En días pasados en charla de amigos, intenté lanzar un piropo a una hermosa dama que caminaba muy cerca de nosotros, pero no pude, enseguida sentí el codazo en mis costillas. -Ni se te ocurra-, dijo mi compañero, esa chica es feminista, y la puedes pasar mal con la ley. Entonces en un rápido viaje al pasado recordé como un buen piropo era señal de galantería, pero ahora era una ofensa inminente. Por fortuna la única diva de los colombianos hace algún tiempo levantó su voz para decirle de frente a algunas de esas mujeres, “déjense de boberías”.
Al rato pasó un sujeto de piel oscura con un colorido atuendo, e intenté realizar un comentario jocoso al respecto; pero de nuevo el reproche. Ni de fundas-, dijo mi amigo, los afrodescendientes te pueden masacrar. ¡Carajo! Pensé, en la escuela o en el colegio, siempre teníamos un compañero de tez morena, y que con cariño y respeto llamábamos “Niche”, y para todos, el apelativo era normal. Otra vez a callar, pues las etnias tienes sus propias reivindicaciones, y podría ser acusado de algo.
Luego apareció un pequeño grupo de activistas por el cambio climático, émulos de Greta Thunberg, aunque en menor cantidad, pero sí muy beligerantes. Enarbolando sus desteñidas pancartas, pero sin percatarse del amaño de algunas cifras a su favor. La economía que se mueve alrededor de estas políticas es multimillonaria y entre más se golpeé el uso de combustibles fósiles, mayor será su rentabilidad. Cabe resaltar que el aporte de Colombia a la contaminación global ni siquiera llega al 1%. De nuevo el silencio surgió, podría ser considerado enemigo de la humanidad.
Casi sin tema para conversar, alcanzamos a divisar un grupo multicolor que avanzaba hacia nosotros sumidos en una gran algarabía. Se trataba de una marcha del orgullo. Este movimiento ha cobrado tanta fuerza que las marchas que se realizan cada año en el mes de junio son patrocinadas por grandes compañías, con generosos aportes en miles de dólares para apoyar su ideología. Los no donantes son considerados en contra. Sin dejar de mencionar que toda esta parafernalia trajo consigo el despropósito del lenguaje incluyente, a lo cual la RAE se ha manifestado como un barbarismo del idioma el uso de esa terminología. Esta vez intuí que cualquier comentario podría ser peligroso, y que sería aniquilado en las redes sociales.
Buena parte de toda esta ideología ha permeado todas las corporaciones hasta llegar al cine, donde por dar cabida a estos lineamientos, los grandes estudios han tenido enormes pérdidas, demostrando con esto que al menos los cinéfilos no están de acuerdo con la absurda imposición.
Finalmente cabe mencionar que esos grupos sumados entre si ya no son minoría, las minorías somos ahora nosotros, las personas sensatas que crecimos respetándonos los unos a los otros, y que no nos dimos cuenta cómo esa corrección política se tomó la conciencia de toda la humanidad, clasificando a los seres humanos en diversidad de grupos, con el solo fin de hacernos manipulables y sin identidad.
Finalmente tuve que alejarme, me sentí amordazado para opinar.