El emporio vial de los pastusos Solarte, asociados en S.C.A, parecía inquebrantable, pero las bases de la compañía no resultaron tan sólidas. Con la muerte de Luis Héctor, el timonel, en mayo de 2012 la compañía sufrió un primer golpe que los puso a tambalear. Tenía 63 años. Los Solarte ya tenían el 13% del conjunto de las concesiones viales del país, pero la unidad familiar, que supuestamente respaldaba la empresarial, resultó frágil. La presión de los sucesores de Luis Héctor, con la viuda Nelly y su hija María Victoria a la cabeza, forzaron la ruptura de la sociedad y Carlos A. Solarte se independizó junto a su hija Paola Fernanda y abrieron oficinas propias en el kilómetro 21 de la Autopista Norte.
Los días de gloria de los hermanos Solarte, jugando en el tablero de las grandes concesiones con parque de la maquinaria más grande del país con 2.600 unidades que los convirtieron en unos de los mejores clientes de Caterpillar en América Latina, forman parte del pasado. Pero por algo aún más grave que el descuaderne familiar. Enredados con Odebrecht como socios en el proyecto Tunjuelo-Canoas firmado con el acueducto de Bogotá, la Fiscalía acusó a Carlos Solarte y a su hija Paola de haber repartido coimas entre concejales de Bogotá, contratistas y funcionarios para obtener el contrato durante la alcaldía de Samuel Moreno. Él y su hermano Iván también están siendo investigados por el mismo contrato, acusado de haber recibido $2.000 millones.
Carlos Solarte en sus años gloriosos, foto cortesía de El Espectador
La primera en ser detenida y posteriormente condenada el pasado 21 de marzo a seis años de prisión domiciliaria por ser cabeza de familia fue Paola, su papá, Carlos Alberto Solarte está afrontando el juicio en su contra. Mientras la hija aceptó cargos y realizó un acuerdo con la justicia, Carlos Alberto, el jefe del consorcio no está dispuesto a rendirse tan fácil, y en marzo de este año incluso cargó toda la responsabilidad sobre su hija como representante legal, a quien señaló de tomar todas las decisiones que terminaron teniendo graves repercusiones económicas para la empresa familiar. La versión de la Fiscalía es que CASS Constructores & CIA. S.C.A y Odebrecht se juntaron y pagaron un 8.75% en sobornos de un contrato avaluado en $243.717 millones. Lograron el contrato sin que ninguna de las dos empresas cumpliera con el requisito fundamental: haber construido previamente, como mínimo, 8 kilómetros de túneles en máximo 3 contratos.
Ver caer un emporio construido a pulso, y por un tema de corrupción, no deja de golpear. Carlos Alberto y Luis Héctor Solarte nacieron en Guaitarilla, en el sector del Pueblo Nuevo, en una casa antigua de muros altos de tapia, tejado de barro, andenes amplios, pesebrera y solar de casi media hectárea en donde sus papás tenían una porqueriza. Los hermanos Solarte siempre le dieron prioridad al estudio, pero no dudaban en sacarle el cuerpo al colegio con tal de ayudar en el cuidado de los cerdos, el negocio con que la familia lograba sostenerse.
Arturo, el mayor de los Solarte, quien ya se había hecho un camino con molinos de trigo para la producción de harina, como otros nariñenses, incluido Arcesio Paz, el fundador de Harinera del Valle, fue el apoyo de los hermanos. Les facilitó continuar sus estudios en Popayán donde viajaron a estudiar ingeniería civil en la Universidad del Cauca. Carlos Alberto pronto se destacó en su carrera y encontró un espacio como residente de obra de grandes empresas de ingeniería. Sus primeros pasos los dio en la empresa vallecaucana Conciviles, pero rápidamente se cansó de ser un empleado. Lo suyo era tener un negocio propio.
Con su hermano Luis Héctor se dispuso en 1966 a crear su compañía y arrancaron con una primera licitación: la construcción de 10 kilómetros de carretera entre El Tablón y las Mesas en su tierra, Nariño. Sin embargo, no fue fácil abrirse camino y solo 17 años después, en 1983, lograron su primer gran contrato para rehabilitar 100 kilómetros de la carretera entre Pasto y Rumichaca, en la frontera con Ecuador.
Construir en tiempos de la guerra era un doble desafío y Nariño y el suroccidente fue unos de los epicentros. Los Solarte se templaron en las dificultades. Fueron apuntalándose como compañía constructora y uno a uno fueron llegando los contratos: la malla vial del Valle y Cauca; las carreteras Girardot-Espinal-Neiva; la vía Briceño-Sogamoso y la doble calzada Buga-Buenaventura los posicionaron ya no solo en la región sino en las grandes ligas de la ingeniería, hasta terminar de socios de Episol-Corficolombiana, del grupo Aval encabezado por Luis Carlos Sarmiento Angulo y su hijo Luis Carlos Jr. y Odebrecht en la Ruta del Sol después de haberse asociado con Odebrecht en Tunjuelo Canoas, que significó el principio del fin.
Con la Fiscalía encima, Carlos A. Solarte ha encontrado como única salida para proteger algo de su empresa y su patrimonio, la venta la participación de su constructora en cinco megaproyectos de cuarta generación (4G). Las que tienen en 4G son: Santander de Quilichao-Popayán; Santana-Mocoa-Neiva; la iniciativa privada (IP) Vía al Puerto; y Bucaramanga-Pamplona. Las obras que tienen con el Invías son: Corredor del Sur; San Miguel-Santa Ana; la Perimetral de Mocoa; Túnel del Toyo; Carretera K15-Tierralta-San Pedro de Urabá y una participación en la terminación del Túnel de la Línea.
