país ha tenido que ver con mucha consternación e impotencia casos tan descarados como Saludcoop, Reficar, los hermanos Nule y la lista sigue… Y si acercamos la lupa a ciudades como Cartagena, el virus se pasea a placer por cada rincón. Para refrescar un poco la memoria, en esta ciudad, se cobraba en el marco del Proyecto de Alimentación Escolar (PAE) por una pechuga de pollo $40.000, misma que ni siquiera llegaba a los estudiantes; el distrito según el informe del empalme de la actual administración, pagaba hasta tres veces el valor de un inmueble en calidad de arriendo.

Mientras la corrupción esté arraigada en nuestro sistema cultural, mientras esté normalizada, jamás dejaremos de encabezar los rankings internacionales, y jamás, diseñaremos políticas que la combatan eficazmente; mientras seamos el país del “como voy yo ahí” seguiremos creyendo que sentencias como la que popularmente se escucha en pueblos de la costa caribe colombiana tales como “que robe pero que haga” y creamos que el desarrollo de un municipio se mide en el número de centros comerciales, y de asfalto, y dejemos de lado temas tan sensibles como la educación de calidad, la seguridad alimentaria, la salud y la dignidad jamás dejaremos de ser unos enfermos por corruptuvirus y seguiremos escuchando todos los años como morimos en la vergüenza de ser uno de los países más corruptos y más desiguales del mundo.

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