Para entonces, un diputado de Sucre dijo, alterado, que la decisión del alcalde de Sincelejo de suspender las corralejas para el 2014, era un “acto de cobardía”.
Una corresponsal de un noticiero de televisión, CM&, la noticia, que las corralejas de Sincelejo, genéricamente el 20 de Enero, “generan más 15.000 empleos”.
Y Fenalco, el gremio de los comerciantes locales, que “el comercio formal no tiene relación directa con las corralejas y más bien se ve afectado durante los seis días de toros”.
Que el alcalde de Sincelejo que tomó la histórica decisión de no autorizar las corralejas sea el cobarde del pueblo, la corraleja la mayor fuente de empleo en la historia económica de Sucre, a la vez que el comercio formal y regulado el más afectado con los seis días de toros, cuanto deja ver es el imaginario distorsionado y delirante de una sociedad precaria; en estadio inferior de formación de su identidad, perfil y destino.
Y es que la corraleja, cuyo origen, desarrollo y vigencia refleja, además de lo señalado, las relaciones y el modo de producción agrario predominante en las sabanas de Bolívar, Sucre y Córdoba, y en poblaciones de Atlántico y Magdalena, Región Caribe de Colombia, es en esencia un lastre histórico que visibiliza y determina de forma significativa y chocante el atraso, subdesarrollo y precariedades sociales, económicas, culturales y humanas, entre otras, de esta región.
Desde luego, hay otros elementos que pesan en la canasta del desarrollo, progreso y modernización de estos conglomerados humanos, pero menos cierto no es que hay estorbos que las atascan y frenan de manera tal, que cuanto acontece en ellas es un proceso de decadencia y anomia que las lleva inevitable a su parálisis e involución.
Es el caso de algunas tradiciones y “expresiones culturales” que, como la corraleja, han sido rebasadas por la historia y por nuevas formas de expresión que, sin perder su esencia, fisonomía e identidad, son civilizadas, incluyentes, participativas y de amplio espectro popular y aceptación social.
Y, por supuesto, exentas del componente de barbarie y degradación humana y social que es inherente a la corraleja y del cual apenas si viene a saberse ahora en toda su crudeza por el “toro de Turbaco”, cuando esa ha sido la constante, tanto del lado animal como del humano.
Pero no solo muestra la corraleja el paisaje humano decadente del hombre de estos pagos como víctima de una tradición ilegítima y nociva; es también esta falsa tradición la más fiel representación de una deprimida e incipiente economía; de unas relaciones políticas de subordinación, apropiación del territorio y la renta pública, clientelismo y corrupción.
Y de la resistencia que oponen sectores de esta sociedad agraria y vacuna, claramente identificables, a los procesos de modernización por los que ella clama para superar profundas, centenarias desigualdades y desequilibrios de diversa índole.
A las dinámicas económicas transformadoras del capital, la ciencia, cultura, tecnología y academia, como catalizadores de primera magnitud en los procesos de cambio de modelo, mentalidad y poderes, que requiere la sociedad sobre la cual se asienta la falsa y entredicha tradición y cultura de la corraleja, 20 de Enero, y sus expresiones de barbarie y subordinación.
Y de clientelismo ramplón, pues no hay que desconocer que entre la “oferta” electoral que en campaña política hacen los gamonales de la región para alcanzar las dignidades (¿?) y sinecuras que ostentan, “un día de toros” es la mejor y más segura estrategia para obtener los votos que hacen perpetuas las dinastías políticas de medio siglo que hoy dominan en departamentos como Sucre.
De ellos se copiaron los paramilitares cuando fueron sembrando el territorio de corralejas. Y masacres. Y alianzas siniestras y criminales aun por desvelarse.
Poeta
@CristoGarciaTap