No cualquiera roba al Estado, el que lo hace debe de tener un alto nivel de formación académica y social.
Por lo general los directivos, gerentes, nominadores, ordenadores del gasto público de cualquier entidad pública, deben de tener un padrino político, o de clase social, que lo nombre y se preste a estas tramas. Saben de derecho administrativo laboral.
Para ejercer el cargo, orientar la contratación, y hacer la ejecución presupuestal, debe de concertarse previamente en otras sedes que no son las entidades públicas, que pueden ser clubes sociales, bufetes de abogados reconocidos, sedes políticas, con abogados, economistas e ingenieros para planear el asalto o el robo.
Es decir que deben de saber de finanzas, presupuesto y contratación pública, y para su ejecución los ingenieros, especialmente, y otros profesionales que ejecutan el contrato.
Luego vendrá la repartición de dineros, entre todos los actores del crimen. Si algo falla, no por pesquisas de la justicia, ni de los organismos de control, sino por mala repartición de los dineros robados, por un soplón, o por las investigaciones de un valiente periodista, o un político honesto de la oposición habrá el dinero suficiente para un abogado de categoría, un penalista especialista en contratación pública que buscará todas las formas de pagar la pena más baja y en casa.
Tal vez algún funcionario judicial amigo, si es un conocido magistrado mejor, ayude. Toda una trama de tráfico de influencias además que solo puede tener un criminal de cuello blanco. Es decir, no sólo hay que tener una alta formación académica sino habilidades sociales de las que carece la mayoría de gente de bien.
Y, así surgen los nuevos ricos de la sociedad, sepulcros blanqueados que desfilan en clubes sociales, deportivos, haciendas, sedes políticas, y hasta van a misa, o a culto. De pronto se les excusa porque son psicópatas sin tratamiento.
Los demás criminales de la sociedad son los traquetos, y la delincuencia común, que nunca han pasado por una universidad.
Criminales de cuello blanco los hay en todos los partidos políticos y, trabajan para todos, con tal de capturar las entidades públicas para el crimen . Pueden ser de derecha, o de izquierda, y centro verde.
En tal razón es imperdonable que el Gobierno del cambio ignore este modus operandi y haya nombrado a cambio de tener gobernabilidad personajes siniestros de esta especie.