Al Acuerdo de Paz en Colombia le sobran páginas debido a una excesiva corrección lingüística. Es posible reducir la extensión del Acuerdo y tratar de dejar satisfechas a todas las partes, es decir, a los negociadores, a quienes se encuentran a favor o en contra del lenguaje incluyente y hasta a las iglesias, que tanto demandan la presencia de seres superiores en el texto.
Desde hace varios años se ha presentado una «ruptura» o «malestar» en el uso del español. Entre otros efectos, la representación legítima y necesaria de las mujeres en las distintas esferas del poder ha derivado en un reclamo directo en el uso de la lengua, a veces necesario, según el contexto, y, en otras, problemático frente a la claridad y la legibilidad de los textos. El Acuerdo de Paz es un ejemplo de este último caso. No es lo mismo la introducción en un discurso político de esfuerzos de desambiguación como «todas y todos», que la redacción de un texto técnico como el Acuerdo de Paz o una ley.
Para la RAE, se trata de un problema de «sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer». En el informe hipervinculado (suscrito por 5 mujeres y 28 varones), se establece la postura oficial de Madrid. Se trata de un texto serio, coherente y bastante crítico del uso incluyente y las problemáticas que conlleva. Sin embargo, funge con un aura de sentencia de última instancia y de Corte Suprema que agrava un debate de naturaleza política. De otro lado, están las personas que reivindican el uso del «lenguaje incluyente» que plantea pensar en términos de «todas y todos», «profesores y profesoras», etc. Ante todo, se trata de un reclamo social y político que no se puede dejar de lado y mucho menos ridiculizar, como lo hace Pérez-Reverte.
Según el filólogo Rodrigo Galarza, si se quitara el lenguaje incluyente al Acuerdo de Paz rechazado en las urnas, se le podrían «reducir 93 de las 297 páginas». Dado que hay un nuevo acuerdo de 310 páginas, en el que se incluyen los reclamos opositores en las urnas, se presenta una oportunidad clave para intentar una solución intermedia que concilie los intereses de todas las partes en pugna. Las siguientes sugerencias no son de creación propia, sino que recopilan los usos que las partes en conflicto reclaman para afrontar el problema.
Opción *
Utilizar una cláusula inicial en la que se aclare la orientación de la discusión en materia de igualdad. La cuestión es sencilla: se advierte acerca de la vocación de respeto por el legítimo reclamo de inclusión de quienes han sido históricamente discriminadas. En el preámbulo del acuerdo actual, a manera de ejemplo el caso de las mujeres, dice así: «(…) especial atención a los derechos fundamentales de las mujeres». Lo que se propone es algo más abstracto y directo en donde se deje clara la vocación del Acuerdo, etc. Una opción podría ser la siguiente: «la utilización del género masculino/femenino se adopta en este texto con el fin de facilitar su lectura y no contiene intención discriminatoria alguna».
De otra parte, ante la fuerza que tuvieron las iglesias y los grupos religiosos en la campaña del NO y que se empeñan en atacar a todo lo que suene a «género»; sería relevante pensar en la posibilidad de trascribir la fórmula de la Constitución «invocando la protección de dios» o mejor aún como la que quería Gabo: la mención a «todos los dioses/as de Colombia». Con ello se incluyen las versiones masculinas y femeninas de divinidades de otros grupos también discriminados. Podría ser el caso de la madre de todas las cosas «Gauteovan» en la comunidad tairona.
Opción /
En aquellos casos en que sea posible cambiar el adjetivo o el sustantivo por una forma neutra, usar la neutra. Por ejemplo, en el acuerdo actual se repite más de 50 veces «ciudadanos y ciudadanas», se podría decir —ciudadanía— o utilizar sinónimos en su lugar. Otra opción más complicada sería aclararlo al principio y usar equitativamente, en los casos en que sea posible, la expresión ciudadanas unas 25 veces y ciudadanos otras 25. Pero insisto, sería más complicada en términos del objetivo que se quiere lograr, que es la claridad del texto. Pero se podría.
Opción #
En vez de la repartición equitativa descrita. Reemplazar por una X, @ u otra vocal en lugar de «a/o». Es decir, en vez de niños y niñas = niñxs, niñ@s o niñes, niñus o niñis. Guerrilleres, guerrillerus o gerrilleris, etc. Además, este uso incluiría a las personas que no se identifican como hombre o mujer.
En todo contexto, ¿Se debe escribir y hablar como lo ordena un seudotribunal desde Madrid?
Disciplinar y descolonizar el idioma es un tema complejo, pero no imposible. Existe un reclamo legítimo de mayor visibilidad e inclusión de las mujeres que permita garantizar una igualdad efectiva; precisamente los textos técnicos son apropiados para abrir paso a estos usos. El Acuerdo de Paz es un documento que deberá ser interpretado por múltiples personas en la etapa de aprobación e implementación. Dada la relevancia de los temas que abarca, la claridad debe ser un imperativo. Los reclamos lingüísticos, filológicos, feministas y hasta religiosos pueden ser tenidos en cuenta a través de las alternativas que se proponen. Una comisión paritaria en la etapa de aprobación podría discutir este aspecto e incluso corregir problemas de sintaxis, ortografía, etc. Se trata de un problema más complejo, pero los textos técnicos deberían equilibrar mejor la problemática que se ha mencionado. Aquí hay elementos para el debate.